martes, 11 de diciembre de 2018

Gemelos

Con la chomba puesta Miguel Villafañe parecía tener una joroba, pero en la peña sabíamos que no era eso. Lo que abultaba en mitad de la espalda de nuestro amigo no era una joroba sino un hermano gemelo malogrado, o nacido a medias, o no desarrollado del todo. Una cosa bastante fea de ver.

Miguel no era de la ciudad, había aparecido un otoño tres años atrás trasladado del banco en el que trabajaba y no recuerdo si fue Marcelito o el Zurdo Alciati quien lo llevó a uno de los asados de los jueves.

Congeniamos enseguida, era un tipo tranquilo, extremadamente callado. Por supuesto ocultaba el fenómeno casi todo el tiempo, andaba siempre con campera liviana o con un pullover atado en los hombros, incluso en verano. Pero con el Gordo Arturo, Marcelito, Bobina, el Zurdo, Carmelo y el resto vaya uno a saber por qué extraña química Miguel se relajaba y cuando le tocaba asar se sacaba la chomba y el portento salía a la luz.

Como dije, era una cosa fea de ver: una vez destapado un elfo chiquito y deforme, con algo de muñeco de ventrílocuo, se asomaba estirando el cuello por encima del omóplato derecho de nuestro amigo y antes de que uno venciera el escalofrío con voz de pito largaba la primera provocación:
- Qué dicen los cráneos, ¿hoy tenemos algo interesante o hay que seguir escuchando sobre la campaña de Racing y genialidades por el estilo?
Porque el gnomo este además de ser extremadamente venenoso era rápido y de lengua filosa. La contracara de su pobre hermano, que con la mirada baja nos pedía mudamente que le tuviésemos paciencia.

Que lo llamáramos Ramón, así pidió Miguel porque ese era el nombre que le había elegido su difunta madre.

Gente desgraciada, marcada por la enfermedad o algún defecto no tiene por qué ser buena gente, hay seres feos por fuera y por dentro y Ramoncito, el hermano gemelo de Miguel, era el ejemplo perfecto.

Por ahí estábamos sentados junto a la pileta viendo anochecer, o en torno a la parrilla contemplando el chisporroteo de las brasas y sin que viniera a cuento, largaba:
- Qué vidas de mierda deben llevar ¿no? Digo, para necesitar escaparse hasta el medio del campo a comer y a emborracharse como cosacos.

Al principio Miguel lo sacaba cada vez que le tocaba asar, pero cuando el gemelo empezó a entrar en confianza, si su hermano no lo liberaba de la chomba se ponía a vociferar y a insultar con tal violencia que no le daba opción:
-¿Qué pasa, viejo, tienen que discutir algún tema de importancia estratégica, o alquilaron una porno y no quieren que los vea manoteándose el amigo?

Cuando el asado estaba a punto y nos sentábamos a la mesa larga del quincho, Marcelito era el encargado de acomodarse detrás de Miguel y de darle de comer. Por supuesto, para el medio gemelo la carne siempre estaba dura, las mollejas tenían gusto amargo y la ensalada de rúcula y tomate era sencillamente asquerosa.

Si discutíamos de fútbol éramos “cabezas de termo”, si la conversación se orientaba a las mujeres unos babosos con problemas de erección, si en la ciudad se producía algún escándalo que involucraba a gente conocida su voz de pito exigía detalles y más detalles con una avidez irritante.
El resto, para no crear un mal clima y –sobre todo- para no herir al pobre Miguel, soportaba las pullas y al final el grupo entero terminaba sumido en un silencio penoso. Como resultado, la peña de los jueves con la presencia de este muñeco se estaba yendo al tacho.

No es difícil deducir quién era la víctima preferida del gemelo. Poco a poco nos fuimos enterando: Ramoncito había obligado a Miguel a abandonar la carrera de Ingeniería, Ramoncito le hizo cerrar una agencia de lotería y más tarde una bulonera, Ramoncito lo aisló de la familia y le destrozó dos matrimonios y finalmente, para las escasas oportunidades de índole sexual logradas por el pobre Miguel, Ramoncito había ideado un acting terrorífico: cuando nuestro amigo y su conquista llegaban al hotel y promediando los preliminares se encaminaban hacia el lecho, el muñeco este se asomaba por el cuello de la chomba y con unos giros de lengua lascivos decía “Bueno, mamita, acomódate que arranco yo.”
- Hay que ver como disparaban esas imbéciles –decía, ahogándose de la risa.

Hubo, sin embargo, un dato que jugó a favor de nuestra templanza, algo que supimos de rebote por Julio Ibarreta, el médico clínico de la Asociación Bancaria. Julio está casado con una de las hermanas de Marcelito y en un almuerzo familiar se lo confió: por las características del caso de Miguel, nuestro amigo debía hacerse controles médicos especiales y se sabía que el gemelo no iba a vivir mucho tiempo y Miguel estaba al tanto.

La cuestión es que transcurrió cerca de un año, los asados de los jueves se sucedían cada vez más enrarecidos, varios de los asistentes dejaron de ir y, no quiero sonar brutal, pero el engendro no la palmaba nunca.

Hasta que en un encuentro pasó lo que temíamos. El Zurdo Alciati había vuelto de unas vacaciones en San Rafael y se apareció con una caja de tinto malbec de la bodega Alberto Rocca. Comimos y bebimos y como siempre Marcelito fue el encargado de asistir al gemelo que no probó bocado pero se entusiasmó con el tinto. Pedía y pedía vino, Marcelito, es verdad, también estuvo algo permisivo, el hecho fue que pasados los chorizos, al momento de servirse el asado de tira Ramoncito se durmió y comenzó a roncar.

