lunes, 25 de marzo de 2013

Loca por las plumas


Personajes:
Doctor
Evangelina

Entra el DOCTOR, guardapolvo blanco, muy formal, se dirige al público.

DOCTOR: Señoras, señores, el cerebro humano, los misterios de la personalidad, ¿cuándo nuestra capacidad de razonamiento funciona dentro de parámetros normales y cuándo estamos totalmente locos? Un enigma que desvela a científicos de las más diversas especialidades. Soy el Dr. Sergio Dapiaggi, experto en psiquiatría, vamos a ir inmediatamente a nuestro caso de hoy. ¡Señor director, por favor!

Se escucha ‘I love you baby’, entra una anciana de 79 años bailando, sensual,  lleva malla y plumas de vedette, corretea de un extremo al otro del escenario, ensaya pasos de baile mientras canta la letra de la canción. 

DOCTOR: Vamos a presentar el caso Evangelina. Evangelina, ama de casa jubilada, 79 años, viuda, tres hijos felizmente casados. La de esta anciana es una historia desgarradora, tiene su génesis en la calle Esmeralda, en las puertas del teatro Maipo. Tarde de lluvia, de pasada a casa de una de sus nueras, Evangelina resbala con una deposición de perro e impacta la cabeza contra el filo de un escalón del conocido teatro de revistas: a partir de ese momento está convencida de que es Nélida Lobato.

EVANGELINA sigue bailando, gira en torno del DOCTOR y de golpe queda congelada. El DOCTOR escucha su respiración, le mira las pupilas.

DOCTOR: Acaba de entrar en uno de sus estados catalépticos. Uno puede registrarlo por el ritmo cardíaco y sobre todo, por la expresión cuasi idiota de su rostro. A veces es posible que abra la boca y babee.

EVANGELINA de golpe vuelve a moverse, agita los brazos bailando “El lago de los Cisnes.

DOCTOR: El teatro está lleno, Evangelina

EVANGELINA: ¡Qué emoción!... Lo felicito, Fernández, en toda mi larga carrera usted ha sido mi mejor representante.

DOCTOR (al público): En este momento para su cerebro perturbado soy su representante Olegario Fernández, destacado empresario de la farándula (a EVANGELINA) ¡Escuche como la aplauden! (hace señas para que el público aplauda) La gente está conmovida, observe, algunos lloran (hace señas para que lloren)

EVANGELINA (reaccionando): ¿Quién llora?

DOCTOR (señala a un espectador): Por allí.

EVANGELINA (agresiva, al espectador señalado): ¿Y dígame, por qué llora? ¿No le gusta el espectáculo? ¿Para qué pagó la entrada, entonces? ¿Por qué no se va?

DOCTOR: No, Evangelina, llora de emoción.

EVANGELINA, despreocupada, vuelve a danzar.

EVANGELINA: No es para menos. Soy una bailarina soñada, una vedette explosiva, la estrella rutilante del firmamento artístico ¡Gracias, gracias, queridos míos! ¡Gracias mi público!  (recuerda algo, busca entre sus ropas un monedero, le da varios billetes al DOCTOR): Tome, Fernández, la recaudación de anoche. ¡Me quedaron los pies a la miseria!

DOCTOR (nervioso, oculta rápidamente el dinero): Está bien, está bien, Evangelina, je-je, dejémoslo para más tarde (al público) ¡Esta Evangelina! No vayan a creer que exploto a esta pobre mujer (exaltado) El dinero que produce Evangelina en la Panamericana ejerciendo el antiguo oficio que ustedes imaginan forma parte de su terapia de reinserción psico-social. Ha registrado avances notables y las ganancias son donadas íntegramente a la Fundación Internacional Felices los Locos, Chapitas y Afines.

EVANGELINA (cambiando): ¡Doctor, Doctor, la capa de hielo de Groenlandia!

DOCTOR: ¿Qué pasa con la capa de hielo de Groenlandia, Evangelina?

EVANGELINA: Se derrite. ¡Nos vamos a ahogar! Hay que nadar hacia la costa, venga, nade, nade, nade.

EVANGELINA empieza a nadar  y el DOCTOR la imita.

DOCTOR (al público): El síndrome de strees postraumático producido por el infausto golpe frente al conocido teatro genera una suerte de confusión espacio temporal.

EVANGELINA (cambiando, enamorada): ¡Ricardo, amado mío, volviste!

DOCTOR (cambiando, seductor): ¡Aquí estoy, baby!

