viernes, 15 de mayo de 2015

Orientación vocacional

Personajes:
Padre
Hijo
Madre

Desayunador de departamento, el PADRE, impecable pantalón, camisa blanca, corbata y sobaquera con pistola, está haciendo lagartijas en el piso, termina, se sirve café, lo toma de parado. Un rehén, encapuchado y amordazado, con precintos en las muñecas, yace a un costado. Entra el HIJO proveniente de su habitación, arma, sobaquera y vestimenta similares a las del   PADRE, trae a otro rehén y lo deposita junto al rehén del PADRE.
PADRE: Buen día.
El HIJO no contesta, se frota los ojos, se sirve una taza de café.
PADRE: Parece que dormimos mal.
El HIJO ídem.
PADRE: ¿A qué hora llegaste?
HIJO: Tarde.
PADRE: Tarde… ¿Tarde a qué hora?
HIJO: Tarde tarde, se me complicó. ¡No rompas!
PADRE: No rompo, okey, no rompo (el PADRE termina su café, observa al HIJO) ¿No vas a hacer las lagartijas?
El HIJO comienza a hacer el ejercicio a desgano.
PADRE: ¿Cuándo llegaste te fijaste en la entrada?
HIJO: Mmm.
PADRE: Otra vez la basura desperdigada.
HIJO: Mmm.
PADRE: ¡Para qué carajo ponen contenedores! Este barrio es un asco, habría que irse.
Entra la MADRE proveniente de la calle, arrastra a su rehén de los precintos de las muñecas, trae una bolsa con verduras. Cuando se saca el abrigo, sobre la blusa lleva sobaquera y arma similares a las del PADRE y el HIJO.
MADRE: Pasaba por el mercado y aproveché. Traje zanahorias, tomates y cebollas (deja al rehén con los otros y revisa la bolsa de verduras)
PADRE: ¿Qué te olvidaste?
MADRE: Un morrón.
PADRE: ¿Vas a hacer lasagna?
MADRE: Si llego, sí. ¿Desayunaste, Carlos?
HIJO: Mmm.
MADRE: Pregunto de nuevo: ¿desayunaste, Carlos?
PADRE: Gladys, ¿por qué insistís con el tema ese del desayuno? A la mañana se toma café negro.
MADRE: Vos tomaras café negro. Él desayuna (de una alacena saca una caja de cereales) Tomá.
HIJO: Hoy no.
MADRE: Tenés que alimentarte, incorporar la energía que vas a consumir durante el día.
HIJO: ¡Por favor, mamá! (señala a su rehén) Anoche se me complicó y llegué a cualquier hora, ahora me duele la cabeza. ¿Es mucho pedir?
Tiempo. El PADRE se ríe.
MADRE: ¿Qué hay?
PADRE: ¿Por qué lo tratás así?
MADRE: ¿Así, cómo?
PADRE: Como a un nene.
MADRE: Porque es un nene.
PADRE: ¡Tiene diecinueve!
MADRE: Sí, tiene diecinueve y qué.  Mientras este bajo este techo, es mi responsabilidad alimentarlo y educarlo (va sobre el HIJO, le pellizca un cachete) ¡Cosita de mamá!
El HIJO se escabulle.
PADRE: Hablando de techo, recién le decía a Carlos que el barrio este no da para más, es una mugre. Tendríamos que mudarnos.
MADRE: ¿Mudarnos? ¿Adónde?
PADRE: No sé, o más para el Bajo, o a Zona Norte. Además, sabés muy bien que necesitamos otro ambiente (señalando a los rehenes) Cuando se nos juntan cuatro de estos no podemos apilarlos en la baulera de la cochera, o adentro del placard como la última vez.
Los rehenes sufren un ataque de pánico, a través de las mordazas gritan y sollozan.
MADRE, PADRE e HIJO: ¡SILENCIO!
Tiempo.
MADRE: No sé, Julio, mamá ya está grande, no quiero irme lejos de su casa.
PADRE (apura el café, mira la hora, se incorpora, va en busca de su rehén y lo agarra de los precintos de las muñecas): Bueno, lo hablamos está noche, ¿dale?
MADRE: Julio, ¿no podés sentarte un momento? ¡Siempre a las corridas! Desayunemos como una familia normal.
PADRE: Okey, tengo cinco minutos.
El PADRE deja al rehén. Los tres se sientan a la mesa. Tiempo.
MADRE: Compré yogur de frutos del bosque, Carlos, ¿te los traigo para acompañar los cereales?
HIJO: ¡Bueno, mamá, dame el yogur de frutos del bosque!
MADRE: ¡Qué hostil que estás! Quería hacerte una pregunta: qué es esa carpeta que estaba anoche arriba de tu cama.
HIJO: Te dije que no me revisaras el cuarto.
MADRE: No te reviso el cuarto, te estaba haciendo la cama y la vi. ¿Qué es?
HIJO: Son folletos.
MADRE: ¿Folletos de qué?
HIJO: De una escuela de actuación.
MADRE: ¡¿Actuación?! ¡ ¿Ahora es actuación?!
HIJO: Estoy viendo mamá, no me hostigues.
MADRE (al PADRE): ¡Te dije que está cada vez más raro! ¡Te dije que empeora! Todo esto empezó cuando le encontraste ese cigarrillo de marihuana.
