martes, 31 de julio de 2012

La vida es una moneda

Pareja de estatuas vivientes en una plaza. En el transcurso de la escena se irá escuchando el sonido de monedas, momento en el  que  van a cambiar de posición.
HOMBRE: ¡Berp!
MUJER: ¡Héctor!
HOMBRE: Creo que fue el guiso. ¿Qué le pusiste?
MUJER: Lo de siempre.
HOMBRE: ¡Uuuuy, uuuuy!
MUJER: ¿Te duele?
HOMBRE: ¡Uuuuy!
MUJER: ¿El intestino?
HOMBRE: El estómago, lo siento como una piedra.
MUJER: ¡Mi vida!
HOMBRE: ¿Marta, vos me querés envenenar a mí?
MUJER: ¿Qué decís?
HOMBRE: Nada.
Pausa. El HOMBRE se mantiene abstraído, canta para sí.
HOMBRE: “Mi héroe es la gran bestia pop / que enciende en sueños, la vigilia / y antes que cuente diez / dormirá / A brillar, mi amor / vamos a brillar, mi amor”...
MUJER: ¿Qué pasa, Héctor? ¿Qué cantás? Vos estás raro de nuevo, eso es lo que pasa. Prometiste que ibas a dejar el enduido plástico.
HOMBRE: ¡Hace un año que no me drogo, Marta! ¡Mejor, mira, callate, haceme el favor, nunca entendés nada! ¡Estoy harto, eso pasa!
MUJER: Puede ser la crisis de los 40.
HOMBRE: ¿Qué crisis de los 40? ¡Tengo 30, Marta!
MUJER: Es que en los hombres estatua se adelanta, lo leí en “Todo Ciencia”. Lo mismo que a las mujeres, por ejemplo, la menopausia a nosotras nos llega a los 47 y dos meses. ¿Qué loco, no?
Pausa.  
MUJER: Ves, es lo que yo digo, estás distraído, Héctor. ¿Cuándo yo hablo, vos me escuchás a mí?
HOMBRE: Te escucho.
MUJER: ¿Y?
HOMBRE: ¿Y qué? Te escucho. Te escucho y hablás pavadas, todo el santo día hablás pavadas. ¡Tenés el cerebro carcomido por el yeso, Marta! Y mientras vos hablás pavadas, yo sufro. Anoche tuve otra pesadilla.
MUJER: ¿Otra más?
HOMBRE: Esta fue horrible. Conseguía trabajo en el Museo de Bellas Artes, iba a una entrevista, un chabón me hacía un test, después tenía que pasar a un depósito donde unos tipos me explicaban que tenían que serrucharme los brazos y la cabeza. Yo les decía que no, pedía a los gritos hablar con el responsable. ¡Me voy, les gritaba, renuncio! Pero los tipos eran una especie de enfermos sádicos, me ataban a una de esas cintas corredizas donde ya estaba prendida una sierra eléctrica.
MUJER: ¡Ay, virgen santa!
HOMBRE: Justo ahí me desperté.
MUJER: Qué espanto, Héctor, el mismo sueño de papá, lo que pasa que a él le terminaron cortando las piernas de verdad, por la diabetes. ¿Mi vida, por qué se te ocurren cosas tan feas?
HOMBRE: ¡Culpa tuya!
MUJER: ¿Por?
HOMBRE: Porque estoy harto de esta vida.
MUJER: ¿Vamos a empezar de nuevo?
HOMBRE: Es que es así, yo era un tipo lleno de proyectos, capacitado para todo.
MUJER: Ya lo sé, mi amor.
HOMBRE: Pude haber sido bailarín, me sabía todos los pasos de “Fiebre de sábado por la noche”. Pude haber ganado los cien metros llanos.
MUJER: Ya lo sé.
HOMBRE: Pude haber sido piloto de trasbordador, personal trainer (canta) “Aquí llegó Balá / ya llegó, ya llegó”, pude haber sido Carlitos Balá.
MUJER: Ya lo sé.
HOMBRE: ¡Ya lo sé, ya lo sé, lo único que se te ocurre decir! Te odio, Marta, a veces no consigo entender qué hago al lado tuyo. No sé, siento, siento...
MUJER (ansiosa): ¿Qué sentís, qué, qué?
HOMBRE: La vida, Marta, la vida...
MUJER: ¿La vida, la vida?...
HOMBRE: Como estática.
MUJER: Es que sos un soñador. Tenés que entender que para los hombres y las mujeres estatuas hay cosas que nos están vedadas.
HOMBRE (reaccionando): ¿Ah sí, a ver, a ver, qué está vedado para mí?
MUJER: El paracaidismo.
HOMBRE (piensa): El paracaidismo, puede ser.
MUJER: La natación.
HOMBRE: ¿La natación? ¿Por qué la natación?
MUJER: Acordate en el club cuando tuvieron que sacarte del fondo de la pileta con una grúa.
HOMBRE: Porque me dio un calambre.
MUJER: ¡No fue un calambre, Héctor!