EVANGELINA: Me trajiste flores, galante como siempre.

DOCTOR (entregándole flores imaginarias): ¡Aquí están, chiquita mía, te extrañé tanto, tanto, mi bomboncito de licor! (al público) Quiero aclarar, señora, que tampoco soy este tal Ricardo, un “latin lover” de cuarta que se las da de poeta y del que Evangelina, en su delirio, se ha enamorado perdidamente.

EVANGELINA: Me he aprendido el poema que me dedicaste. ¿Te lo recito?

DOCTOR (nervioso): ¡Ejem, no, no, amada mía, en otra oportunidad!

EVANGELINA: ¡Por favor, mi Romeo, te lo recito!

DOCTOR: ¡Dije que no, Evangelina, después!

EVANGELINA (solemne, conmovida): “Por la vía pasa el tren / por la ruta pasa el coche, / por mi mente pasas tú / todas las noches” (el DOCTOR enrojece, EVANGELINA, invirtiendo los roles, hace señas para que el público aplauda) Escucha como aplauden, amado mío, tu también eres un gran artista.

EVANGELINA vuelve a bailar y a cantar.

EVANGELINA: ‘I love you baby’/ ‘la-la-la-lá’

Se detiene de golpe en otro estado cataléptico.

DOCTOR: ¿Cómo reinsertar a este ser sensible? Esperen que la corro (el DOCTOR agarra a EVANGELINA y la alza y la corre a un costado como si fuera una lámpara) Decía ¿cómo reinsertar a este ser sensible en la sociedad de la que formaba parte? (el DOCTOR saca un papel de un bolsillo) Me escriben muchas señoras haciéndome múltiples consultas: por ejemplo aquí Amparo de Hurlingham pregunta: ¿tejer al crochet puede ser motivo de acoso sexual? Es un caso interesante, veámoslo: ¡Evangelina! ¡Despierte, Evangelina, vamos! (DOCTOR cachetea a EVANGELINA para que vuelva en sí) Evangelina, le pido un favor, retome el tejido de esa tricota que estaba haciendo.

EVANGELINA saca de una bolsa un tejido y se pone a tejer moviendo exageradamente los hombros, en algo que pretende ser sensual.

DOCTOR: Crochet, Santa Clara o Punto Inglés, es indistinto. Obsérvese la sensualidad de los movimientos de Evangelina al tejer, esta bien que en su delirio está convencida de que es una vedette, pero si esta mujer realizara esa labor en un espacio público, como ser una plaza, el puente Alsina o un transporte urbano de pasajeros, podría provocar una justificada reacción del sexo opuesto. Por eso, Amparo de Hurlingham, contestando a su inquietud: si necesita tejer, es aconsejable hacerlo en la intimidad del hogar, a salvo de la poderosa pulsión erótica que la práctica del tejido de punto provoca en el hombre.

EVANGELINA (cambiando): ¿Qué hace usted aquí señor?

DOCTOR: ¿Cómo qué hago?

EVANGELINA: ¿Para qué es ese calefón?

DOCTOR (desconcertado): ¿Calefón?

EVANGELINA: Sí, ese calefón. ¿Qué, es ciego?

DOCTOR (mira bajo su brazo) ¡Ah sí, el calefón, perdóneme! Soy el plomero, se le había tapado la sentina, recuerda, y vengo a instalarlo.

EVANGELINA: Pero apúrese, mi amado Ricardo va a volver en cualquier momento. ¿No lo vio?

DOCTOR: Creo que está en el baño.

EVANGELINA retoma la danza.

EVANGELINA: Tengo que ensayar una coreografía muy difícil para él. ¿Usted vio Flash Dance? Deje ese calefón y ayúdeme.

EVANGELINA hace unas figuras de baile, el DOCTOR la eleva sosteniéndola de la cintura. De golpe EVANGELINA lo rechaza con violencia.

EVANGELINA: ¡Vete, Ricardo, te odio, me escuchaste!

DOCTOR: ¿Qué pasa?

EVANGELINA: ¡Estás mirándola de nuevo! (señala a una mujer del público)

DOCTOR: ¿A quién?

EVANGELINA: A esa

DOCTOR: ¡Mi chocolate glaseado, te juro que solo tengo ojos para ti!

EVANGELINA: ¡No te hagas el idiota!

DOCTOR: Esa mujer es la primera vez que viene, estamos en un teatro, el público cambia con cada función.