Se produjo entonces un momento raro, como en la calma que sucede a la tormenta sentimos que nos invadía una sensación de aflojamiento, nos mirábamos unos a otros a los ojos como constatando la recuperación de algo valioso aunque indefinible. Miguel claramente era el más afectado, lo vimos sonreír, incluso hasta se puso locuaz. El Gordo Arturo entonces aprovechó y le soltó de sopetón:
- Che, Miguel, sin ofender,¿por qué no te operás y te lo sacás?
En la espalda de nuestro amigo entonces hubo una sacudida y la cabeza de Ramoncito se asomó como un rayo:
- Y vos, Gordo pajero, ¿por qué no te cortás la chota?

 A Arturo se le transformó la cara, conocíamos el carácter del gordo, cerró los puños y tuvo un primer impulso a incorporarse, pero por suerte se contuvo.

La cosa quedó ahí, comimos la ensalada de frutas, luego Miguel pidió disculpas por tener que retirarse temprano y a partir de allí no volvimos a verlo.

Fue una pena que terminara así, yo lo lamenté porque Miguel era buena gente, pero también es cierto que la situación no daba para más. Por Marcelito, un tiempo después, supimos que Miguel había pedido un traslado a Carmen de Patagones donde tenía familia y que el Banco se lo había otorgado.

Luego, siempre por boca de nuestro amigo, tuvimos alguna que otra noticia esporádica, hasta que un día vino con la novedad de que el gemelo finalmente había fallecido. La información había llegado a la obra social y el cuñado de Marcelito se lo había contado. Parece que tras la muerte del gemelo debían someter a Miguel a una operación en Estados Unidos y que el Banco se iba a hacer cargo de los gastos.

Lo hablamos y convinimos en que debíamos enviar un telegrama de pésame. Era una sensación ambivalente: la muerte de un hermano no dejaba de ser un hecho luctuoso, sin embargo nos alegraba por Miguel. Si la operación salía bien nuestro amigo finalmente tendría la vida que se merecía.

Pasó casi un año, la peña volvió a ser lo que era y nuestro pequeño mundo recuperó la calma, hasta que Marcelito se apareció con la buena nueva de que Miguel se casaba. Lo había llamado por teléfono para decirle que quería invitarnos a la fiesta. La verdad es que para todos fue una alegría. Dijo que quería venir especialmente a la ciudad para traernos las tarjetas, le preguntó si seguíamos haciendo los asados de los jueves, Marcelito le dijo que sí, así que se aparecería directamente el jueves en la peña.

Fue la noche posterior al cumpleaños de mi hijo menor, lo recuerdo porque cuando fui para la quinta llevé de vuelta dos tablones que había utilizado para armar las mesas en el patio. Llegué temprano, en realidad todos estuvimos temprano porque estábamos ansiosos.

Eran cerca de las ocho y ya había anochecido cuando vimos las luces del auto de Miguel viniendo por el camino lateral. Salimos del quincho para recibirlo. Se estacionó bajo los plátanos de la entrada y vimos la silueta de nuestro amigo que se apeaba y venía por el césped hacia nosotros. Cojeaba de la pierna derecha, se me ocurrió que seguramente sería una secuela de la operación. Sé muy poco de medicina y absolutamente nada sobre cirugías, pero sospecho que no debe ser algo sencillo que a uno le saquen otro ser humano de la espalda, por más pequeño y a medias desarrollado que esté.

Yo estaba con estas especulaciones, la noche se sentía tibia y el césped húmedo con el primer rocío, Miguel seguía viniendo hacia nosotros, cuando el grupo compacto de los allí parados escuchamos la voz de pito:
- ¿Qué dicen lo pelotudos?
No fue necesario más, comprendí, todos comprendimos, que otra reunión de los jueves comenzaba  a arruinarse.

miércoles, 17 de octubre de 2018

Mami


Personajes:
Norita
Mami
Juli

ESCENA 1
Se escuchan llaves en la puerta de entrada, entra Norita (45, ropa suelta, aspecto algo descuidado)
NORITA: ¡Vení! ¡Pasá! ¡Pasá!
Nerviosa, se vuelve y reingresa arrastrando del brazo a MAMI.
NORITA: ¡Pasá! ¡No lo puedo creer! ¡Qué sorpresa!
Mami (70) lleva un tapado oscuro, un sombrerito, no se la ve de frente, arrastra los pies, parece extraviada, Norita la sienta en una silla de espaldas a platea.
NORITA: ¡Ay, qué emoción! ¡No lo puedo creer! Vos sentite cómoda, sentite tranquila. En  realidad parecés tranquila, yo soy la histérica, ja ja (levantando la voz) ¡Juli! ¡Juli!.. ¿Estás bien ahí? (le saca el sombrero)  ¡Uf, qué agitación!  (levantando la voz) ¡Juli! ¿Estás? Parece que no está, ¿qué hora es?, todavía no debe haber llegado (se sienta enfrente, no logra superar la agitación)  Bueno. ¿Y?, cómo va. No sé, querés contarme algo… Sí, yo mejor, algo más delgada, ¿lo notás? Luquitas re bien, ahora está por un tiempo con el padre. ¡Cuando lo veas!  No lo vas a poder creer. Está en esa edad en que… (cambiando) Decime algo, ¿vos podés así… andar por ahí? ¿Salir…? ¿Cómo es?... Dejá, perdoname, hablemos de cosas alegres. ¡Eso, alegría! ¿Viste qué linda la casa? Yo ahora vengo más seguido. Con el segundo marido de Juli no nos llevábamos. Un tipo bastante de mierda, ya lo sabés… ¿Qué pasa?  Ah, ¿lo reconocés? Tu sillón. ¿Querés sentarte? Vení, qué problema hay (intenta ayudarla  a levantarse, pero Mami no quiere moverse. Norita desiste y pasea la vista por el entorno) Creo que es lo único que queda. Juli cambió todo, contrató un diseñador, se gastó una fortuna, pero quedó bien ¿Te gusta? Juli para todo lo que es decoración tiene un gusto. Además le va re bien en el Canal, ¿sabés?, ya es casi una estrella... En fin (suspira, se levanta y se acerca, le pasa las manos delante de los ojos) Vos escuchás lo que estoy diciendo, ¿no? (sale, vuelve con una botella de whisky y un vaso) Perdóname pero yo necesito una copita. ¡Uf!. Que sorpresa. ¡Qué digo que sorpresa, que súper sorpresa! (cree que Mami mira la botella)  Ah, no, ya no tomo más. Es decir, solo en algunas ocasiones. ¡Ponele ésta, ja ja! Si me ve Juli que le agarro el whisky… (vacía el vaso de un trago, se sirve otro) La verdad que me costó dejar, vos viste lo ingratos que son esos tratamientos, pero poniéndole voluntad (se escucha ruido de llaves, se incorpora de un salto, esconde el vaso y la botella) ¡Ahí está! ¡Cuando te vea!  (levantando la voz) Juli… ¡Juli, Juli, mirá con quién estoy!
Entran JULI (50), atractiva, impecablemente vestida, gafas negras, actitud distante. Tiempo. 
NORITA: ¿Y, qué me decís?
JULI se saca las gafas, se acerca, mira a MAMI y da un salto.
JULI: ¡La puta que lo parió!
APAGÓN