HOMBRE: ¡Sí fue un calambre! Bah, no pienso discutir, vos enredas todo con palabras. Me querés confundir.
MUJER: Yo no quiero confundirte, tenés miedo a tus sentimientos, eso es lo que pasa, mi amor. Por qué no reconocés que naciste para esto (ingenua) Acordate cuando éramos chicos y con tus papis y los míos íbamos a la piedra movediza de Tandil. Nos mimetizábamos tanto con el paisaje, que cuando se volvían nos dejaban olvidados. Y aquí en la plaza cuando nos orinan los pichichos, nos hacen caquita las palomas (soñadora) Adolescentes endrogados nos pintan con coloridos aerosoles. Pasan las horas, cambian las estaciones. ¡Ah, la primavera! Cada vez que cae un chaparrón, sale el sol y viceversa.
HOMBRE: ¡Qué vida de mierda!
Alguien tira varias monedas, tienen que cambiar de posición cada vez.
HOMBRE: ¡A este pelotudo qué le pasa!
MUJER: No uses ese vocabulario, por favor (pausita, ve algo) ¡Uy, los turistas holandeses! No sé por qué cada vez que aparecen me pongo ansiosa.
Se escuchan monedas, hacen distintas poses de coito.
HOMBRE: Porque sos reprimida, Marta. Ves, acá tenés clarito lo que me pasa con vos.
MUJER: ¿Qué decís?
HOMBRE: Que no es posible que tengamos sexo sólo cuando vienen los turistas holandeses. Así no hay pareja que aguante.
MUJER: Para mí está bien. Sí estamos consagrados en matrimonio.
HOMBRE (burlón): ¡“Consagrados en matrimonio”! ¡Y eso qué tiene que ver, reaccioná! (soñador) ¿Acaso vos no eras una mujer?
MUJER: Estatua.
HOMBRE: ¿Y yo un hombre?
MUJER: Estatua.
HOMBRE: ¿Acaso no ardíamos cual soles de noche, cuando yo me ponía duro?
MUJER (avergonzada): ¡Héctor!
HOMBRE: Bueno, enhiesto.
MUJER: ¡Por favor!
HOMBRE: ¡Okey, erecto, entonces!
MUJER: ¡Basta! Sabés que me pone violenta hablar de esas cosas.
A continuación, mientras el HOMBRE discursea, se escuchan monedas, cada vez a más velocidad, que ellos acompañan con distintas poses sexuales a ritmo ascendente hasta llegar al clímax. En el límite de la exaltación el HOMBRE agarra y sacude del cuello a la MUJER.
HOMBRE: El desatado aluvión empieza lento, muy lento ¡Bip! ¡Bip! ¡Bip! Impulsos eléctricos que se van transmitiendo en código Morse, del cerebro a los nervios, de los nervios a la sangre: “creo que habrá sexo, creo que habrá sexo”…
MUJER: ¡Sí!
HOMBRE: De la sangre a los músculos, ¡fhsss!, ¡fhsss!, ¡fhsss! Supura, se inunda, todo se inunda. ¡Tun, tun, tun tun! Los capilares se dilatan, se van colmando. ¡Fhsss! ¡Fhsss! ¡Relámpagos! ¡Flechazos! ¡Meteoros! ¡La estructura se endurece, se crispa, Dios y la Virgen!
MUJER: ¡Síiii!
HOMBRE: ¡Respiración entrecortada! ¡Aahhh! ¡Aahhh! ¡Aahhhh! ¡Jadeo! ¡Taquicardia! ¡San Antonio! ¿Me querés? ¡Te adoro! ¿Me querés? ¡Te adoro! ¡Convulsiones! ¡Feromonas! ¡Dopaminas! ¡Fhhhssss! ¡Fhhhssss! ¡Inundación! ¡El olor enloquece! ¡Los nervios titilan!
MUJER: ¡Síiiiiiiii!
HOMBRE: ¡Las hormonas centellean! ¡Danger! ¡Pasajeros a bordo prontos a desembarcar! ¡Danger! ¡Temblor! ¡Epilepsia! ¡Trepidación! ¡El cuerpo que se tensa! ¡Ahí viene, ahí viene! “¿Me querés? ¡Te adoro! ¿Me querés? ¡Te adoro!”
MUJER: ¡Síiiiiiiii!
HOMBRE: ¡Danger! ¡Desalojar, desalojar! ¡Ahí viene, sí, ahí viene, síiii, ahí viene! ¡Síiiiiiiiiiiiiiii!
MUJER: ¡Síiiiiiiiiiiiiiii!
Vuelven a una posición normal. Pausa.
MUJER: Nuestro error fue no haber tenido hijos.
HOMBRE: ¿Para qué? Los hubieran usado de enanos de jardín.
MUJER: ¡Sos un escéptico, anárquico, misántropo, Héctor! Habríamos sido felices: una nena y un varoncito, cada uno con su biberón de mármol, aquí en el medio.
HOMBRE: Ya es tarde.
MUJER: ¿Qué hora es?
HOMBRE: ¡Que ya es tarde para salvar lo nuestro, Marta!
