lunes, 17 de septiembre de 2012

Abuso telefónico


Como todo argentino que se precie odio a mi telefónica, aborrezco hasta el cordón de los zapatos a esta gran empresa multinacional que lucra con la necesidad de la gente y luego de embolsar nuestros magros ingresos se los lleva al exterior. La sola enumeración de los abusos, el mal servicio, cuando no la abierta estafa con la confección de facturas en las que se necesita un egiptólogo para comprender lo qué se está pagando, alcanzarían para llenar un libro de quejas de diez tomos. Ahora bien, lo que hoy me sucedió, sin temor a exagerar, bien podría postularse para el Guinness de la irresponsabilidad y el destrato humanos.

En principio pido disculpas por no haberme presentado, todavía me dura la taquicardia y un leve temblor en el párpado derecho. Mi nombre es Juan Palín, tengo esposa y un hijo de cinco años, vivo en el barrio de Congreso, soy cobrador de una entidad de bien público (la Asociación Nacional de Teatristas Callejeros Retirados) actividad que –como es lógico- me obliga a estar fuera del hogar la mayor parte del día. Como además hago trabajos de empapelado y colocación de cortinas a domicilio, llevo en todo momento el celular activado y cada tanto levanto los mensajes recibidos en la línea fija de mi casa por si llama algún cliente.

La mañana de hoy fue particularmente atareada: arranqué temprano, desayuné con mi mujer antes de que saliese para su oficina, le di la leche y llevé a Nico al Jardín e inicié el primer recorrido: dos cobranzas por la zona de Retiro, tres por los alrededores del Correo Central, dos en Constitución y visité a una viuda que necesitaba redecorar una sala de costura para su cumpleaños de setenta.

Hacía el mediodía almorcé en una fonda en la zona de bancos y como tenía pendiente un presupuesto del día anterior, llamé desde el celular al buzón de mensajes de mi casa para saber si había tenido respuesta. Era la una de la tarde, lo recuerdo porque mientras pagaba y salía a la calle, en el televisor del bar pasaban un informe sobre la salud de Sandro y el notero antes de comenzar dijo la hora.

Para quien nunca ha utilizado el sistema de buzón de llamados, cuando se quieren levantar los mensajes hay que llamar al propio teléfono de línea, se deja sonar hasta que atiende el contestador automático, generalmente esto sucede a los cinco llamados, siguiendo las instrucciones de una voz grabada se pulsa asterisco y una clave de cuatro dígitos previamente establecida y así se accede a la cola de mensajes recibidos, se los escucha y luego se tiene la opción de guardarlos o borrarlos.

Estoy, entonces, saliendo del bar, decido caminar por San Martín en dirección a Plaza de Mayo cuando marco mi número, se establece la comunicación, me dispongo a esperar los cinco timbres acostumbrados cuando a los dos alguien descuelga y dice “hola” (primer escalofrío, pues en mi casa a esa hora no debe haber nadie); y en ese “hola” por timbre, modulación, tono, intensidad, etc., reconozco a mi propia voz diciendo “hola” (segundo escalofrío, este, como es lógico, de unos 6.5 grados en la escala Ritcher) ¿Se puede imaginar algo más aterrador? Intenten ponerse por un segundo en mi piel: ¿qué hubiesen hecho? Para mi sorpresa mi comportamiento fue de lo más digno: no grité, no me puse a correr como un desaforado, no me desmayé, debe haber ayudado el hecho de encontrarme entre esa multitud ruidosa en hora pico y a plena luz del día. Sólo atiné a cortar.

Inmediatamente me sucedió que dudé de lo que había pasado. Innumerables son los factores que pueden provocar una alucinación auditiva: la fiebre, por ejemplo, el estrés postraumático, sin contar el ácido lisérgico o la esquizofrenia. Sólo necesitaba confirmar que se trataba de una pura imaginación y para eso se hacía necesaria una única cosa: volver a llamar. Lo hice, dos timbres, levantan en tubo y otra vez mi voz, ahora con un principio de impaciencia, diciendo “hola”. Enmudecí por segunda vez pero esta vez no colgué, pensé a velocidad qué hacer: podía preguntar con quién estaba hablando para desenmascarar al impostor, o hacerle decir el número para constatar si era el correcto. De golpe escuche “¿Quien es, Juan?”, era Martina, mi mujer. “¡Vení, papi!”. “¡Nico, te dije que vayas a bañarte!”. ¿También estaba mi hijo? La voz volvió a decir nuevamente “hola” y ahora sí, con un temblor en todo el cuerpo, corté.