ESCENA 2
Mami sigue sentada de espaldas e inmóvil, Juli está despatarrada en un sillón, cubriéndose los ojos con una mano, Norita a su lado, de pie, susurra.
NORITA: Salgo de la boca del subte, siempre vengo por Güemes, ¿viste?, pero como desde ayer estoy buscando un libro, me digo voy a la librería de Santa Fe a ver si lo encuentro y entonces subo por Paraguay. Cuando doy la vuelta a la esquina veo a alguien sentado en el banco de la vereda. Estaba así, quietita, y cuando me acerco…
JULI: ¡Es una locura! ¡Una locura! ¡Un disparate!
NORITA: ¿Te parece?
JULI: ¿A vos no? ¿Qué viene a ser esto?
NORITA: ¿Cómo qué viene…? (tanteando) Es… Mami.
JULI: ¡Sí, ya sé que es Mami, tarada! (se incorpora, va hasta la anciana de espaldas, vuelve, vigilando como si alguien extraño estuviera escuchándolas)  Pero no puede ser (va hasta Mami, vuelve) Norita, vos sos medio lenta pero, ¿lo entendés, no?
NORITA: Creo que sí.
JULI: ¿Cómo “creo”?... ¡Falleció hace tres años!
NORITA: Dos años y ocho meses.
JULI: Dos años y ocho meses, me cago en la diferencia. ¡Se-mu-rió, cre-pó! (vuelve a cubrirse los ojos) ¡Me estalla la cabeza! Tengo que tomar algo.
JULI sale, Norita observa a Mami. Tiempo. Vuelve Juli.
JULI: ¿Qué mirás?
NORITA: Nada. Pensaba, sabés, pasado el primer momento de sorpresa … No sé, a mí me pone contenta.
JULI: ¿Te pone contenta?
NORITA: Y sí, el hecho de reencontrarnos. ¡Ya sé, vení, acercate!
JULI: ¿Qué pasa?
NORITA: Ponete de ese lado (saca el celular) saquémonos una foto.
JULI (se aparta): ¡Dejame de joder!
NORITA: ¿Por qué sos tan amarga?
JULI: Porque este tipo de cosas no deben suceder, porque van en contra de la naturaleza y son para problemas. A ver, ¿a qué vino?
 NORITA: Y qué se yo. Una vez leí que los seres queridos que ya partieron andan entre nosotros, nos van dejando señales y si se dan cuenta que uno las percibe se animan un poco más y te visitan por toda una noche.
JULI: ¡¿Por toda una noche?! (exacerbada) ¡¿Por toda una noche?!  Yo mañana tengo una cobertura especial y tengo que estar lúcida. Hay que pensar en algo ya.
NORITA: ¿Algo como qué? ¿Pedir ayuda? ¿Avisar al SAME?
JULI: ¡¿Estás borracha?! ¡Con lo conventillero  que es este barrio! Mirá, Norita, vos sabés que mi vida cambió mucho, yo necesito que me prometas algo: esto no puede salir de estas cuatro paredes.
Nora que está junto a Mami, le acaricia el cabello y se queda contemplándola abstraída.
JULI: ¿Y?
NORITA: ¿Y qué? Ah, sí, te lo prometo.
Enlazan sus dedos meñiques en una actitud infantil. De golpe Mami se incorpora y comienza a sacudirse.
JULI: ¿Qué hace?
NORITA: No sé. ¿Mami, qué hacés? Pareciera estar bailando.
JULI: Nunca supo bailar. Más bien parecen convulsiones. ¡Parala, por favor!
NORITA: ¡Juli, no sé cómo se para! ¡Ay, qué hacemos, tengo miedo!
Juli agarra un pañuelo de su cartera, va hasta Mami y se lo pone en la cabeza. Esta se detiene en seco.
NORITA: ¡Qué genia! Como con los canarios para que dejen de cantar. Juli, vos siempre fuiste la más inteligente (vuelve a sentar a Mami en la silla) ¡Venga, ahora quédese ahí quietita descansando, sabe!
JULI va hasta un frasco de alcohol en gel que puede estar en una mesita, se pone y se lo ofrece a Norita.
JULI: Si la tocás es mejor que te desinfectes.
NORITA: Ay, Juli, es nuestra madre.
JULI (volviendo a derrumbarse en el sillón): “Por toda una noche”…
NORITA (feliz): Sí, por toda una noche.
APAGÓN