MUJER: ¿Por qué hablás así? Nunca es tarde. Todavía podemos salvar el matrimonio, conformar una familia tipo, Héctor. Hagamos terapia de pareja: la estatua de Freud está atendiendo en plaza Virreyes.
HOMBRE: ¡Estoy tan mal!
MUJER: Porque sos inquieto, tomás frío en la espalda y eso te desequilibra.
HOMBRE: Podría haber sido buzo táctico, podría haber sido radiólogo, director técnico del seleccionado de jockey…
MUJER: Sintomatizás y todo el malestar psíquico va pasando al cuerpo.
HOMBRE: Piloto de pruebas Mc Larent, decorador de interiores, matemático cuántico…
MUJER: Te salen ronchas y esos parásitos tan molestos en el ano, hay que feo, te acordás el año pasado…
HOMBRE (descontrolado): ¡Basta, Marta! ¡Basta!...
Pausa.
HOMBRE: Te dejo.
MUJER: ¿Qué dijiste?
HOMBRE: ¡Que te-de-jo! Estoy saliendo con alguien.
MUJER: ¿Cómo? ¿Qué decís?
Llora exageradamente, se escuchan monedas, cambian de posición y ella sigue llorando.
MUJER: Vos me estás haciendo un chiste. Con las cosas del querer no se juega.
HOMBRE: No es ningún chiste.
MUJER: ¡Decime que volviste a tomar enduido plástico, decime que estás endrogado, Héctor!
HOMBRE: ¡No señor!
MUJER: Ya sé: es una cámara sorpresa. ¿Dónde está, decime para dónde tengo que mirar? ¡Hola, hola!
HOMBRE: ¡Basta!
MUJER (llora): No puede ser, estoy soñando (le pega)
HOMBRE: ¿Qué hacés? (ella le vuelve a pegar) ¿Qué hacés?
MUJER: ¿Y con quién?
HOMBRE: No te voy a decir.
MUJER (vuelve a pegarle): ¡Decime con quién!
HOMBRE: Está bien, está bien, con María.
MUJER: ¿Con quién?
HOMBRE: Con María, con María de Buenos Aires.
MUJER: ¿María de Buenos Aires?
HOMBRE: Sí.
La MUJER se ríe.
HOMBRE: ¿De qué te reís?
MUJER: ¿María de Buenos Aires, la muñeca inflable del  bailarín de tango?
HOMBRE: ¡Sí señor!
MUJER: ¡No podés ser más idiota!
HOMBRE: ¿Por qué?
MUJER: Es una atorranta, es la comidilla de toda la plaza, vende su cuerpo hasta por un paquete de pochoclo (se desespera) ¡Ay, Héctor, qué vergüenza! ¡Vamos a ser el hazmerreír de la feria! ¡Héctor, esto hay que solucionarlo!
HOMBRE: No hay nada que solucionar.
MUJER: Héctor, esa mujer...
HOMBRE: ¡No te escucho! ¡Mentís! ¡Querés enredar todo otra vez con palabras! ¡Sangrás por la herida, eso es lo que pasa! 
De bambalinas alguien arroja una  muñeca inflable, lleva una valijita atada en una mano, el HOMBRE la alza.
HOMBRE: Aquí está. María es un ser especial. Es inteligente (la dobla en dos)  Mucho más flexible. Lo que ella me da, vos no me lo vas a poder dar en tu vida, Marta, en tu vida, ¿escuchaste?
MUJER: ¡Me das asco!
HOMBRE (exaltado): Nos amamos. Y vamos a defender nuestro amor cueste lo que cueste. Viajaremos por el mundo. Nos haremos test vocacionales.
MUJER: ¡Está bien, está bien, no voy a interferir! (cuando el HOMBRE se distrae ataca a la muñeca) ¡Te voy a reventar, guacha!
HOMBRE (interponiéndose): ¡Dejala! Es nuestra crisis, Marta. Tenemos que resolverla nosotros. María me pidió mantenerse al margen. Ves: por eso no habla.
MUJER: ¡Perro!
Se escuchan monedas, la mujer vuelve a hacer poses y los ignora. Pausa.
HOMBRE: Marta, Marta… Ya nos vamos. Marta. Marta, necesito mi parte.
MUJER: ¿De qué hablás?
HOMBRE: Mi parte. Las monedas, Marta.
MUJER: No sé de qué hablás.
HOMBRE: Las monedas. Bien sabés que la alcancía está a nombre de los dos.
MUJER: ¡No me digas!
El HOMBRE va a agarrar la alcancía, la MUJER da un salto y se apodera de ella.
HOMBRE: Me hubiera gustado terminar de otra forma (saliendo con la muñeca y volviéndose) Te voy a mandar a mis abogados (ídem) ¡Me das lástima, Marta!
Salen.
MUJER: ¿Lástima yo? ¿Por qué voy a dar lástima? Si soy una mujer integra, una esposa virtuosa. ¡Miserable! ¡Traidor! (llora amargamente, de golpe se escucha una moneda, la mujer se recompone y hace una pose)
APAGÓN