Me quedé como un zombie en mitad de una calle, sin saber muy bien dónde estaba ni qué sucedía. Evidentemente no se trataba de una alucinación. Aunque resultaba extraño que Martina y Nico en ese horario estuviesen en casa eran sus voces, sin lugar a dudas. Sin contar con la del tipo que había atendido, que si no era mi propia voz, puesto que yo estaba aquí y no allí y uno -que yo sepa- hasta ahora no puede duplicarse, era la de un imitador condenadamente inspirado.

No tenía muchas opciones, debía ir y enfrentar la situación. Paré un taxi y di la dirección de mi casa.

El viaje, a pesar del tránsito, en mi percepción duró lo que un parpadeo. Cuando llegué, la verdad sea dicha, me flaqueó el valor y tuve que dar una vuelta a la manzana para pensar la mejor forma de encarar el problema.

Decidí usar la llave de la entrada al edificio y apersonarme directamente en el piso nueve para tomar el toro por las astas.

- Hola –dijo mi mujer al abrir, se plantó y percibí que me estudiaba por un par de interminables segundos- ¡Pero pasá! ¡No te quedés ahí! No hay dudas de que sos pariente de Juan.

Conozco bien a Martina, estamos juntos hace trece años y creo que he aprendido a distinguir cuando está fingiendo. Si algo podía asegurar ahora era que no me reconocía.

- Salió a buscar una pizza para la cena. Ya vuelve ¿Sabe que venías?

Del pasillo veo aparecer a Nico abrazado a su muñeco inflable de Bart Simpson.

- ¿Vos quién sos? –me dice.

Aquí sentí un principio de nausea y se me bajó violentamente la presión. Mi mujer lo comprendió:

- ¿Te sentís mal? Nico, andá a traerle un vaso de agua al señor.

- No, no, ya se me pasa, sólo necesito sentarme –dije y fui hasta el sofá.

En ese momento escuché la llave en la puerta de entrada y vi entrar al otro. Traía una pizza en la mano, llevaba mis bermudas azules con mi remera desteñida de Los Redondos.

- Juan, vino tu primo.

Tenía mi mismo corte de pelo, nuestro parecido era perturbador.

- ¡Mirá vos, qué sorpresa! –dijo el falso yo muy sonriente- ¿Sos el hijo del tío Miguel, el de Carlos Casares?

- Se parecen un montón –agregó mi mujer.

- ¿Cómo te llamás? ¡Hablá, che, somos familia! –presionó con jovialidad el tipo.

- Juan.

- ¿Es una broma? –dudó Martina.

- No, no, puede ser. Hay un montón de Juan en la familia –aclaró el impostor.

Hasta allí pude contenerme. Me incorporé de un salto y grité:

- ¡SOY JUAN PALÍN, NO SOY NINGÚN PRIMO TUYO, NI UN CARAJO! ¡Y VOS SOS UN FARSANTE QUE SE APODERÓ DE MI CASA Y MI FAMILIA!

Con un movimiento que ahora juzgo algo aparatoso me llevé la mano al bolsillo trasero del pantalón. El otro se adelantó protegiendo con un brazo a mi mujer. En lugar de una Beretta a repetición saqué el portadocumentos, de él extraje la cédula y la levanté como si se tratase de la prueba irrefutable de un triple homicidio.

Martina abrió la boca con un gesto de asombro muy suyo.

- ¿Vos no serás el que llamó hace un rato? –dijo el falso yo.

- Ay, Juan, es un psicópata y yo lo dejé entrar. Vos vigilalo que llamo al 911.

Mi presión arterial volvió a caer y empecé a ver todo negro. Me dirigí como pude hacia la puerta y a los bandazos salí del departamento. Corrí escaleras abajo, en el tercer piso ya no pude contenerme, abrí la puerta del cubículo de los residuos y vomité el almuerzo sobre una bolsa del Coto y tres envases de plástico de Fanta Naranja.