ESCENA 3
Norita está sentada junto a Mami, saca de una caja fotos y se las va poniendo delante. Juli, en el sillón, se mantiene con los ojos cerrados.
NORITA: Estas las sacó el tío Tito y después papi le pidió copias. Fijate que todavía está la abuela. Creo que murió ese mismo año, ¿no? (pasa a otra foto) Acá estoy yo con el yeso, es en el ochenta y cuatro. Ochenta y cuatro u ochenta y cinco. Si están Lucía y Pato son las vacaciones de invierno. ¿Te acordás cómo protestaba papi porque dábamos vuelta la casa? Acá hay otra en el patio. Con el pelo así Juli parecía un chico…
JULI (abriendo los ojos): Dejá eso
NORITA: ¿Qué tiene? Estamos viendo fotos.
JULI: No seas naba, ¿no te das cuenta que no ve?
NORITA: No sabés.
JULI (de golpe, interesada): A ver, mostrame la del pelo corto.
NORITA le alcanza la foto.
JULI: ¡Qué horror!
NORITA: A mí me gusta cómo te queda, tendrías que volver a cortártelo.
JULI: Ni loca.
Norita vuelve a las fotos. Tiempo. Juli de golpe se incorpora y observa a Mami de espaldas con detenimiento, Norita lo advierte.
NORITA: ¿Qué hay?
JULI: Nada.
NORITA: Dale, decime.
JULI: A ver, volvé a ponerle el sombrerito (Norita lo hace) Ahora sacáselo (Norita ídem, Juli le observa de cerca el rostro como si fuera un muñeco. Norita, intrigada, la imita) No es.
NORITA: ¿Qué decís?
JULI: Que no es Mami.
NORITA: ¿Vos hablás en serio?
JULI: Por supuesto.
NORITA: ¿Podés ser tan insensible como para no reconocer a tu propia madre?
JULI: Si te fijás hay detalles.
NORITA: ¿Detalles? ¿Qué detalles? ¡Es Mami! La expresión de la boca, la mirada…
ADRIÁN: ¿La mirada?
JOSÉ MARÍA: Sí, la mirada.
JULI: Si tiene los ojos extrávicos, las pupilas en cualquier parte.
Norita y Juli estudian con detenimiento la cara de Mami.
JULI: Además está el tema de la ropa.
NORITA: ¿Qué pasa con la ropa?
JULI: ¿Cómo que pasa? Es evidente, Nora. ¿De dónde la sacó?
NORITA: Es suya, al tapado lo reconozco, lo compró en Gath y Cháves cuando cobró la pensión por el fallecimiento de papi.  
JULI: Como siempre no entendés nada. Ya sé que es suya, yo pregunto de dónde la sacó.
NORITA: Sí, sos complicada, no entiendo nada de lo que estás diciendo.
ADRIÁN: Recordás que después de su fallecimiento yo comencé la remodelación de la casa.
NORITA: Sí
JULI: El cuarto que Mami usaba de guardador yo lo transformé en estudio y los muebles como toda su ropa los doné al Cotolengo Don Orione.
NORITA: ¿Vos donaste la ropa de Mami al Cotolengo Don Orione?
JULI: Sí, ¿por?
NORITA: Podrías haberme preguntado, ¿no?
JULI: ¡Ah, bue…!
NORITA (engranando): No sé, podría haber querido quedarme con algo, un pequeño recuerdo. Pero, claro, es imposible que a vos se te cruce algo así por la cabeza.
JULI: ¿A qué viene ahora eso, Nora?
NORITA (estallando): ¡A que era mi madre, a que yo la quería más que vos y que tendrías que haberme consultado!
JULI (respondiendo, brutal): ¡No pude consultarte, estabas pasada de alcohol  internada en el loquero! (tiempo, cambiando) Te pido por favor, Norita, el tema ahora es otro, pensá un poquito: no ves qué acá está sucediendo algo raro. ¿Cómo tiene esa ropa si esa ropa fue donada al Cotolengo Don Orione?
NORITA: A ver si entiendo (comienza a lloriquear) ¿vos decís que alguien recuperó la ropa de Mami del Cotolengo Don Orione, donada hace dos años y ocho meses atrás. Y luego contrató a una mujer parecida para qué se haga pasar por nuestra madre?
JULI (dudando): No lo sé.
NORITA: ¿Y para qué? ¿Con qué fin?
JULI: Evidentemente alguien de mi entorno...
NORITA: ¿Alguien de tu entorno?  Claro, me olvidaba que sos una estrella de la tele. La competencia por el rating es tremenda, ¿no? ¡Juli, a veces no entiendo como podés ser tan frívola y tan egoísta!
JULI: ¡Ay, basta, hablar con vos es inútil!
JULI  se cuelga la cartera al hombro, va hasta un espejo, se acomoda el peinado, se pasa un labial.
NORITA: ¿Qué hacés?
JULI saca la llave del auto de la cartera, va hasta Mami y la incorpora tomándola de un brazo. Norita la detiene.
NORITA: Te pregunté qué hacés.
JULI: Hay que actuar y rápido. El auto está en la puerta.
NORITA: ¡Estás loca! ¿Adónde la querés a llevar?
JULI: Ya se me va a ocurrir, antes de involucrarnos más hay que sacarla de acá.
NORITA: ¡Pero qué mierda de persona que sos, por favor!  (lloriquea) Con los sacrificios que Mami hizo por vos. Tirarla así a la calle, como a un perro.
JULI: ¿Sacrificios por mí? ¡Ay, Norita, cortá con el melodrama! La criatura conflictuada con el mundo sabemos que siempre fuiste vos. Yo me las tuve que arreglar sola.
NORITA: ¡Mentira!
JULI: ¿Mentira? Mirá, nena, mejor no me hagas hablar.
NORITA: ¡Mami de acá no se mueve!
Mientras discuten, MAMI se incorpora y vuelve a sacudirse.
NORITA: ¡Ves! ¡Mirá lo que lográs! Bueno, bueno, dejemos el baile, tranquila.
Norita agarra el pañuelo y vuelve a ponérselo en la cabeza. Mami se detiene. Tiempo.
NORITA: Necesito un whisky.
JULI: Sabés que no podés.
NORITA: Por favor, Juli.
JULI: Andá. Servime otro para mí.
Norita sale, vuelve con dos vasos. Ambas beben mientras se miran con rencor.
APAGÓN


