viernes, 14 de febrero de 2014

Gombrowicz (escena corta para cuatro personajes)


TERAPEUTA: Diga de una vez, ¿cuál es esa fantasía?
 
PACIENTE: N-no puedo
 
TERAPEUTA: ¿Cómo que no puede?
 
PACIENTE: No puedo.
 
TERAPEUTA: ¡Vamos, Cárdenas!
 
PACIENTE: ¿No hay nadie escuchando?
 
TERAPEUTA: Pero quién va a haber, hombre, esta es su sesión de terapia.
 
PACIENTE: S-siento que me golpean.
 
TERAPEUTA: ¿Lo golpean?
 
PACIENTE: Sí, e-estoy en mi casa, tocan el timbre, abro la puerta, entra un montón de gente desconocida y se turnan para golpearme, en el cuello y en las articulaciones. Después entra un Juez, dice “sentenciado”, ordena que me desnude y todos aplauden.
 
TERAPEUTA (toma nota): “Golpe / desnudez / aplauso” ¡Ajá!
 
PACIENTE: ¿E-eso es grave?
 
TERAPIA: No, no, en principio no tiene por qué ser grave.
 
PACIENTE: A-anoche volví a tener ese sueño.
 
TERAPEUTA: ¿Qué sueño?
 
PACIENTE: Soy un medallón de merluza. E-estoy en la góndola de los frescos y los congelados y los yoghurst de golpe empiezan a decir: “¡Se acerca nuestra fecha de vencimiento! ¡Se acerca nuestra fecha de vencimiento!” ¡Uuuuuuh! (llora)
 
TERAPEUTA: ¡Serenesé!
 
PACIENTE: N-no sabe el clima que se creaba en esa góndola, Licenciada. ¡Íbamos a morir!
 
TERAPEUTA: Dije que se serene.
 
PACIENTE: Es que me siento tan poca cosa, cuando mi madre no esta en casa a veces me meto en una bolsa negra de consorcio, bajo a la calle y me tiro yo mismo en el container de la basura.
 
TERAPEUTA: ¿Que medicación está tomando?
 
PACIENTE: Hago gárgaras con agua y sal.
 
TERAPEUTA (toma nota): “Agua y sal” ¡Ajá!... Suspenda, Cárdenas, eso es una estupidez,  no le puede hacer ningún efecto. A ver si me comprende: a lo que hay que abocarse acá es a crear en su psiquis una ilusión, construir una esperanza. ¿Me explico? Dígame: ¿en éste momento cuál es su anhelo, que desearía con más fuerza?
 
PACIENTE: ¿Qué desearía con m-más fuerza? (piensa) Una fugazzeta rellena, me comería una fugazzeta rellena con mucha cebolla, jamón y queso.
 
TERAPEUTA: Cuando sale se va a una pizzería. Me estoy refiriendo a otra cosa, haga trabajar esas neuronas. ¡No puede ser que sea tan imbécil!
 
PACIENTE: U-una familia...
 
TERAPEUTA: Ahí está, bien, ve cómo, si se lo propone, sale: una familia, excelente.
 
PACIENTE: Como la suya...
 
TERAPEUTA (nerviosa): Bueno, ejem... por qué cómo la mía,  Cárdenas, por favor, yo no soy el tema de esta charla.
 
PACIENTE: Es que usted tiene una hermosa familia: e-el otro día lo vi a su marido, Licenciada...
 
TERAPEUTA (nerviosa): ¿A mi marido, dónde vio a mi marido?
 
PACIENTE: En el videoclub de la esquina. E-es tan varonil. ¿Cómo hace?
 
TERAPEUTA: Ejem... Cárdenas, por favor, le repito...
 
PACIENTE: Me gustaría tanto, no sé, poder escupir de costado como lo hace su marido, llevar esa camiseta  m-musculosa... ¡Uuuuuuuh! (llora)
 
TERAPEUTA: Otra vez no, por favor.
 
MARIDO (irrumpiendo en pantalón pijama y musculosa): ¡Susana!
 
PACIENTE: S-su marido, licenciada.
 
TERAPEUTA: ¿Qué hacés acá?
 
MARIDO: La mayonesa.
 
TERAPEUTA: ¿Qué?
 
MARIDO: La mayonesa, que dónde está el frasco de la mayonesa.
 
TERAPEUTA: ¿¡Pero no ves que estoy con un paciente!?
 