Vagué sin rumbo. Así andaba el mundo –me dije- por algún fenómeno inexplicable acababa de perderlo todo: hogar, mujer, hijo, mi colección de etiquetas de cerveza, todo lo conquistado en una vida de trabajo “plop”, se había esfumado. Peor aún, había sido transferido a la cuenta de un pervertido que aprovechaba un parecido físico casual para apropiarse de lo ajeno.

Pensé en llamar a un amigo, que alguien me dijera si seguía siendo Juan Palín o si había pasado a ser otro. No, serenidad –reflexioné- soy un ser pensante, no tengo que desesperar. Sólo necesito hacer un raconto de lo sucedido. ¿Cuándo había comenzado todo? La respuesta se caía de su propio peso: con la llamada telefónica para recoger mis mensajes.

Había caminado durante casi una hora sin rumbo, reconocí la calle Uruguay, el localcito donde llevo a arreglar mi PC, la calle Viamonte y –milagro o casualidad- de golpe me encontré frente a la arcada de mi compañía de teléfonos. Decidí seguir el impulso y entré.

Me repugnan la imponencia y la modernidad de estos edificios, ante tamaña estructura el ciudadano de a pie no sabe bien por qué pero se siente en falta, se empequeñece; esa es la estrategia que utilizan estas empresas para violar sistemáticamente nuestros derechos más elementales. El mostrador de informes, puro vidrio polarizado y acero parecía una especie de nave intergaláctica. Me detuve ante la tripulante, una rubia de trajecito azul con cara de sueño. ¿A qué oficina debía dirigir mi planteo?

- Señorita, mire vengo por algo difícil de explicar…

- El buzón de mensajes –me interrumpió.

- ¿Cómo lo sabe?

- No se preocupe, los reconozco por la expresión ni bien trasponen la puerta giratoria –dijo- Suba al segundo piso, al fondo del pasillo, oficina 311.

Fui hacia donde me indicaba, subí en el ascensor. La recepcionista había dicho “los reconozco” -pensé- ¿Significaba eso que había más en mi situación, que no estaba solo con mi sufrimiento? En el box 311 me esperaba un tipo de traje gris de mediana edad.

- Siéntese y dígame su  número de teléfono, por favor.

- 43838261

- Señor Juan Palín, ¿no es así?

Moví la cabeza. El tipo se puso a teclear en su terminal con un gesto de concentración extrema:

- Bien, usted seguramente debe haber llamado a su línea para recoger sus mensajes y allí se inició el desajuste.

- ¿Si para usted es un desajuste? –dije sin poder contenerme.

El empleado levantó la vista de la pantalla y armó en el acto una sonrisa impostada:

- Despreocúpese que esto tiene solución. Primero vamos a chequear la línea. Aguarde un segundo. –volvió a teclear- Efectivamente usted está en el área de implementación del nuevo sistema de buzón de mensajes.

- ¿Nuevo sistema?

- Sí. El otro nos quedó chico y tuvimos que cambiarlo. Por suerte ha sido un área reducida y los damnificados son pocos.

La parsimonia del tipo comenzó a ponerme nervioso.

- Mire, estoy con este tema desde temprano y la verdad es que estoy algo cansado ¿Me podría decir qué sucede?

- Hemos tenido un inconveniente con el sistema, una cosa totalmente involuntaria, se nos desprogramó el uso horario y cuando usted llamó a su domicilio su teléfono adelantaba exactamente siete horas.

- No entendiendo

- A ver… -volvió a espiar en el monitor- En los registros me figura que usted hizo la última llamada a la una de la tarde. ¿Es correcto?

- Sí.

- Bueno, usted marcó a la una de la tarde, pero por el desajuste del que le estoy hablando esa llamada fue recibida en su hogar a las ocho de la noche. Fíjese, aquí en la pantalla se consigna claramente.

El tipo hizo girar el monitor pero yo no lo miré:

- ¿Y entonces?

- ¿A esa hora normalmente usted ya está de vuelta en su hogar?

Moví la cabeza afirmando.

- Correcto. Entonces esa llamada fue atendida por usted mismo.