ESCENA 4
Norita tiene la botella de whisky bajo el brazo, ya está algo borracha. Mira, llorosa, a Mami, canta mientras le acaricia la cabeza.
NORITA: “Al este y al oeste / llueve y lloverá / una flor y otra flor celeste…”
Juli entra proveniente de la cocina con un desodorante de ambientes y rocía a Mami.
NORITA: ¿Qué hacés?
JULI: ¿No tenés olfato, vos?
NORITA: ¡Sos tan fría, tan desinteresada!  Recordás como le gustaba reunir a toda la familia, la casa siempre llena de primos, todos en la cocina, corriendo por el comedor, jugando a la mancha en el garaje. ¿Recordás o no recordás?
JULI: Sí.
NORITA: Que la gente como ella se vaya es tan triste.
Norita lucha con lo que tiene que decir.
NORITA: Juli, estuve pensando: me la llevo a casa.
JULI: ¡Qué decís!
NORITA: Me puedo arreglar, ni siquiera necesito otra cama. A Luquitas le va a encantar. Cuando venga el fin de semana le preparo la sorpresa: va a recuperar a su abuela.
JULI: Nora, no quiero que te ofendas, pero no pudiste hacerte cargo de tu hijo y vas a llevarte a vivir a una muerta. “Vivir a una muerta”, jaja, no es gracioso.
NORITA: Qué mina de mierda que sos.
JULI: La verdad no ofende. Nora, tenés que soltarla, hay que dejarla ir.
NORITA: ¿Adónde?
JULI: No lo sé, pero hay que dejarla ir.
NORITA: Si vino es por algo. ¿Y si está extraviada?  ¿Y si está perdida y muerta de miedo? ¿Adónde va la gente perdida?  Suponete que vos tenés un accidente con el auto, suponete que estás en una ruta desconocida y es de noche. Estás sola, paralizada por el susto, no sabés si estás herida. ¿Adónde te surgiría llamar? ¿Adónde querrías con más fuerzas volver? A tu casa, a tu familia. Es lo que a uno le nace por instinto. Sobre todo siendo como era ella. Somos su sangre, Juli. ¿A quién más puede recurrir en este mundo?
JULI: Es que ya no está en este mundo. No se puede retener lo que ya no está, hay que aprender a despedir, es la única forma de seguir. No es que yo no la extrañe, pero ya la despedí. Mirala, ¿A vos te parece que está con nosotros? (ambas se conmueven. Tiempo) ¡Bueno, dale, moviendo las cachas!
Juli saca de su cartera sus lentes oscuros, va hasta Mami, se los pone, le acomoda el sombrerito y la levanta. Norita intenta impedírselo, la tironean. Por primera vez Mami queda mirando hacia platea.
NORITA: ¡Pará, Juli, pará!
JULI: Basta, Nora. Por la mañana la vereda y el acceso a la cochera van a ser un mar de gente Ya pasó toda una noche como querías. Dale, la dejamos en el cruce de Luján.
NORITA (dudando): ¿En el cruce de Luján? ¿Con el frío que hace a esta hora?
JULI: Bueno, elegí vos, entonces. ¿Adónde?
JULI: Y qué se yo, Juli, no sé… ¿A la puerta del cementerio?
JULI: Perfecto.
NORITA: ¿La bajamos y esperamos a ver qué hace?
JULI: De acuerdo.
NORITA: Por ahí se orienta, pobrecita y entra sola, ¿no te parece?
JULI: Seguro.
NORITA: ¿Pero y si se queda parada y no quiere entrar?
JULI (hinchada): Nos la traemos.
NORITA: ¿Me lo prometés?
JULI: Te lo prometo.
Vuelven a entrecruzarse los dedos meñiques. La van sacando, pero Norita se arrepiente.
NORITA: No puedo hacer esto, Juli.
JULI: ¡Basta, me hartaste!
Mientras la tironean, Mami de golpe comienza a sacudirse y hace ruidos con la boca.
JULI: ¡Otra vez sopa!
MAMI: Aaaaal… Aaaaal….
NORITA: Escuchá: está intentando hablar. Hola, Mami (Juli, hastiada se sienta en el sillón) Hola, yo te escucho, ¿vos me escuchás?, cambio.
MAMI: Aaaaal… Aaaaal-dooo.
NORITA: ¡Aldo, qué divina, dijo Aldo, lo nombró a papá, Juli! Sí, Aaaaldoooo, Mami, el papito que está en el cielo ahí con vos.
JULI (recostada en el sillón, se cubre los ojos): ¡Lo que faltaba! Preguntále cómo la están pasando.
NORITA: ¡Basta, Juli, no seas jodida!... Dale Mami, vos seguí, Aaaaaldoooo…
MAMI: Aaaan- dá…a aaabrirrrr
NORITA: ¿Qué decís?
MAMI: Aaaan-dá…a aaabrirrrr-le.
NORITA: ¿Escuchaste? ¿Dijo “andá a abrirle”?
JULI y NORITA se miran, miran hacia la puerta. Suena el timbre.
APAGÓN