viernes, 13 de julio de 2012

Estrés

Era el atardecer, el sol caía tras la línea de los eucaliptos, en la galería cubierta el Brigadier General se balanceaba sobre sus piernas con aire concentrado, al tiempo que extendía el brazo derecho tomando puntería:

- ¿Rivera y quién más? –dijo, casi sin mover los labios.

Suárez, elevó el blanco y lo apretó con ambas manos con un ostensible temblor.

- El gobernador de Corrientes Berón de Astrada y los opositores emigrados, su Excelencia.

- ¡Alcahuetes de Inglaterra!...-masculló, soltando el primer dardo.

Al sentir el impacto en el corcho Suárez abrió los ojos y liberó el aire retenido:

- Conspiran. Dicen que quieren la organización nacional.

El Brigadier General clavó los tacos en los baldosones gastados y volvió al balanceo:

- Que se consigan otro lugar. A mí que no me jodan. ¡Me hacés el favor de tener con firmeza!

La casona de Palermo se sumía en la primera humedad de la tarde, la calma y el rumor de la brisa entre los árboles invitaba a la ensoñación. Sentada en su mecedora, Encarnación Ezcurra dejó la labor de punto en la mesita, alzó la pava y se cebó un mate con aire distraído.

- Tal vez habría que pensar en redactar una Constitución, Señor –arriesgó el ministro. El Brigadier dio un respingo:

- ¡No digas boludeces, Suárez! El país está verde, necesita una conducción fuerte.  ¿Y quien puede ejercerla? ¿Quién debe llevar el mando con mano firme, sin que le tiemble el pulso? ¿Eh? ¿Quién?

Esgrimiendo el dardo entre índice y pulgar, miró de reojo en dirección a la mecedora. Con intención, la mujer adoptó un aire desentendido:

- Yo que sé –resopló.

- ¿Cómo yo que sé? Yo, Encarnación, el Brigadier General de las Provincias

Unidas. ¿Acaso no fue el pueblo el que me lo pidió, el que me rogó que

aceptara poderes ilimitados? Un tipo apuesto, rubio, con dos ojazos azules

como faroles.

Sin reparar en la dirección, soltó el segundo dardo. El proyectil voló y se clavó

en el muslo derecho del ministro.

- ¡Ay!

- Ves –reconoció ella- en eso tenés razón.

- ¿En qué?

- En lo de los ojazos azules.
El Restaurador pasó por alto el sarcasmo, dio un par de zancadas, aspiró y expelió con fuerza, se puso mover el brazo lanzador procurando relajar los músculos.

- Lo tuyo es penoso, Suárez.

- ¿En el Ministerio?

- Sosteniendo eso. ¡Ponelo derecho, hacé el favor!

Aunque el cielo parecía no tener fondo de tan azul, un nubarrón de intranquilidad pareció cernirse sobre la testa del estadista, se lo notaba nervioso, desasosegado:

- Si pudiera desentenderme por unos días –suspiró- ¿Qué pretenden estos liberales, que me humille, que rife todo al capital extranjero? Fijate ahora los franceses.

- Bloquearon el puerto, señor.

- Por eso. Estoy harto. Necesito vacaciones. 

- ¡Ni lo sueñes! –se escuchó desde la mecedora. Pero el Restaurador de las Leyes ya había montado en pelo sobre sus fantasías:

- Pescar a la vera del Salado, perseguir a la indiada, tomar sol en pelotas...
- La naturaleza en estado puro –apoyó Suárez.
- Pero, por sobre todas las cosas: volver a jugar al Pato.

Sin reparar en la ubicación del blanco el Restaurador volvió a lanzar. La afilada punta del dardo perforó la chaqueta de paño del ministro clavándosele a la altura de la clavícula izquierda.

- ¡Ay!

- Mandeville me comentó que en Inglaterra tienen algo llamado Foot-Ball. Voy a entrenar a mis Mazorqueros, haré del Pato nuestro deporte nacional. Seremos el mejor equipo de Pato del mundo. Está decidido. Mi cielo, hacete cargo. Me voy.

Bajo la falda de tafeta, los pies de la Primera Dama dieron dos fuertes taconazos y la mecedora se hamacó con violencia:

- ¡Ni borracha!

- ¿Por?

- ¿Cuando estabas en la frontera quién tuvo que organizar la Mazorca, derrocar a Viamonte, perseguir a los opositores, degollarlos? Tuve que abandonar mis labores de punto, dejé el gimnasio. ¿Te pido  vacaciones yo?

- Bah, bah. ¿La escuchás, Suárez? Las mujeres siempre se quejan.

El Restaurador caminó hacia su mujer, se inclinó con una sonrisa pícara, le acarició la mejilla. Pero de golpe su expresión se contrajo en un rictus doloroso. Buscando desarticular la sensación de angustia salió al césped, comenzó a ir y venir por entre los canteros de petunias practicando cortas carreritas. De golpe pareció recordar algo e interpeló al Ministro:

- Decime vos: ¿alguna información de los espías?

Encarnación, que acercaba la pava al mate, la detuvo:

- ¡Juan Manuel, basta, estás paranoico, ya ningún opositor se atreve!

Suárez se aferró a las palabras de la Primera Dama:

- La señora está en lo cierto, habría que estar loco para hacerlo, señor.

Rosas dio otro respingo:

- ¿Qué dijiste?

El ministro, que comprimía la herida del dardo con un pañuelo, se paralizó:

- ¿Qué dije?

- Es lo que estoy preguntando.

- Dije que habría que estar loco para hacerlo, su Excelencia.

- “Habría que estar loco”, eso es, el Loquero Municipal. Cómo no lo pensé. Allí está el foco subversivo.

- Perdón su Excelencia, me habré expresado mal, pero...

- Vas y me encarcelás a todos los colifas.

- Es que ya están encarcelados, señor.

- ¡No me contradigas! Si ya están encarcelados los quiero en una hora a todos en el cuartel, quiero de cada uno una confesión por escrito. ¡Vamos, vía, vía!