MARIDO: Y yo hace una hora que estoy buscando la mayonesa. ¿Cuál es?  Busqué en la heladera, busqué en la alacena, en el placard del dormitorio, hasta en la caja de herramientas busqué.
 
TERAPEUTA: Andá y preguntale a la sirvienta.
 
MARIDO: Se fue.
 
TERAPEUTA: ¿Se fue, que Rosa se fue?
 
MARIDO: Sí, qué sé yo, se fue.
 
TERAPEUTA: Mirá, Héctor, no me vas a hacer perder el equilibrio, estoy con un paciente. No me provoques, si Rosa se fue los dos sabemos bien por qué… ¡SE HARTÓ  DE QUE LA PERSIGUIERAS! ¡ASQUEROSO! (el PACIENTE da un respingo)
 
MARIDO: ¿Quién? ¿Yo?
 
TERAPEUTA: ¡SÍ, VOS! (controlándose) Mirá, ahora te vas, okey.
 
PACIENTE: Doctora, si quiere y-yo puedo venir en otro…
 
TERAPEUTA: ¡USTED SE CALLA, CÁRDENAS!... Héctor, no pienso discutir, te pido por favor (le señala la puerta)
 
MARIDO (desentendiéndose, al PACIENTE): Vos sabés que te miro y te miro… Me digo, a este lo conozco de algún lado (agarra las anotaciones de la TERAPEUTA y lee) Epa, sí que estás complicado, chabón.  ¿Cárdenas es tu apellido?
 
TERAPEUTA (le quita las anotaciones): ¡Dame eso!
 
PACIENTE (deslumbrado): C-cárdenas Bartolomeu
 
MARIDO: Cárdenas Bartolomeu, claro.
 
PACIENTE: N-nos vimos en el videoclub.
 
MARIDO: En el videoclub, sí señor. (confianzudo, se sienta junto al PACIENTE y le pasa un brazo por los hombros) Cárdenas Bartolomeu... Sabés, Cárdenas Bartolomeu, yo soy un hombre de múltiples ocupaciones, soy relacionista público, estoy en la Bolsa, viajo mucho, ¿me comprendés?, pero en la temporada que paro en esta casa, a las seis en punto me levanto de la siesta, voy al baño, después paso por la cocina, cazo un pan francés  y me preparo mi sánguche de salame picado fino, queso, tomate,  palmitos y mayonesa.
 
TERAPEUTA: ¡Héctor, por favor! (le señala la puerta)
 
MARIDO: Como toda persona normal necesito mi sanguche, es un hábito. ¡Y ESTA… (levanta la voz, el PACIENTE vuelve a sobresaltarse) pretende que yo pase un día entero sin ese alimento vital para mi delicado estómago! ¿Te parece bien, es justo?
 
PACIENTE: B-bueno...
 
TERAPEUTA (amenazante): ¡No tiene que contestar, Cárdenas!... Escuchame, enfermo, si la sirvienta se fue, entonces andá y preguntale a Carolina.
 
MARIDO: ¿A tu hija? ¡Olvidalo!
 
TERAPEUTA: ¿Qué pasa? ¿Qué pasó con Carolina? ¿Qué le hiciste? Te conozco, ¿volvieron a pelear?
 
MARIDO (al PACIENTE): ¿Cómo podés aguantar a alguien así, Cárdenas? Mirala, ansiosa, llena de inseguridades. ¡Es desesperante!
 
TERAPEUTA (feroz): ¡CONTESTAME!
 
MARIDO: Te contesto: NO SE. Desde anoche que está encerrada en su habitación, escuché ruidos raros, creo que trajo a alguien a dormir.
 
PACIENTE (tras un silencio incómodo, incorporándose): B-bueno, Licenciada, si salgo ahora por ahí puedo llegar a la pizzería...
 
TERAPEUTA (empujándolo en el asiento): ¡USTED SE QUEDA!
 
(La TERAPEUTA suspira, derrotada, se sienta en el sofá, el PACIENTE, queda entre ambos. Pausita. De golpe le tira un puñetazo al MARIDO por sobre el PACIENTE)
 
MARIDO: ¡No pegués!
 
TERAPEUTA: Decime, ¿qué querés de mí, Héctor? ¿Qué estás haciendo? Vos sabés que no podés estar en esta casa.
 
MARIDO: Soy tu marido.
 