sábado, 18 de agosto de 2018

Ruina


Hola.
Hola, Ludmi. ¡Por fin!
Hola, má
¿Cómo va todo?
Bien
¿Bien, nada más que bien? Contá, no seas seca. ¿Entendés el idioma? 
¿Estás disfrutando? ¿Qué visitaron?
De todo, má.
Qué lindo. Qué hermosa experiencia. Decime, ¿qué es ese ruido? Porque no te escucho bien.
¿Qué?
¡Que qué es ese ruido, que no te escucho!
Ah, nada. Martillazos.
¿Martillazos? ¿Ahí adentro del hotel?
No, enfrente.
¿Enfrente? ¿Cómo enfrente, Ludmi?
El edificio viejo ese de enfrente. Lo están demoliendo.
¿Pero qué disparates decís, cómo lo van a estar demoliendo?
Lo agujerean con taladros, lo golpean con masas. ¿Qué le van a estar haciendo?
Mi amor, entré con el Google View para ver qué tal era el hotel donde se alojan, ¿vos sabés qué es lo que tenés ahí enfrente?
Y qué se yo. Un edificio viejo, medio caído. ¿Qué te preocupás tanto por una ruina?
¡Una ruina es tu educación, pedazo de animal! Ese es el Coliseo Romano, construido en el siglo I, patrimonio histórico de la humanidad. No lo pueden estar demoliendo. Decime algo: ¿estás tomando alcohol?
No empieces.
¿No están tomando, seguro?
No, no estamos tomando.
Pasame con la coordinadora.
No puedo.
¿Y se puede saber por qué no?
Está en su habitación con el novio.
¡Ah, genial! Ya sabía yo que no tenía que dejarte ir. Ahora escuchame bien: si tu coordinadora no está, vas a salir de ese cuarto, te vas hasta la recepción y pasale el celu al gerente.
Es que ahora nos tenemos que bañar, má.
¡Ludmi, no me hagás repetirlo o me tomo un avión y te traigo de los pelos!
Ufa
…………………………………………………………………….
Bongiorno.
Bongiorno, señor. Atiéndame, ¿por casualidad speak spanish?
Sí, claro, in questo hotel parliamo seis idiomas.
Me alegro, entonces escuche con atención porque esta llamada me va a salir un ojo de la cara: mi hija Ludmi, que es muy fantaseosa, me está diciendo que los ruidos esos que estamos escuchando se deben a que están demoliendo el Coliseo Romano.
Ah, sí, ¿vio usted?
¿Si vi qué? No entiendo. Yo estoy en la Argentina.
Io voglio dire "sí, ¿vio usted? Nosotros también estamos anche preocupados"
¡¿Pero entonces es verdad?!
Eso parece. Por lo que ho sentito van a construir un Centro Internacionale de Convenzioni
¿El monumento más famoso de la antigüedad clásica, una joya única de la arquitectura romana convertido en oficinas? ¿Ustedes están locos?
Abbiamo protestato, no se crea, imagínese lo que esto le hace al turismo. Nos han dado el número del Consiglio Comunale para hacer la denuncia, pero è impossibile comunicarse.
Démelo
No entiendo.
Ese número. Démelo.
Pero mire que sarà difficile que la atiendan.
Usted démelo.
39 06 3996 7700
Perfecto. Ah, y antes de cortar otra cosa: ¿nota a mi nena rara?
¿Rara en qué sentido?
Rara como idiotizada. ¿Parece alcoholizada?
Creo que no, signora.
Le pido que no dejen que esos chicos tomen. ¿Me lo promete?
Por supuesto.
Adiós.
……………………………………………………………………
Bongiorno
Bongiorno, señor, ¿speak spanish?
Sí, signora.
Me alegro. Necesito que me pase en forma urgente con el Presidente Comunale.
Pero ¿qué dice? Non posso passare con el Presidente Comunale.
Mire, señor, no me obligue a ser desagradable: como docente argentina, descendiente de italianos y madre de una hija adolescente yo necesito comunicarme con el Presidente Comunale ya. ¿Usted sabe lo que está pasando? ¿Sabe lo qué están destruyendo en este preciso momento?
Ah, llama a causa del Coliseo.
"Llama a causa del Coliseo",¡¿lo dice así?! ¡¿Sin que se le mueva un pelo?! Dígame, ¿ustedes enloquecieron de golpe? ¡Esto es un escándalo, un magnicidio cultural! ¿Qué le van a decir a las generaciones venideras? ¿Cuál es el mensaje al mundo?
Me averguenza escucharla, signora, tiene toda la razón. Ya se lo dije al signor Presidente. Aquí hay un revuelo mayúsculo, pretextan problemi finanziari, lo quieren demoler para hacer il nuovo stadio di la Roma.
¿No era un Centro de Convenciones?
Una fake news. E un gruppo de inversores giapponesi que están dispuestos a poner la mitad del dinero, dicen que se pueden aprovechar las gradas originales del anfiteatro para hacer las plateas.
¡Qué disparate!
Mire, signora, voy a hacer algo, en cinque minuti al signor Presidente le sirven la pasta y deja de atender, usted parece la voce giusta: le voy a transferir la chiamata. Diga que se ligaron las líneas pero usted con me nunca habló.
Despreocúpese. Gracias, querido.
………………………………………………………………………
Hola
Hola, Ludmi.
Hola má
¿Y?
¿Y qué?
¿Alguna novedad?
¿Novedad como qué?
No sé, Ludmi, ¿no se escuchan más ruidos?
Ah, sí, vos sabés que de golpe pararon de romper. Miré por la ventana y se estaban llevando todas las máquinas. Increíble
¡Increíble las pelucas! Vos te crees que sucedió porque sucedió. Fue todo gracias a tu madre.
¿Cómo gracias a vos? No entiendo.
Es largo de explicar. Ahora lo importante es que recorras y aprendas. Ese viaje nos salió una fortuna. Prestá atención y que te expliquen, sino andá consultando la Wikipedia. Roma es una de las primeras metrópolis de la humanidad. Decime algo, ¿a vos te gustaría vivir un tiempo ahí?
¿Cómo?
Nada, después hablamos. Me ofrecieron trabajo en una oficina importante del gobierno, un señor muy atento al que llaman Signor Presidente. Vos tendrías que terminar quinto año allá. Es una sociedad muy organizada y los adolescentes no andan tomando alcohol todo el tiempo. Hola, hola, ¿me estás escuchando?
No entiendo nada de lo que decís, má. Mirá, disculpame pero nos están llamando y me tengo que ir.
¿Adónde van?
A no sé qué fuente que salió en una película antigua.
¡La Fontana di Trevi, bestia! Y la película es “La dolce vita”. Andá y tirá una moneda, ¿me escuchás? Pedí porque tengamos salud. Y porque el Signor Presidente Comunale sea un italiano buenmozo. Hola, Ludmi, ¿me estás escuchando? Hola, hola…