Como si se hubiese activado una alarma insonora, por la puerta que daba a la sala ingresaron dos gigantescos soldados vestidos de rojo, alzaron a Suárez por los antebrazos y se lo llevaron. Se hizo una pausa, erecto en toda su estatura en mitad de la galería, el Brigadier dio un suspiro profundo y clavó la vista en su mujer.

- Estoy mal.

- Sos un flojo –dijo ella, sin levantar la vista de la labor.

- En serio, estoy estresado. Deben ser los poderes extraordinarios. Anoche soñé que salía a recorrer la ciudad y en cada lugar que entraba me veía a mí mismo con uniforme de gala y con una mirada burlona, como diciendo “asqueroso unitario, no me engañás, conozco hasta el color de tus calzoncillos”.

- No era un sueño, son tus retratos. ¿No recordás que son de uso obligatorio en los lugares públicos?
Rosas emitió otro penoso suspiro, de un salto separó las piernas y empezó a elongar aductores:

- Te das cuenta, me olvido de las cosas, es una señal, el Dr. Leppes me lo advirtió. Está decidido, me voy.

- No te vas.

- Sólo por el fin de semana.

Encarnación soltó el bordado y le buscó los ojos:

- Si cuando asumiste hubieras aceptado la isla de Choele Choel, por lo menos tendríamos para ir a la playa.

Rosas se irguió de golpe:

- ¿Una prebenda? ¿Una figura emblemática del federalismo aceptando prebendas?

- ¿Y Manuelita no necesita tomar sol, no necesita distraerse? Esa chica está cada vez más rara, lee a escondidas. Debajo de la almohada le descubrí “El Matadero” de Esteban Echeverría.

Al Brigadier se le encarnaron las mejillas:

- ¡La puta madre! ¡Justo Echeverría! Tenés que controlar a esa mocosa. A propósito, ¿cómo va con las clases de piano?

- Pésimo.

- ¿Citaste a su profesor?

- Lo agarramos esta mañana en el puerto, huía al Brasil.

Desde la mecedora, Encarnación dio dos fuertes palmadas, se abrió la puerta que daba a la sala y volvieron los gigantes transportando a un hombrecito calvo, lívido del susto. Al verlo, Rosas se le fue encima con aire jovial:

- ¡Qué grata sorpresa, Profesor!

- E-el gusto es mío, Ilustrísimo. 

Le pasó su brazo por entre los hombros y lo apretó con fuerza:

- El hombre parece algo desmejorado, Encarnación, ¿por qué no le cebás un verde?

- Le agradecería que no, señor, el mate me produce gastritis.

Encarnación cargó de agua el porongo con pie de alpaca y se lo plantó delante. El Profesor lo agarró y sorbió con una sonrisa perruna.

- Y cuente, ¿qué anda pasando con esas clases?

- Lento pero progresan, señor. La señorita a veces está algo distraída.

- ¿Y usted no tiene autoridad? ¡Castíguela, hombre!

Al profesor se le pintó una expresión de espanto:

- ¡No, cómo voy a hacer eso!

Rosas cambió la expresión, meditabundo, giró en torno del docente, apoyó la mano derecha en su espalda encorvada y tomándose el empeine del mismo lado se ocupó en estirar cuádriceps:

- Profesor, le tengo que hacer una pregunta, necesito escuchar su opinión de ciudadano: ¿qué piensa de la industria ganadera, cree que está llamada a jugar un rol importante en la economía de estas Provincias?

El hombrecito se desconcertó:

- S-soy profesor de música, señor.

Encarnación, reaccionó:

- Es verdad, qué tiene que ver, interrogalo sobre Manuelita.

- Dejame a mí, es importante que responda, mi amor. 

Se hizo una pausa, el profesor se prendió al mate, el agua tibia le provocaba vigorosas arcadas que trataba de desactivar, en consecuencia los ojos se le inundaban de lágrimas y la nuez de Adán le subía y bajaba como un ascensor en cortocircuito. Finalmente, consiguió dominarse:

- Con todo respeto, entiendo que la ganadería, tanto como la agricultura constituyen la riqueza natural de este país. Pero si usted me pregunta, Señor, creo que sería inteligente diversificar la producción. El valor de los commodities puede bajar y para una política exportadora seria, habría que volcarse a la fabricación de productos con mayor valor agregado…

A Rosas le relampaguearon los ojos:

- ¡Escuchás a esta gentuza, Encarnación! Dele nomás, no se interrumpa, continúe.

Al profesor comenzó a temblarle la mandíbula:

- E-entonces para lograr esto, desde el Estado habría que fortalecer la investigación aplicada, el apoyo a las pequeñas y medianas empresas, el desarrollo de nuevas tecnologías. E-elementos que junto a una  agresiva política industrial permitirían la inserción ventajosa de nuestra producción en el mercado internacional.

Con las mejillas encarnadas, mientras lo escuchaba, el Brigadier General se puso a marchar como un poseso por la galería. El docente pareció presentir el peligro:

-  Igual no me haga caso, su Excelencia, por ahí estoy diciendo disparates. Yo más bien quería comentarle algo respecto a la guardia personal de la niña Manuelita.

- ¿Los muchachos de la Mazorca? ¿Qué pasa con ellos?

- Qué por su culpa he perdido a casi todo el alumnado.