TERAPEUTA: ¡Eras! Por orden judicial no podés estar a menos de quinientos metros a la redonda.
 
PACIENTE: Tal vez, en lugar de una fu-fugazzeta rellena con jamón y queso, sería mejor una pizza primavera con tomate cortado en rodajas gruesas…
 
TERAPEUTA: Intento rehacer mi vida, retomar mi profesión y vos venís con toda esta carga de burla, de cinismo. ¿Por qué sos tan egoísta?
 
(La TERAPEUTA vuelve a golpear al MARIDO por sobre el PACIENTE, el MARIDO le da un tirón de pelos)
 
TERAPEUTA: ¡Ay!
 
MARIDO: ¡Te dije que no pegués!... Todavía estamos unidos.
 
TERAPEUTA: ¡Delirás!
 
PACIENTE: Pero sin ajo, claro, porque mamá siempre dice que el ajo licua la sangre.
 
MARIDO: Yo te amo.
 
TERAPEUTA: ¡Y YO TE VOY A HACER METER PRESO! ¡ASQUEROSO! ¡TE LO ADVERTÍ MÁS DE UNA VEZ! (entra la HIJA, vestida de cuero y tachas, pelo parado, la cara pintada al estilo “punk”) ¡Hija! ¡Carolina!
 
(Como hipnotizada por el PACIENTE, la hija avanza hacia él. Éste se asusta, se incorpora y huye a un rincón, se pone en cuatro patas)
 
PACIENTE: Gauuuu, guauuu, guauuuu.
 
MARIDO: ¿Qué pasa, titán?
 
TERAPEUTA: ¡Por favor, déjenlo en paz! Lo ponen nervioso y vuelve a sus episodios piscóticos. ¡Así no se puede trabajar! Lo habíamos establecido: de esa puerta para allá soy Susana, para acá soy la Licenciada Susana Comelles Ruiz.
 
MARIDO (burlón): ¡Ay, la Licenciada Susana Comelles Ruiz! (le acaricia la espalda al PACIENTE) Bueno, bueno, Boby, tranquilo. ¡Sit! ¡Sit! ¡La patita, la patita! (el PACIENTE obedece) ¡Muy bien, buen chico!
 
TERAPEUTA (abstraída en la hija): Carolina, a ver, nosotras habíamos convenido algo… (intenta abrazarla y esta la rechaza, la toma de un brazo y se la lleva lejos del PACIENTE) Vení. ¿Por qué estás tan agresiva? Nosotras siempre fuimos compinches, si estás algo desorientada dialoguemos (al MARIDO) ¿Qué le pasa?
 
MARIDO: No sé. Escribió con aerosol toda la pared del living, puso que no quiere hablar hasta que un tal Marilyn Manson sea nombrado Papa.
 
(Pausa, el PACIENTE se recupera y, desorientado, vuelve al sofá, el MARIDO se sienta otra vez junto a él, la TERAPEUTA toma el teléfono)
 
TERAPEUTA: ¡Hola, Juzgado, con la oficina del Dr. Lynch!...Gracias, espero...
 
MARIDO: Hoy evidentemente no es mi día, Cárdenas, al final creo que me voy a quedar sin el sánguche. Tengo 50 años, ¿sabés?, y siento que atravesé la mitad de la vida y todo lo que he sembrado se me escurre entre las manos.
 
TERAPEUTA: ¿Dr. Lynch?... Mi marido... Sí, mi marido... Necesito que envíen un patrullero... ¡Sí, otra vez!...
 
(la HIJA se sienta a los pies del PACIENTE le toma una mano y le lame los dedos)
 
MARIDO: La financiera, la mesa de dinero… ¡Cuántos sueños, cuánto esfuerzo!…
 
PACIENTE (angustiado): ¿Qué me hace en la mano? ¿N-no me la querrá comer?
 
MARIDO: ¿Eh? No, despreocúpate, es solo una adolescente en plena crisis. Observala. Me pregunto cómo pude haber traído algo así al mundo. Uno debería engendrar únicamente hijos varones.
 
TERAPEUTA (al teléfono): ¿Cómo que no hay disponibilidad? ¡Están obligados! Se lo tienen que llevar... ¡PRESO, IDIOTA, SE LO TIENEN QUE LLEVAR PRESO!
 
MARIDO: No sé, a veces siento como un nudo en el estómago. Pienso, me interrogo (de golpe agarra al PACIENTE de las solapas) Decime, ¿por qué estamos acá? ¿Existe la felicidad? ¿Cuál es el sentido de la vida?
 