sábado, 30 de junio de 2018

Tengo una vieja en el baúl


Tengo una vieja en el baúl. Así, como se lee. Puede sonar fuerte pero no es un invento, tengo a una persona de más de ochenta años, de sexo femenino, cabellos blancos, creo que con pollera floreada y un saquito, viajando en la parte trasera de mi auto.

¿Cómo sucedió? ¿Cómo es que suceden este tipo de cosas? De la forma más natural y al mismo tiempo más insensata: vengo por avenida Díaz Vélez casi Medrano de hacer una visita a un cliente, cuando de golpe veo caminando a esta anciana por la vereda. Juro que no sé lo que pensé, pero clavé los frenos, me bajé y le hice una seña para que se acercara. La mujer que se detiene y, mientras se acerca me mide. La noto vacilar: “Vos sos Luis María, el hijo de Mabelita, el de la pollería, ¿no?”. Le respondo que sí y entonces la mujer se relaja, me pregunta cómo está mi madre, yo le digo que bien y entonces agrega que es extraño, pero que la última vez que me vio juraría que yo era unos veinte centímetros más bajo. Le digo que eso es por el básquet, que empecé a entrenar básquet y que está demostrado que los estiramientos hacen crecer.

Mientras entablamos este diálogo extravagante, yo siento como un hormigueo en el cuerpo, abro el baúl del auto y simulo buscar algo en su interior. Ella me pregunta cómo está de salud Osvaldo, yo me pregunto a velocidad quién será el tal Osvaldo, si el tío de Luis María o el cajero de la pollería. Le respondo que recuperándose de la operación del riñón. La anciana abre la boca con ojos desorientados y antes de que pueda decir algo más yo la levanto por las axilas, la meto dentro del habitáculo y cierro la tapa.

¿Se puede hacer algo así, gratuitamente, sin una razón? Evidentemente sí porque yo lo hice, y en este momento, como cualquier hijo de vecino suele llevar la rueda de auxilio, el gato, las plegadizas para el camping, o los rollers de su hija menor, yo estoy llevando a una anciana desconocida en el baúl.

Ustedes no me conocen y no tienen por qué creer nada de lo que escriba, pero puedo jurar que no soy un secuestrador, tampoco un depravado, no tengo antecedentes penales, soy un tipo común con un trabajo común -vendo sistemas de rastreo satelital para camiones-, a veces insulto si me encierra un taxista, o pierdo la paciencia con mi hijo mayor, o recuerdo a la madre de algún delantero que veo por la tele. ¿Qué quiero decir con esto? Que no soy mala gente. Reconozco, sí, que me impliqué en un hecho grave, pero sin embargo en todo esto quizás haya algunos signos oscuros, elementos que se escapan a una mirada superficial. ¿Y si lo que hice así, de una forma atolondrada y automática, tiene que ver con una señal? ¿Si obedece a algún tipo de mensaje difuso que todavía no se deja ver del todo?

Desde hace un tiempo a esta parte uno tiene la sensación de que en la calle puede suceder casi cualquier cosa. Compartirán que si prestamos atención hay signos que demuestran que algo rápidamente se deteriora. Se percibe en el aire, en las caras, en los movimientos de la gente, uno adivina como una cuenta regresiva, un conteo ominoso. Y en determinado momento, paf, los automovilistas dejarán de detenerse en las bocacalles, los aviones van a chocar de frente en lo alto del cielo, la gente irrumpirá en los súper a tomar lo que necesite y zanjará sus diferencias estrangulando y acuchillando a su vecino con un gesto incrédulo, una luz de interrogación en la mirada.