- Es verdad, a veces se toman las cosas demasiado a pecho.
Encarnación se encrespó:

- No estoy de acuerdo, Juan Manuel. No veo que tiene de malo invitar a la gente a usar la divisa punzó. Incluso se las prenden ellos mismos.

- Con clavos de techo, Señora.

El Restaurador largó una carcajada:

- ¡No sea maricón, hombre! Bueno, la entrevista llegó a su fin, escúcheme atentamente: le pido que abandonemos toda esa paparruchada de Vivaldi y Beethoven y para la semana que viene quiero a Manuelita tocando el Minué Federal, algún Cielito y agréguele también algo de Roberto Rimoldi Fraga. ¿Entendido?

Rosas dirigió una mirada impaciente hacia la puerta de la sala, los Mazorqueros como por transmisión de pensamiento salieron en busca del docente.

Encarnación pareció recordar algo:

- Ah, profesor -la Primera Dama levantó del revistero un vistoso rebenque de tiento trenzado y lo elevó hacia su marido.

- Es verdad –dijo él- Tome un obsequio. Cuando llega a su casa se me desnuda y se da cincuenta huascazos en el lomo.

El hombrecito lo miró atontado por el pánico:
- Pero, ¿por qué?
El Restaurador se aproximó con aire jovial, lo tomó por ambos hombros y lo miró de lleno con sus soberbios ojos del color del mar:

- Uno nunca sabe donde se esconden los enemigos de la Santa Federación, ¿no le parece?

El docente procuró sonreír:

- Gracias, Ilustrísimo.

La galería quedó en silencio, la semioscuridad tibia y húmeda del parque ahora se había poblado de luciérnagas. Rosas se mantuvo tieso, con expresión reconcentrada, contemplando la línea de eucaliptos que ahora eran un muro infranqueable de sombra.
-  “Diversificar la producción”, “commoditties”. ¿Estos tilingos ilustrados dónde se creen que viven?

De golpe la inquietud y el malestar volvieron con fuerza y sintió un puño apretado adentro del pecho.

- Mañana temprano salgo para la estancia -dijo sin volverse.
Encarnación lo miró largo rato sin responder. Como sucedía cada vez que estaban solos, él se sintió en falta.

La mujer se incorporó con lentitud y fue en su busca:
- Haceme el favor de dejar de quejarte un poco y venir
.

Lo tomó por la cintura, lo condujo hasta la mecedora y se ubicó a sus espaldas. El Restaurador, entonces, sintió las manos firmes en los hombros, en el cuello, en la base de la nuca, y se dejó masajear. Se le ocurrió pensar que era un hombre afortunado, que en medio  la vorágine del ejercicio del poder junto a aquella mujer nada grave podía sucederle.

- ¿Encarnación?

- ¿Sí?

- ¿Todavía nos amamos?

- Claro, Juan Manuel, todavía nos amamos.






martes, 3 de julio de 2012

Cápsula de tiempo (III)

Hola Doc.:

He llegado a una conclusión penosa: la combinación de hidrógeno y oxígeno que respiro me está volviendo medio pelotudo. No se lo había contado, pero desde hace una semana, además de jugar al Counter, cuando necesito escuchar una voz amiga charlo con la Computadora Madre. Adivino su cara, Doc.  ¿De qué se puede hablar con una computadora? Tendría que hacer alguna grabación y enviársela, se sorprendería. No es una gran novedad, la máquina cuenta con una plataforma con sensores de contacto que coordinan la información hablada, a través de un programa aleatorio uno puede agregarle temas de conversación, grabarle frases, giros lingüísticos, etc. El caso es que desde hace un par de días, cada vez que hablamos la computadora me toma el pelo. ¡Sí, leyó bien: esa máquina del orto se me burla! Estamos discutiendo de fútbol o comentando las películas candidatas al Oscar cuando, de golpe, como si estuviera por decir algo importante hace una pausa y con tono reflexivo suelta: “¡Grande, campeón!”, o “¡Vos sí que se te llevás la vida por delante, titán!” ¡Con un tono tan feo, tan hiriente! ¿Tiene idea de lo que se siente? ¿Qué una combinación de chapas, cables y microchips, se le ría a uno en la cara de forma tan injustificada? No lo creo. Y además, ¿qué se hace en estos casos? ¿Le mojo una oreja, la desafío a pelear? ¡Si es una máquina! Ni siquiera me puedo dar el gusto de desenchufarla porque iríamos a parar a la mierda.

Doc., la verdad es que todo este circo ya me tiene algo podrido. ¿Y sabe qué? Descubrí cuál es la verdadera finalidad de la misión. En realidad no entiendo cómo no lo vi antes: la coctelera era sólo una excusa, la verdadera cápsula de tiempo está justo adentro de estos zapatos: sono io. Me subieron acá arriba y me pusieron a dar la vuelta al perro y a sacar fotos pelotudas para que alguien me encuentre. Y usted, claro, fue partícipe.