Me zumbaron los oídos y me incorporé de un salto:

- Dígame, ¿esto es alguna especie de cámara sorpresa? ¿Usted me está jodiendo?

- No señor, tranquilícese. Esta empresa…

- Esta empresa es una vergüenza –lo corté ya abiertamente descontrolado- No sólo llamé a mi casa y me atendió un extraño, sino que fui hasta mi hogar. Ahora mismo, culpa de esa desprogramación del uso horario del orto de la que usted me habla, hay un tipo haciéndose pasar por mí…

Sin darme cuenta había comenzado a gritar:

- MÍ MUJER ME DESCONOCE, MI HIJO LLAMA A ESE TIPO PAPÁ, ESTOY EN LA CALLE. ¿LE PARECE GRACIOSO? ¿QUIERE QUE NOS RIAMOS JUNTOS? ¡DELE, JA-JA-JA!

A mis espaldas había comenzado a juntarse gente de los box vecinos, yo sentía que la cara me ardía. El tipo, con expresión de espanto, se puso a tartamudear:

- ¡S-señor, por favor! L-le repito, no se trata de ningún impostor, con quien usted inicialmente habló y luego a quien vio es a usted mismo exactamente dentro de –miró su reloj pulsera- dos horas y cuarto. ¿Termina de entender?

Cerré el puño derecho dispuesto a pegarle en la boca, pero entonces recordé dos detalles que en su momento me habían causado extrañeza pero que con los nervios había terminado por olvidar: cuando llamé a mi casa me pareció extraño que a esa hora estuviesen mi mujer y mi hijo, cuando debían estar en la oficina y en el jardín de infantes respectivamente, y luego cuando me apersoné en mi hogar eran cerca de las dos de la tarde y el impostor se había aparecido trayendo una pizza para la cena. Entonces, ¿en qué quedábamos? ¿Debía creerle a este espantapájaros?

El empleado, ajeno a mis pensamientos, había vuelto a teclear en su terminal:

- Aguárdeme otro segundo, lo estoy normalizando en este preciso instante. Ya está, solucionado, vaya tranquilo nomás, va a ver que en su casa ya va a estar todo normal.

- ¿Cómo “todo normal”? ¿Me sigue tomando para el joda? Mi mujer puede comprenderlo, pero a mi hijo Nico lo tenemos con psicopedagoga, sufre de terrores nocturnos. ¿Cómo va a entender la tarde que tuvo dos padres? ¿La telefónica se va a hacer cargo del tratamiento psicológico? ¿Me asegura que no le van a quedar secuelas?

- No termina de entender, lo que hice fue volver a programar su teléfono a la hora actual, a partir de este momento lo que usted, su mujer y su hijo vivieron no sucedió nunca, ¿me sigue?

- Más o menos.

- Respóndame a una pregunta sencilla: usted podría recordar lo que va a suceder dentro de seis horas.

- No.

- Es lo que le estoy diciendo. Su hijo y su mujer tampoco. 

Dicho esto, el empleado se puso de pie e impostó otra gran sonrisa con la evidente intención de despacharme.

- La empresa se disculpa por el error, para compensarlo la próxima factura le va a llegar con un importante descuento. Además va a recibir como obsequio dos entradas para el próximo recital de Madonna en la Argentina.

Me retiré todavía sumido en la confusión, sentía un odio amargo y al mismo tiempo la imposibilidad de descargarlo con alguien. ¿Qué hacer, prender fuego el edificio? ¿Esperar a que saliese el personal y atentar contra este pobre empleado? Se me ocurrió imaginar una docena de gruesos libros de quejas de tapas duras y rugosas enrollados con una poderosa prensa hidráulica hasta obtener doce compactos cilindros para meter por el culo al directorio completo de la telefónica. Con eso me sentí un poco mejor.

Decidí volver caminando a mi casa para terminar de tranquilizarme. Cuando llegué abracé con fuerza a mi mujer y a mi hijo (en definitiva, había recuperado a mi familia) Martina me miró extrañada. Me dijo:

- ¿Te sentís bien?

lunes, 3 de septiembre de 2012

Fuga de cerebros


Por la platea, de espaldas al  público, entran  desde extremos opuestos NELLY y CARLITOS. NELLY con un sacón de fantasía de artista de variedades, lleno de brillos, muy deteriorado, lentes de ciega, bastón blanco y una valijita. CARLITOS con un disfraz de gallo, con cola y cresta, también bastante apolillado. Hablan a los gritos, de un extremo al otro de la platea, hasta que CARLITOS va al encuentro de NELLY.