EVANGELINA: ¡Sí, claro, estamos en un teatro, y yo soy la princesa Máxima Zorreguieta! No vas a engañarme de nuevo, Ricardo, te dije que no volvieras a hacerlo. Debo asesinarte (EVANGELINA saca de entre sus ropas un cuchillo y lo acuchilla varias veces, es un cuchillo de utilería de esos en los que la hoja de oculta en el mango. Acto seguido entra en otro  estado de catalepsia)

DOCTOR (le mira las pupilas, le ausculta la respiración, le saca el cuchillo de las manos y lo muestra al público): ¡Esta Evangelina! Cuando seres con esta patología intentan clavarles un cuchillo, no hay que contradecirlos. Oponer resistencia puede provocarles una regresión. Hay que conservar la calma y dejarse asesinar. Por eso es conveniente, señora, señor, cambiar los utensilios punzantes del hogar, tijeras, pelapapas, cuchillos, sacacorchos, por elementos como estos.

EVANGELINA sale de su estado de parálisis y, con gran agitación comienza a correr y agitar los brazos enloquecidamente.

EVANGELINA: ¡Doctor, ayúdeme!

DOCTOR: ¿Qué le pasa?

EVANGELINA: Las ballenas, otra vez, volvieron a meterse al living.

DOCTOR: Déjelas retozar, no pueden estar mucho tiempo encerradas.

EVANGELINA: De ninguna manera, me ponen los pisos a la miseria. ¡Ayúdeme!  (EVANGELINA va hasta el borde del escenario y agita los brazos) ¡Fuira! ¡Fuira! Hay que sacarlas por la ventana, que vuelvan al patio.

Durante el parlamento del DOCTOR, EVANGELINA sigue arriando ballenas, las lleva hasta la platea donde se encuentran las hipotéticas ventanas, alguna siempre se le escapa, se le escabulle hacia los camarines, por entre bambalinas, EVANGELINA ira a buscarlas.

DOCTOR (al público): Las alucinaciones, un tema recurrente en este tipo de casos. Para Evangelina hoy son las ballenas, pero debo relatarles una historia asombrosa que la tiene como protagonista: comienza cuando la paciente cambia el pegamento de su dentadura postiza, la nueva marca al parecer tiene un compuesto químico prohibido que la endroga, Evangelina primero se convence de que es Fidel Castro, luego que levita, hasta que finalmente comienza a experimentar visiones premonitorias, la noticia corre como reguero de pólvora en su barrio, las comadres hacen cola para hacerle consultas sobre el futuro. En una oportunidad Evangelina visualiza que tropas irakies van a invadir Kuwait, uno de sus hijos se contacta con las fuerzas de la OTAN en el Golfo Pérsico, lo denuncia, y así es como nuestra querida Evangelina recibe en 1990 el Premio Saddam de Bronce al Mantenimiento de la Paz. Muestre la medalla. ¡Aplausos por favor! (EVANGELINA, orgullosa, recorre el escenario mostrando una medalla que lleva prendida al pecho) ¡Escuche, escuche como la adoran!

EVANGELINA vuelve a danzar.

EVANGELINA: ¡Gracias, gracias, público mío, gracias!

DOCTOR (mira la hora): Bueno, Evangelina, yo la noto cada vez mejor, que quiere que le diga. Páseme el monedero (le saca varios billetes) Son 500 pesitos. La veo la semana entrante. Acuérdese que debe seguir con su rehabilitación en la Panamericana y tómese estos comprimidos (redacta una  receta) Ahora me retiro, tengo muchísimo trabajo (saluda al público con una inclinación) ¡Buenas noches!

El DOCTOR sale.

EVANGELINA (ocupa el centro del escenario, fija la vista hacia un punto elevado de la platea): Ricardo, amado mío, ¿me escuchas? No soy una chica fácil, Ricardo. Sin ti, últimamente he tenido pesadillas tan horrendas. ¿Qué sabemos del amor, amado mío? (pausa, mira el entorno para ver si el DOCTOR se fue, cambiando, se dirige al público) Ustedes vieron: qué triste, ¿no? En su delirio cree que es un médico psiquiatra y yo una de sus pacientes más graves. ¡Una verdadera pena! ¡A mí me parte el alma! Hay que seguirle la corriente, es parte del tratamiento. Es un sobrino segundo y una por la familia hace cualquier cosa. ¡Que misterio el cerebro humano! ¿No?

APAGÓN