Saquémonos la careta, Doc.: usted me quería sacar del paso. A un tipo en mi estado, separado reciente, inestable como estaba, medicado, lanzarlo al espacio exterior, ¿no es una guachada más grande que el planeta Venus? Si no me quería ver más me derivaba a otro analista y asunto concluido. Pero no, como se dice comúnmente: por la plata baila el mono. ¿Qué le ofrecieron? ¿Una clínica en Santa Cruz de la Sierra? ¿La embajada del Paraguay?
Pero déjeme decirle algo: se van a llevar una sorpresa. ¡Usted y ellos se van a llevar una gran sorpresa! Estoy juntando material, recolectando datos, archivos desclasificados, ya tengo impresas dos cajas completas de prueba. Rueguen que esa vida inteligente de mierda que buscan pase a 10.000 kilómetros de distancia y no me encuentre, porque voy a prender el ventilador, voy a agarrar el megáfono y ya van a enterarse esos alienígenas de la verdadera historia de nuestras vergüenzas.
Usted lo sabe, la tragedia y el morbo siempre han vendido, Doc., debe formar parte de una ley universal. Si estos tipos me encuentran por ahí hasta me llevan de invitado a algún símil de programa bizarro de la tele y todo. Me estoy armando un espich; le juro por la memoria de mi santa madre que los voy a ilustrar con pelos y señales sobre cada una de las trastadas que tipos como usted y como los jerarcas del Programa Espacial Para.Bol.Ar. han perpetrado en ese astrito perdido en los andurriales del Universo llamado Planeta Tierra.
Bueno, me cansé, váyase al carajo, Doc. Cambio y fuera.




Estimado Doc.:

Olvide mi última comunicación, no tome en serio nada de  lo que dije. Habrá notado que por momentos me pongo ansioso, tuve que duplicar el Debridat porque me aparecieron unos temblores molestos en las manos. ¿Recuerda lo que le conté el otro día sobre las alucinaciones? ¿Sabe quién se me apareció ayer? ¡Jua, jua! Usted. ¡Dios mío, lo que es en bolas, Doc.! ¡Todavía me dura la impresión! Esos hombritos femeninos, la carne blandengue del abdomen, ¡hasta le han crecido tetas!, ¿es consciente de eso?  Con razón desde que enviudó no ha vuelto a formar pareja, con ese escracho la verdad que no podría llevarse a la cama a una mujer ni bajo amenazas de muerte.

Por favor no se ofenda, apelo a su sentido del humor, usted sabe que lo estimo. Cambiando de tema, le hice un listado de cosas que extraño (se lo estoy adjuntando)  Es probable que no le interesen ni para darle una ojeada, pero para mí es importante fijarlas de algún modo. ¿Sabe?, extraño terriblemente a mi hijo. El chico no es malo, cuando se olvida de todo lo que le dice su madre sobre mí llegamos a entendernos. Para él evidentemente es muy difícil tener al padre dando vueltas por la estratósfera. Me dijo mi ex que en la escuela los compañeros lo torturan, parece que cuando salen al recreo lo rodean, lo alzan como a una bolsa de papas y lo tiran para arriba para que “suba a saludarme”. ¡Fíjese qué crueldad!  ¿Sería un abuso pedirle que vaya a la escuela y hable con el director? Por ahí hasta puede decir unas palabras en el aula, usted es hábil para ese tipo de cosas, Doc. ¿Me haría la gauchada? En definitiva, uno está acá arriba haciendo patria, ¿o no? Disculpe la brevedad, lo voy a dejar porque tengo que tratar de dormir, hace 48 horas que no pego un ojo, la cabeza no me para, creo que estoy pasado de vueltas.




Hola Doc.:

El ser humano es un error, esto que somos fue producido por una combinación equivocada de gases. ¿Qué queremos? ¿Usted qué quiere? Si fuera, supóngase, un ñandú o un tatú carreta, ¿no andaría lo más feliz retozando por el campo y almorzándose a otros bichos más chicos sin darle tantas vueltas al asunto? Yo creo que sí, si uno lo analiza es un plan menos insensato, más accesible. El responsable del desajuste es ese órgano deforme llamado conciencia. ¿Por qué tenemos que estar siempre buscándole la quinta pata al gato, intoxicándonos con sueños irrealizables?

Yo le iba a pedir que intercediera para me hicieran volver, ¿sabe?, pero la verdad es que me asaltan todas las dudas. ¿Le conté que mi padre está internado y ya no me reconoce?, de la situación con mi ex usted está más que al tanto, mi hijo en breve va a llamar papá al abogado. El panorama no es precisamente alentador. Existen, claro, un par de amigos de la secundaria, una ex novia a la que puedo llamar. O podría irme a vivir con usted, ¿qué me dice? Ninguno de los dos es trolo, entre sesión y sesión podríamos seguir tomándonos su whisky, ¿le parece buen plan? La verdad que a mí tampoco.

Mejor le paso el último parte a ver si cambiamos el clima. Vuelta 6.235 más una novedad: estoy bizco. ¡Jua, jua! ¿No es para descostillarse? Parece ser que es uno de los trastornos posibles de la ingravidez, me lo explicó con muchos términos difíciles una oftalmóloga por radio. La falta de gravedad produce un ligero aumento en la presión ocular y eso puede provocar la bizquera. En mi caso la provocó. Le pregunté cuánto tiempo me iba a durar, me dijo que depende de cada organismo, que si bien en la mayoría de los casos es una afección transitoria, ella no podría asegurar cuándo se me iría. Le expliqué que el estar bizco me impedía desarrollar la mayor parte de las tareas de la nave, por lo que debían pensar en darme una licencia por enfermedad. Entonces se incorporó al diálogo un tipo del Departamento de Recursos Humanos (el Programa Espacial Para.Bol.Ar. tiene Departamento de Recursos Humanos, ¿qué me cuenta?), me explicó que como yo estaba solo debía comprender que pensar en un reemplazo implicaba todo un proceso que podría llevar tiempo, presupuesto extra y un gran esfuerzo. Le dije que eso me tenía absolutamente sin cuidado, que se apuraran en mandar a alguien si no querían que hiciera algún desastre, en ese momento terció en la discusión la Computadora Madre poniéndose de mi parte, elogió mi desempeño en la nave y empezó a tomarle el pelo al tipo de personal. Finalmente perdí la paciencia, me puso a gritar como un desquiciado y terminé mandando a todos al carajo.