NELLY: ¡Por acá, marmota! ¡Hey! ¡Abombado! ¿Dónde te metiste?

CARLITOS: Nelly, estás yendo por el otro lado.

NELLY: ¡Callate ciego, no ves nada, no entendés nada, sos un cero a la izquierda!

CARLITOS: ¡Nelly vení! ¡Vamos a terminar presos!

NELLY: ¡Estamos en China o no estamos en China, mamerto! Y todo gracias a mí, vos no servís ni para espiar (se tropieza con alguien del público) ¡Cuidado señora, no sabe lo que es un no vidente!

CARLITOS: Vení, dame el brazo.

NELLY: ¡Dejame en paz! Sos la ignorancia con patas, si no fuera por mí que te doy orientación, que te llevo por la senda empinada del éxito, qué serías. ¡Permiso, permiso! ¿Son todos sordos estos?

CARLITOS: Son chinos, Nelly, no entienden.

NELLY: ¡Y qué aprendan!

CARLITOS: No grités más que nos echan.

CARLITOS ayuda a NELLY y suben al escenario. NELLY inmediatamente va a empezar a revolear el bastón pegándole a CARLITOS en los testículos, CARLITOS va a esquivar los bastonazos y siempre terminará ligando alguno. Ingresan a un gran salón vacío con algún detalle de cultura oriental. CARLITOS, asustado, mirará hacia el centro de la platea arriba, donde se encuentra el chino que los someterá al casting.

NELLY: ¡No empujés que no soy ganado! ¿Dónde está el ojos rasgados este?

CARLITOS: ¡Shht, ahí! ¡Bajá la voz! ¿Por qué no lo pensamos mejor? No conocemos nada de esta gente, por ahí no tienen sentido del humor.

NELLY: Acá está la plata, inútil, lo dicen todos los diarios, este país va a ser primera potencia. Empezá con el “Zombie que levita”

CARLITOS (se desespera): ¡Yo me voy!

NELLY (lo retiene de un brazo): ¡Vos no te vas a ningún lado!

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NELLY: ¿Qué dice?

CARLITOS (se inclina varias veces haciendo la reverencia): Que buenas noches.

NELLY: No, mejor arranquemos con “El Genio del Dardo Envenenado”

NELLY abre la valijita, saca un cartón donde está dibujado un blanco, se lo da a CARLITOS  y ella alista un juego de dardos.

CARLITOS: ¡Nelly, es una locura!

NELLY: Yo soy la que da las órdenes.

CARLITOS: Acá son distancias grandísimas. Andá a saber adonde hay un hospital. La última vez me perforaste la arteria femoral, perdí un litro de sangre.

NELLY: ¡No seas cobarde!

CARLITOS sostiene el blanco, cierra los ojos y tiembla, NELLY va a tirar el primer dardo pero se detiene.

NELLY: ¿Estás temblando?

CARLITOS: Un poco.

NELLY desiste de la prueba.

NELLY: Estoy desconcentrada. Decile que no hay buena luz, que no están dadas las condiciones.

CARLITOS: No hablo chino.

NELLY: Cómo que no hablas chino

CARLITOS: No

NELLY: ¿Pero entendés?

CARLITOS: Sí

NELLY: Y si entendés, tenés que hablar.

CARLITOS: No

NELLY: Si hablar y entender van juntos.

CARLITOS: No

NELLY: ¿Me estás cargando?

CARLITOS: Son cosas distintas.

NELLY: ¡No son cosas distintas!

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NELLY: ¿Qué dijo? 

NELLY  empieza a revolear el bastón, CARLITOS esquiva los golpes luego se inclina varias veces haciendo la reverencia.

CARLITOS: Que le gusta el gallo.

NELLY: ¡No te dije yo!

CARLITOS: Que le fabriquemos 4.650.000 gallitos de plástico y cerramos negocio.

