jueves, 29 de noviembre de 2012
viernes, 9 de noviembre de 2012
Con mucha inteligencia
La pareja de Marcos y
Paloma en algún momento de su breve historia comenzó a hacer agua, como en
tantos otros casos el joven matrimonio descubrió que era incompatible, sus
proyectos, sus expectativas, hasta sus hábitos cotidianos apuntaban en
direcciones opuestas; y pese a empecinarse en tratar de no aceptar lo evidente,
la vida en común rápidamente les puso ante sus ojos la realidad. Por suerte aún
no habían tenido hijos, algo que en cierta forma aligeraba la mochila de aquel
fracaso, sólo compartían la crianza de un gato castrado al que llamaban
Gorbachov y que, a decir verdad, apenas los necesitaba.
Una vez aceptado el
problema, Marcos y Paloma decidieron continuar bajo el mismo techo hasta tanto
consiguieran una nueva casa. En el sector de mantenimiento del banco donde
trabajaba, Marcos consiguió una de esas cintas extensibles con pie para
organizar las colas y –con mucha inteligencia- dividió los ambientes del PH
para circular sin tener que cruzarse ni compartir los mismos espacios. Con esta
barrera, cada cual podía moverse y a hacer uso de su medio baño, su media
cocina, su media habitación, su medio living, sin incomodar al otro. Por
supuesto, en algún momento el otro debía hacer uso de la parte que le quedaba
afuera (quiero decir, el que tenía acceso al lavatorio y a la ducha del baño, por
ejemplo, debía utilizar el inodoro y el bidet y viceversa), para ello
dispusieron del lavadero como zona neutral en la que cada cierto tiempo hacían
el intercambio.
Aquella medida un
tanto atípica, permitió un tiempo de relativa calma. Paloma y Marcos no sólo no
se entendían, ni siquiera hacían el mínimo esfuerzo por intentarlo. Entre otras
cosas, ella le reprochaba el carácter débil, las intromisiones reiteradas de su
suegra y cada salida fuera de la rutina, él la obsesión por las dietas, la
obstinación de hablar y hablar sin parar con los taxistas y el hecho de que
pusiese la radio encendida bajo la almohada a la hora de dormir. La cinta
divisoria impedía el contacto físico, pero las pujas, los sarcasmos, las
agresiones verbales iban en progresión.
Luego de sopesarlo,
con mucha inteligencia decidieron que lo mejor sería dejar de hablarse. De común
acuerdo, propusieron que a partir del jueves 17 de mayo, Día Internacional de
las Telecomunicaciones, sólo podrían contactarse vía mensajes de texto, y para
cuando los móviles no tuviesen señal, con una pizarra y marcadores podrían
escribir alternadamente lo que tenían para decirse.
Hay que decir en
favor de la pareja que tanto él como ella eran buena gente, generosos, amigos
de sus amigos y desde el momento de su unión el PH había sido el lugar obligado
de encuentro de un ruidoso grupo de camaradas: amigos de infancia, ex compañeros
del secundario caían sin aviso y organizaban cenas, partidas de cartas, se
juntaban a ver películas o a jugar al escrabel. En la actual situación, era
comprensible que esa relación también se resintiese: ahora se veía llegar a los
amigos, circular desorientados por uno u otro lado de la cinta, sin poder
hablar con el que estaba del otro lado, o escribiendo extravagantes mensajes en
una pizarra. Sin contar con el clima cargado de malas vibraciones que se respiraba
en la casa. Poco a poco dejaron de ir a visitarlos y, con más tiempo para estar
el uno con el otro, la situación entre Marcos y Paloma empeoró.