Sé que va a decirme: que no tendría que reaccionar de esa manera. Pero a esta altura de los acontecimientos mis nervios están destrozados, Doc., el encierro me está matando, yo soy un tipo de espacios abiertos, en mi infancia pasaba las vacaciones en el campo, hice deportes toda la vida, incluso por un tiempo fui entrenador en un club de atletismo. ¡Ah!, antes de que me olvide, le hice una rutina para que mejore el aspecto físico, son ejercicios simples que le van a permitir acomodarse un poco, si bien comprenderá que a su edad no se pueden hacer milagros. Se la adjunto.

En otro orden, estuve jaqueando de nuevo los archivos del Programa (lea esto porque no tiene desperdicio) ¿Sabe qué planeaban estos cráneos?: acoplarse a la Estación Espacial Internacional. Así como lo oye: igualito que el Discovery, el trasbordador Atlantis o la Soyus rusa. Los irresponsables querían que la nave fuera recibida por el complejo orbital para colaborar en algunos de sus proyectos. Parece que los de la EEI, ni lerdos ni perezosos, cuando recibieron el pedido les exigieron toda una serie de antecedentes y credenciales. Los del Programa Para.Bol.Ar., en el más estricto secreto se los mandaron y a los cuarenta y cinco minutos los tipos le responden que por el momento no iba a poder ser, que tenían cubierto el calendario de acoples por los próximos 30 años ¡Jua, jua! Imagínese, Doc., a toda esta sarta de ingenieros y biotecnólogos de elite leyendo que una nave construida con la carcasa de un colectivo de línea, conducida por un ex piloto de planeadores (ahora bizco) pedía turno para acoplarse, ¡se deben haber caído de culo!

Así las cosas, querido amigo, para colmo de males ahora también soy una especie de sudaca indocumentado, de ilegal del espacio. Ya sé que no tiene gracia, pero ¿qué se puede hacer? ¿Cuáles son las opciones? Tal vez haya llegado el momento de “abrir para ventilar”. Lo dejo, che.




Estimado Doc.:

Acabemos de una buena vez con esta mala película. No quiero que se alarme, ni estoy drogado, ni perdí la razón, soy –como se suele decir en estos casos- dueño absoluto de mis actos. Seamos prácticos, de aquí en más ya no creo que vuelva a tener noticias mías. Antes permítame enumerarle un par de cuestiones que me quedaron en el tintero:
1.- Agradecerle que en ninguno de nuestros contactos haya manifestado curiosidad sobre cómo sobrellevé el tema de la ausencia de mujer, sus preguntas me hubiesen obligado a describir una serie de manipulaciones bastante penosas.

2.- No pude saber qué papel jugaba Bolivia en este todo este asunto, la comida fue siempre excesivamente condimentada así que quizás fueran los encargados del catering. Si le interesa, averígüelo.

3.- Con la duplicación de la dosis de Lamictal y el agregado del Nefazodone, como me aconsejó, finalmente creo haber logrado el equilibrio. Otra vez gracias. Tengo la cabeza limpia, lamentablemente estuve haciendo un arqueo del botiquín y la medicación alcanza para los próximos 6 días  (96 giros orbitales)

4.- En mi casa quedó una bicicleta cross country rojo metalizado, hágasela llegar a mi ex, es para Matías. Consulte qué pasó con esa dichosa caja de ahorros y los depósitos de mi sueldo. Arregle con Martina y descuéntese lo que le quedé debiendo.

Usted puede comprenderlo mejor que nadie, Doc., ya no tengo la voluntad necesaria y por donde se mire la situación hace agua. Acabo de desconectar la Computadora Madre, ¿sabe?, desde nuestra discusión con los de la Base no hacía otra cosa que pedir disculpas, lloriquear y rogarme que volviésemos a nuestras charlas.
Nada sucede porque sí, toda acción conlleva una consecuencia, eso le gustaba decir en nuestras sesiones, mi visión siempre fue algo más caótica, Doc., lo que manda es el azar, lo arbitrario, un accidente me hizo conocerlo a usted, otro accidente leer el aviso del Programa Espacial Para.Bol.Ar, no hay una lógica, las cosas surgen cuando menos lo esperamos.

En fin, desde que comencé a escribirle este correo puedo ver por la ventanilla a mi hijo y a su madre; miran hacia la nave, inmóviles, aunque parecen relajados y con una expresión alegre en la mirada. Así de raro es todo: no sé si es otra alucinación o están ahí de verdad y recuperé a mi familia. Adiós, que le garue finito, Doc., no sé si fue un placer haberlo conocido.