TERAPEUTA: ¡No tiene que responder, Cárdenas! (separando al MARIDO del PACIENTE): ¡Dejalo en paz, haceme el favor! 
 
(El PACIENTE, aterrado, tiene otro brote y empieza a cabalgar en círculos en torno al sofá)
 
TERAPEUTA: ¡MIRÁ LO QUE HICISTE!... Héctor, si no querés terminar preso, andate, ya te denuncié.
 
MARIDO: No me soprende, vos no cambiás más.
 
TERAPEUTA: ¡Vos sos el que no cambia más!
 
MARIDO: Sabés qué, actuás así por despecho. Y eso significa una sola cosa.
 
TERAPEUTA: ¿Ah, sí? A ver, ¿qué significa?
 
MARIDO: Qué estás loca por mí. Pero es inútil, vos nunca lo vas a entender. ¡Vamos, Cárdenas!
 
(De improviso, el MARIDO se monta a la espalda del PACIENTE, la TERAPEUTA los persigue)
 
MARIDO: ¡Aioooo, Silver! ¡Ta-ra-ran ta-ra-ran tan tan / ta-ra-ran tan tan!  Así es el  mundo, chabón. Como te decía, yo tenía mi cueva en Puerto Madero, mi cartera de clientes, lo más alto de lo más alto. El dinero fluía a mares... ¡Guarda la mesa!
 
TERAPEUTA: ¡No lo escuche, Cárdenas! ¿Por qué mejor no hablás de lo que le hiciste a mis pacientes?
 
MARIDO: Los ayudé a invertir
 
TERAPEUTA: ¡Los robaste!
 
MARIDO: El mercado es fluctuante, en esto no siempre se gana.
 
TERAPEUTA: ¡ERAN PACIENTES DE RIESGO, INMUNDO, PACIENTES SUICIDAS!
 
(En una de las vueltas, el MARIDO manotea la cartera de la TERAPEUTA y  le saca la billetera) 
 
TERAPEUTA: ¡Dame esa billetera, Héctor!
 
MARIDO: Es un pequeño préstamo. Ahora hay que darse a la fuga, saltaremos ese acantilado, Cárdenas. ¡Arre!
 
(La TERAPEUTA consigue desestabilizar al MARIDO, que cae al piso, lo agarra del pelo e intenta sacarle la billetera. La HIJA, a su vez, agarra de un pie a la TERAPEUTA y le muerde la pantorrilla. Quedan trenzados los tres en el piso)
 
MARIDO: ¡Soltame!
 
TERAPEUTA: ¡Aaaay! ¡Carolina, por favor!
 
MARIDO: Si me largás los pelos ella te suelta.
 
TERAPEUTA: ¡Ni lo sueñes!... Nena, me estás haciendo daño.
 
MARIDO: ¿Me vas a soltar?
 
TERAPEUTA: ¡Basta!
 
(El PACIENTE vuelve de su delirio y se queda parado observando a los que yacen en el piso)
 
PACIENTE: B-bueno, uy, se hizo la hora, ¿no? (mira su reloj) Este reloj l-la verdad es que no funciona bien, es un recuerdo de mi padre. Mamá dice que igual tengo que seguir usándolo porque los relojes digitales provocan cáncer. Licenciada, ¿entonces nos vemos el martes? (va hacia la puerta)
 
TERAPEUTA: ¡LE PROHÍBO QUE SE VAYA, CÁRDENAS!
 
MARIDO: ¿Me vas a soltar?
 
TERAPEUTA: ¡Carolina, me estás clavando los dientes!
 
(El PACIENTE duda, a continuación, intentando que no se le arrugue la ropa, se recuesta en el piso y reptando lentamente se une al grupo agarrándose de un pie de la hija)
 
TERAPEUTA: ¡Cárdenas!
 
MARIDO: ¿Qué pasa, Susana?
 
TERAPEUTA: ¡Le ordeno que se separe, Cárdenas, esta es una disputa familiar!
 
MARIDO: No veo. ¿Qué está haciendo? ¿Te está tocando?
 
TERAPEUTA: A la nena, Héctor, está tocando a la nena... ¡Retírese, le digo!
 
MARIDO: ¡TE ESTÁS PROPASANDO, CHABÓN, DEJÁ A MI HIJA O TE BAJO TODOS LOS DIENTES!
 