Ante semejante panorama, ¿qué importancia tiene el acto de alzar a una anciana, meterla por un rato en un baúl, transportarla de un barrio a otro de la ciudad y todo esto en forma totalmente gratuita? ¿No debería invertirse el signo de la acción para convertirla en una voz de alerta? ¿El llamado de atención de un ciudadano sensible que ve acercarse la tragedia y no repara en brindar su sacrificio y tal vez terminar en la cárcel, si eso sirve para salvar a toda la especie humana?

Mientras pienso esto sigo avanzando por Diaz Vélez y doblo en Salguero. El tráfico a pesar de la hora de la mañana fluye tranquilo. Me detengo en un semáforo y por detrás del asiento trasero escucho bajito “qué barbaridad”, “adónde vamos a ir a parar”. ¿Por qué será que a partir de cierta edad, no importa lo que haya hecho con su vida, la gente termina diciendo las mismas frases? “Qué barbaridad”, “adónde vamos a ir a parar”. Prendo la radio y subo el volumen para no escuchar.

Soy consciente de que la situación va a tener que resolverse pronto: en veinte minutos tengo que estar en casa para recoger a Magda e ir juntos al supermercado a hacer la compra semanal. ¿Qué pasaría si mi mujer abre la tapa del baúl y se encuentra a esta señora? ¿Cuál sería su reacción? Superada su hernia de disco y mis ataques de pánico, nuestra pareja está pasando por un buen momento, estamos criando a Rodo y a Juli, la vida nos trata con relativa armonía. Sí, definitivamente sería mejor que cuando Magda abra el baúl para cargar las bolsas con los rollos de cocina y las latas de atún, este se halle libre de ser humano alguno, pertenezca a la franja etaria que pertenezca.

Ahora sí -no había reparado en un ruidito insistente que suena desde hace un par de minutos-, la anciana está golpeando con algo metálico el interior de la tapa, ¿la llave del gato, la pinza pico de loro? Bajo la radio y ella aprovecha la pausa para hablar: me pregunta si no me da vergüenza, si yo no tengo madre. ¿Si yo no tengo madre? ¡Y claro que tengo madre! ¡Pero a mi madre, señora, yo la cuido, no la dejo andar sola, ni subirse al auto de cualquier desconocido! Sin advertirlo alcé la voz. ¡Pero mirá vos el atrevimiento! Qué sabe esta mujer de mi vida y –además- quién le da confianza para opinar de mi familia. Aprovechando la onda verde de Salguero piso el acelerador y el zumbido del motor apaga sus protestas.

No quiero que suene a justificación, pero tampoco está bien que la gente de edad ande sola por la calle. Señores hijos, ¿es sensato dejar a los viejos librados a su suerte cuando van a la consulta médica, al hacer  las compras, o si tienen que tomar el subte? Uno los ve por la ciudad, ajenos, extraviados. Y ni hablar cuando van a cobrar la jubilación al banco. Acaso no soy yo el responsable de llevar al padre de Magda cada primer lunes de mes, sostenerlo en la cola por si sufre alguno de sus vahídos, escoltarlo hasta la caja y luego llevarlo de regreso a su casa. La culebra ciega de la existencia se muerde la cola y el adulto otrora astuto y desconfiado se transforma en el niño crédulo e inocente que alguna vez fue. Invitación irrevocable al robo, al secuestro extorsivo, cuando no a la violación seguida de muerte.

Dejo Salguero y debo doblar a la derecha. ¿Entro por Paraguay o voy por Güemes? Por una u otra estoy a unas diez cuadras de mi casa. Demasiado cerca. A los golpes con la pico de loro, la energúmena ahora agrega gritos: “¡Policía! ¡Policía!”.

En las películas sobre los carteles de la droga los narcos cargan en la cajuela a sus rivales para luego tirarlos en el desierto de Arizona. Yo necesito un plan b, puedo bajarla e intentar tejer un engaño: decirle por ejemplo que luego de la operación de riñón el pronóstico de Osvaldo es desesperante, que la situación me llevó a un estrés incontrolable que me hace cometer barbaridades. Para eso sería de ayuda que el tal Osvaldo por lo menos fuese familiar cercano. Posibilidad dos: que la acción completa, esto es: detención, llamada, introducción en el auto y transporte, fuese parte de la “prueba Renault” para testear la comodidad de los baúles. Totalmente absurdo. 

Quizás debería volver al origen, actuar de la misma forma en que comenzó toda esta historia, dejarme llevar por el impulso, detenerme en una cuadra cualquiera, abrir el baúl, sacar a la señora, subirme al auto y arrancar.  Difícil salir indemne, la ciudad está llena de cámaras y resultaría imposible no quedar registrado.


Llegando a Gallo se enciende el display del celular: ¿Por dónde andás? Es Magda que ya está lista para ir al súper. Amo la seguridad de mi mujer, la decisión con que encara cada situación. Cuando yo me aturullo ella sabe resolver, como cuando el crédito para el viaje a Disney, o la quebradura de Juli con los rollers.  De todas las opciones posibles, quizás la conveniente sea dejarla hacer a ella. Que suba al auto, que de alguna forma yo haga las presentaciones, que Magda convenza a la anciana de abandonar los gritos y desde el asiento trasero le hable. Las mujeres tienen sentido práctico y enseguida congenian. Aunque el varón siempre quede como un estúpido, como un inútil a quien las cosas siempre se le caen de las manos. Después si quiere la podemos alcanzar hasta la casa, o hasta donde quiera, aunque se nos haga un poco tarde para la compra. Somos seres civilizados. Al menos por el momento, porque como decía, cada vez  tengo peores sensaciones con lo que sucede en la calle, la gente está rara, el mundo en su conjunto está raro y en cualquier momento va a pasar algo tremendo.
Llegando, le wasapeo a mi mujer. Ya estoy a dos cuadras.