¿Se habrían
equivocado tanto con aquel matrimonio? Los reproches de toda laya, que ahora se
hacían por escrito o vía celular, iban en peligroso aumento, llegando al
extremo de hacer insoportable el sólo contacto visual entre ambos. Volvieron a
replantear la situación, con mucha inteligencia Marcos propuso la confección de
una grilla horaria para estar siempre en distintos ambientes. De tal forma,
aunque estuviesen ambos en la casa, no tendrían que verse. El cronograma
estipulado fue el siguiente:
Paloma
Baño de 8 a 10 - de 12 a 14 - de 16 a 18 - de 20 a 22. Cocina: contra turno. Living de 8 a 10 - de 12 a 14 - de 16 a 18 - de 20 a 22. Patio contra turno. Habitación de 24 a 4. |
Marcos
Baño de 10 a 12 - de 14 a 16 - de 18 a 20 - 22 a 24. Cocina contra turno. Living de 10 a 12 - de 14 a 16 - de 18 a 20 - 22 a 24. Patio contra turno. Habitación de 4 a 8. |
Pero sirvió de poco y
nada, la grilla era permanentemente infringida, en el trajín del día se pasaban
de la hora, se olvidaban, se confundían los turnos. Lo más problemático era la
utilización del baño y de la habitación, sin bañarse, mal dormidos, se
propinaban cataratas de insultos, el fracaso los exasperaba. En la
desesperación, a Paloma se le ocurrió la idea de reemplazar la cinta divisoria
directamente por una pared, lo consultaron con un estudio de arquitectos que
enseguida dio por tierra con el plan: una construcción irregular de esas
características inevitablemente bajaría la valuación de la vivienda en el
momento que quisieran venderla para dividir los bienes.
A esta altura, la
situación se tornó irrespirable, en un silencio áspero y cargado se echaban
terribles miradas de odio. Paloma desde la adolescencia tomaba clases de kick boxing, en dos oportunidades estuvo
a un tris de saltar la cinta para golpear a su marido en el cuello y en las
articulaciones. Previendo esa posibilidad, Marcos se había comprado un aerosol
de gas pimienta que planeaba vaciar en los ojos de su mujer ante el menor
amague. Era un escándalo, un verdadero papelón. ¿Debían llegar al extremo de
comportarse como animales salvajes? ¿Acaso no eran personas normales, con una
educación? (Marcos había completado el Colegio Comercial, Paloma tenía estudios
terciarios en diseño de indumentaria), era absurdo llegar al punto de la
violencia física. Algo tenían que hacer y debía ser drástico.
Con mucha
inteligencia entonces Marcos recurrió a ese fenómeno físico omnipresente en la
vida moderna e imprescindible en los hogares: la electricidad. Convocaron a un
técnico que diseñó y distribuyó un denso cableado adherido a la cinta divisoria
y conectado a un transformador de 3000 voltios. El otrora hogar de la pareja,
quedaba ahora partido por una valla perimetral chisporroteante que, al tiempo
de impedir cualquier agresión, invitaba por su misma peligrosidad a mejorar el
trato y a recomponer mínimas pautas de convivencia.
No hubo tiempo,
claro. Al enfrascarse en conflictos intensos, los seres humanos se obnubilan y
muchas veces no reparan en los detalles; invirtiendo un transitado refrán: el
bosque les impide ver el árbol, y eso, claro, tiene sus consecuencias. Sucedió
que Margarita, la señora de la limpieza que asistía en la casa de la pareja
tres veces por semana, y Gorbachov, el gato castrado, a las dos horas de
instalado el sistema murieron electrocutados.
Fue una circunstancia
penosa y a los efectos del relato los detalles sobran. Baste decir que el
destino quiso que la pareja llegase junta de sus respectivos trabajos minutos
después de los decesos, para terminar de apagar los cuerpos carbonizados y
humeantes con un extinguidor de incendios.
Marcos y Paloma
reportaron lo sucedido y se entregaron espontáneamente a las autoridades. Como
se declararon culpables, fueron juzgados en un juicio abreviado y se los
condenó a seis años de prisión efectiva por la muerte de la mujer, más seis
meses adicionales por el óbito del gato.
Paloma hoy ocupa una
celda en una cárcel de mujeres de Misiones y Marcos otra en el Penal de
Ushuaia. ¿Un capricho de la burocracia penal? Nada de eso: fue en este caso el
Servicio Penitenciario del Estado quien con mucha inteligencia se propuso
alojarlos en dos unidades lo más distantes posible una de otra. Y otro dato importante,
según los informes policiales Marcos y Paloma son reclusos ejemplares:
evidentemente el problema radicaba en la vida en común.
Hace dos meses
comenzaron a escribirse, largas y sentidas cartas donde reflexionan sobre lo
sucedido. No son delincuentes, el sufrimiento los ha curtido, han madurado y
planean rehacer sus vidas, por supuesto ya no como pareja, pero tal vez cuando
salgan puedan encontrarse, aunque más no sea para tomar un café.
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