PACIENTE: N-no puedo.
 
TERAPEUTA: Sí puede, Cárdenas.
 
PACIENTE: N-no puedo.
 
TERAPEUTA: Respire hondo, le repito que sí puede.
 
PACIENTE: U-una familia, ustedes son u-una familia.
 
TERAPEUTA: Pero no su familia.
 
PACIENTE: M-mi familia
 
TERAPEUTA: No su familia, usted es mi paciente.
 
MARIDO: Y ESTÁS TOTALMENTE COLIFATO. ¡DEJÁ A LA NENA O TE REVIENTO!
 
TERAPEUTA: ¡Vos cállate, Héctor!
 
PACIENTE: Mamá.
 
TERAPEUTA: No, mamá no, Cárdenas, soy la Licenciada Susana Comelles Ruiz y usted está haciendo una regresión. A ver, suelte a la nena y respire hondo. Usted debe reconciliarse con la imagen de su padre, debe reconstruir su propia idea de familia. ¿Me escucha?
 
PACIENTE: ¿Papá?
 
TERAPEUTA: Sí, Cárdenas, su padre. Deje fluir su memoria emotiva, ¿Qué imágenes guarda de él? ¿Su padre le traía golosinas a casa?
 
PACIENTE: Chicles Yun – yun.
 
MARIDO: ¡Chicles Yun-yun, muy bien!
 
(De improviso, la HIJA suelta la pierna de la TERAPEUTA, se le monta encima al PACIENTE y lo besa con furia en la boca. El PACIENTE siente pánico, quiere escaparse y no lo consigue)
 
PACIENTE: Hmmmmmmm.
 
TERAPEUTA: Por favor, enfóquese en lo que le estoy diciendo, Cárdenas.
 
PACIENTE: Hmmmmmm.
 
MARIDO: ¿Qué pasa, Susana, por qué hace ese ruido con la boca?
 
TERAPEUTA: No sé, no responde al estímulo terapéutico y está por violar a la nena, vas a tener que intervenir.
 
MARIDO: Entonces soltame el pelo.
 
TERAPEUTA: ¿Vos me devolvés la billetera?
 
MARIDO: Si me decís dónde está la mayonesa, te la devuelvo.
 
TERAPEUTA: Okey.
 
(El MARIDO se incorpora, corre a la HIJA de arriba del PACIENTE y lo inmoviliza con una toma al cuello)
 
MARIDO: ¡Tranquilo, titán, no te retobes!
 
TERAPEUTA (va hasta el teléfono y llama): Hola, Clínica… La Licenciada Ruiz, por favor mándeme un móvil con dos enfermeros (pausita, suspira, al PACIENTE) Ay, Cárdenas, Cárdenas,  acaba de violar el acuerdo terapeuta/paciente, no sería una buena profesional si no lo reporto.
 
PACIENTE: ¿Sí?
 
TERAPEUTA: Si, no me dejó otra salida. Su referencialidad sufrió lo que técnicamente se entiende como “lapsus de recognocibilidad invertida”. Un pequeño desajuste, no debe alarmarse. A propósito, ¿usted me pagó las últimas tres sesiones?
 
PACIENTE: N-no recuerdo, Licenciada.
 
(El MARIDO lo mantiene inmovilizado, la HIJA lo palpa, le saca la billetera y se la da a la TERAPEUTA, que le extrae los billetes que contiene)
 
TERAPEUTA: A pesar de todo la verdad que estoy contenta: ha tenido una gran progreso.
 
PACIENTE: ¿L-le parece?
 
TERAPEUTA: Sí, sí, tal vez tenga que volver a un par de sesiones más, pero casi podemos considerar que tiene el alta.
 
PACIENTE: ¿Y si regreso, podemos v-volver a agarrarnos todos en el piso?
 
TERAPEUTA: No, temo que eso va a ser imposible (al MARIDO) Bueno, llevalo al hall que pasan a retirarlo, Héctor.
 
(El MARIDO y el PACIENTE salen. La HIJA está totalmente transformada, sonríe, se abraza a la TERAPEUTA)
 
TERAPEUTA: ¿Estás mejor, nena?
 
HIJA: Sí, má.
 
TERAPEUTA: Vi un vestido alucinante en la galería de abajo, ¿me acompañás a probármelo?
 
HIJA: Bueno, dale.
 
APAGON