NELLY: ¡Ganamos Carlitos, te dije, pasamos al frente!

CARLITOS: ¿De donde vamos a sacar cuatro millones de gallitos de plástico? ¡Estás delirando!

NELLY: Que sé yo. Hablá con tu prima Fanny, la que hace artesanías en la Feria de Mataderos.

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CARLITOS: ¡Epa!

NELLY: ¿Qué dijo?

CARLITOS: Nada.

NELLY: ¡Decí, qué dijo!

CARLITOS: Que al gallo lo compra, pero al enano ciego no.

NELLY: ¿Al enano ciego? ¿Me llamó enano ciego?

NELLY se le va al humo, revolea el bastón, CARLITOS trata de contenerla.

CALITOS: ¡Pará, Nelly, que terminamos presos!

NELLY: PONJA MUERTO DE HAMBRE, COME RATAS, ¿ME DIJISTE ENANO CIEGO? ¿SABÉS QUIÉN SOY YO, SABÉS ALGO DE MI TRAYECTORIA? YO TRABAJÉ CON DUILIO MARCIO, YO FUI INVITADA CINCO VECES A “LOS SÁBADOS CIRCULARES DE MANSERA”…

CARLITOS (desesperado, hace repetidas veces la reverencia): Vamos a terminar en Saigón en una cárcel comunista.

NELLY (revoleando el bastón): TE VISTE LA JETA, ANORÉXICO, HEPATÍTICO, ALIMENTADO A ARROZ...

CARLITOS (para sí): Nos van a hacer la tortura de la gota, nos van a colgar cabeza abajo. Los orientales son expertos en torturas. ¡Yo me voy! (NELLY lo retiene de un brazo)

NELLY: ¡No vas a ningún lado!

CARLITOS: Me hiciste viajar adentro de una maleta en la bodega del avión, hace tres días que no como...

NELLY: ¡No entendés nada! No ves que este tipo nos está sondeando, quiere saber cuales son nuestras potencialidades. ¡El futuro está en Oriente, retrasado! Algo le vamos a vender. Arrancá con el “Gallo Bataraz”.

CARLITOS: No Nelly.

NELLY: ¡Arrancá con el Gallo Bataraz, te dije!

CARLITOS: Hace un tiempo que no sale bien.

NELLY (castigándolo con el bastón): ¡Dale!

CARLITOS empieza a corretear en círculos y mueve el cuello como un gallo.

NELLY (al entrevistador): ¡Aprecie: esto es sinónimo de éxito! En nuestra época de furor hacíamos 42 whiskerías y 25 bailantas, arrancábamos en José León Suárez y terminábamos en Paso del Rey.

CARLITOS: ¡Ko-ko-ko-kó! ¡Ko-ko-ko-kó!

NELLY: ¡Así como lo ve, se terminaba pisando setenta y dos gallinas en una sola noche! ¡Seis temporadas a sala llena, dos premios Estrella de Mar!

CARLITOS empieza a agitar las alas, a mover la pelvis y a gemir como en una película porno.

CARLITOS: ¡Ko-ko-kó! ¡Oh yes, oh yes!  ¡Ko-ko-kó! ¡Oh my good, oh my good!

NELLY: ¡Explosivo, como que pone la piel de gallina, eh!

Silencio.

CARLITOS (angustiado): No responde Nelly.

NELLY: ¡A usted le estoy hablando! ¿Qué le pareció el número?

CARLITOS: Yo te espero en el Aeropuerto.

NELLY (lo agarra del brazo): ¡No te vas a ningún lado!  No te das cuenta de que esta sociedad pide a gritos nuestras creaciones, clama por nuestras ideas. La República Argentina, cuna de la inventiva: la jeringa descartable, el dulce de leche, el colectivo, las huellas digitales, y ahora el “Gallo Bataraz”.  Hablale de tus conocimientos científicos.

CARLITOS: ¿Qué conocimientos científicos?

NELLY: El curso ese de anestesia.

CARLITOS: ¡Radiestesia, Nelly, radiestesia!

NELLY: ¡Dale, hablale! Y no vuelvas a hacer caras que te estoy viendo.

CARLITOS: Creo que me voy a desmayar (Le da bastonazos, CARLITOS  los esquiva, traspira, se inclina en varias reverencias) Esteeee, independientemente de los emprendimientos q-que tenemos aquí con mi socia, soy un, un d-destacado científico (carraspea, NELLY lo amenaza con el bastón  para que siga) en el campo de la m-musicoterapia y la astrología kármica.

NELLY saca un diploma que guarda doblado en varias partes en un bolsillo y lo extiende al revés, CARLITOS  se lo acomoda.

NELLY: Su diploma de programador de software.

CARLITOS: También s-soy especialista en ejercicios espirituales inspirados en la doctrina un santo de nuestra tierra, e-el Pastor Giménez.

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NELLY: ¿Qué dijo, qué dijo? (revolea el bastón y CARLITOS intenta esquivarlo)

CARLITOS (haciendo repetidamente la reverencia): ¡A la mierda!

NELLY: ¡Hablá! ¿Qué dijo?

CARLITOS: Quiere que te desnudes.

NELLY: ¿Qué me desnude, yo?

CARLITOS: Qué sé yo, dijo: “quiero que el enano ciego se desnude”.

NELLY: ¿Y por qué me tengo que desnudar yo y vos no?

CARLITOS: ¡Qué sé yo, preguntale!

NELLY (va a sacarse el sacón pero se detiene): ¡No me desnudo nada! Seré atractiva, pero de ninguna manera soy un objeto sexual. Ya mismo lo voy a denunciar por acoso, vamos a sacar una ponchada de indemnización.

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CARLITOS: Dice que si te desnudás te contrata.

NELLY (cambiando): ¿M-me contrata? Ay no sé, si lo plantea así, tan de golpe.

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CARLITOS: Te contrata para el Zoológico de Beijin, que quedó una jaula libre hasta que repongan al mandril.

OFF DEL CHINO: Jo-jo-jo

CARLITOS: Jua-jua-jua.

NELLY, furiosa, revolea el bastón, CARLITOS esquiva los golpes.

NELLY: ¿De qué te reís?

CARLITOS: El chino estuvo bien, te jodió.

NELLY (masticando bronca): Mire, señor, sintetizando, que acá con mi socio tenemos una agenda apretada. Le vamos a hacer una última oferta (NELLY conmina a CARLITOS para que hable, pero este no sabe de que se trata) ¡Albañilería!

CARLITOS: ¿Albañilería?

NELLY: Y qué dije yo, albañilería, ¿no hacemos también albañilería?

CARLITOS: En realidad fueron dos meses que  trabajé en el corralón de mi cuñado, Nelly.

NELLY (amenazante): ¡DIJE ALBAÑILERÍA!

CARLITOS (atemorizado): Bueno, t-también hacemos trabajos de albañilería.

NELLY: Revoque fino y revoque grueso, hacemos también pintura impermeabilizante. ¿Ustedes no tienen, cómo se llama este paredón, la Muralla China?

Silencio.

NELLY: Okey, entonces fuegos artificiales.

CARLITOS: ¿Qué?

NELLY: ¡Fuegos artificiales, ignorante!

CARLITOS: Acá los fuegos artificiales son una industria, los chinos son los inventores de los fuegos artificiales.

NELLY: Le hacemos control de calidad: se los probamos para asegurar de que anden bien para el Año Nuevo Chino.

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NELLY (vuelve a revolear el bastón, CARLITOS esquiva los golpes): ¿Qué dijo, qué dijo?

CARLITOS: Dice que nos quedemos quietos.

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CARLITOS: Que levantemos las manos adonde él pueda verlas (CARLITOS levanta las manos)

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CARLITOS: Que no nos preocupemos que la policía de migraciones ya viene en camino.

NELLY: ¿La policía de qué?

CARLITOS: Migraciones (CARLITOS recoge la valija, empiezan a salir)

NELLY: Te das cuenta, Carlitos, cuánta incomprensión. Se niegan a ver el futuro. Dejalos que sigan haciendo barriletes. ¿Dónde pusiste el mapa?

CARLITOS: En la valija.

NELLY: Dicen que India está a punto de pegar el salto cualitativo, está en todos los diarios, esa es gente con sensibilidad, sabe apreciar el talento. ¡No empujés que no soy ganado!

APAGÓN