HIJO: ¡Uy, cortala, mamá!
PADRE: ¡Tiene razón, pará un poco mujer!
MADRE: ¡Deberías estar orgulloso, Carlos!  Esto es lo que tu papá y tu mamá te enseñaron, lo que mamaste de chico. Que a tu edad, cuando la mayoría de los jóvenes no saben qué hacer con sus vidas, vos ya tengas una profesión…
HIJO: ¿Y si no me gusta? ¿Y si no es lo que quiero para mí?
MADRE: ¿Pero qué te pasa? ¡Qué pasa con esta familia!
PADRE: Gladys, no exageres.
MADRE: ¡Vos dejame hablar con mi hijo! ¿De dónde te vienen esas ideas? ¿Actuación? ¿Querés ser actor? ¿Sabés lo promiscuos que son? ¿Sabés que la actuación es un camino directo hacia la disolución de la familia, hacia la droga?
HIJO: ¡No digas disparates, mamá! (tiempo, cambiando) Es difícil de explicar, no sé lo que me pasa.
PADRE: Yo sí lo sé.
MADRE: ¿Ah, sí?
PADRE: Tu hijo se aburre.
MADRE: Carlos, ¿vos te aburrís?
HIJO: No me aburro.
PADRE: ¡Vamos, te aburrís como una ostra, Carlos! Nunca puede hacer las cosas según el protocolo, siempre tiene que agregarle alguna variante, algún toque personal, sin importar los riesgos. Como cuando lo de los empresarios del acero
MADRE: Los hermanos, me acuerdo. ¿Qué pasó?
PADRE: No te dije nada para no amargarte. Había que hacerlos entregar las claves bancarias. ¿Y qué hizo el señor? Usó nuestro contacto en la Morgue Judicial, el inconsciente ese de Cárdenas le consiguió un par de dedos de un NN y este se los envió en una caja a la familia.
MADRE: ¿Y?
PADRE: La caja la recibió el padre, el padre tenía marcapasos y dos bypass, la abrió y quedó seco.
Los rehenes sufren otro ataque de pánico, a través de las mordazas gritan y sollozan.
MADRE, PADRE e HIJO: ¡SILENCIO!
Tiempo.
MADRE: ¡Eso no está nada bien, Carlos…! Pero volviendo a lo de recién, nosotros queremos ayudarte, decinos, ¿cuáles son tus dudas? ¿Cuáles son tus incertidumbres?
HIJO: No lo sé, siento como que el tiempo se me agota. Que necesito conocer todo, investigar todo, cada oficio, cada profesión. Ver absolutamente todo lo que hay disponible... Ya lo sé, es una pavada.
PADRE: No creo que sea una pavada. 
MADRE: Definitivamente, no es una pavada  (tiempo) ¿Pero actor?
HIJO: No vuelvas con eso.
MADRE: Son ateos, Carlos, además de drogarse votan a la izquierda. Si fuera algo más relacionado, la Policía Federal Argentina, por ejemplo. La escuela de cadetes de la Federal.
PADRE: En el Departamento yo tengo contactos.
MADRE: ¡Con esos uniformes azules tan bonitos! ¿Eso no te gusta?
El HIJO se incorpora:
HIJO: Ahora no puedo seguir hablando.
MADRE: “Ahora no puedo seguir hablando” ¡Así arreglan todo ustedes!
PADRE: ¿Y a mí qué me metés?
El PADRE también se incorpora para salir.
MADRE: ¿Ah, no? ¿Y no te estás mandando a mudar vos también?
PADRE: ¡A trabajar, me voy a trabajar! (tironeando de mal modo a su rehén) ¡Vení para acá, vos!
MADRE: ¡Está bien, vayan, desaparezcan!  Las cosas importantes siempre quedan para otro momento. Pero antes yo iba a decirles algo… (piensa) ¡Ah, sí! ¿Anoche quién estuvo en el lavadero?
HIJO: Yo no.
PADRE: Yo tampoco.
MADRE: Nadie, obvio. Entonces el enchastre que había en el piso me lo imaginé.
PADRE: A ver, Gladys, tengamos la fiesta en paz. ¿Había un poco de sangre? Y bueno, sangran, ¿qué querés hacerle? Los traemos, se resisten, los golpeamos y sangran.
Los rehenes sufren otro ataque de pánico, a través de las mordazas gritan y sollozan.
MADRE, PADRE e HIJO: ¡SILENCIO!
Tiempo.
MADRE: Ya sé que sangran, no me quejo por eso. Lo que digo es que cada uno se haga cargo del suyo y limpie sus porquerías. ¿Es tan difícil?
PADRE: No es tan difícil. Tenés razón. Y cuando tenés razón tenés razón (al HIJO) ¿Escuchás lo que dice tu madre?
HIJO: Mmm.
El HIJO toma a su rehén de los precintos de las muñecas  y lo arrastra hacia el interior del departamento.
MADRE: ¿Qué hacés?
HIJO: Voy al baño, ¿no puedo?
MADRE: Sí, mi vida, claro que podés.
El HIJO con el rehén salen.
MADRE: No lo veo bien.
PADRE: Yo te dije.
MADRE: Carlos es un sol, un chico alegre, optimista, pero ya hace demasiado que está así.
PADRE: Está preocupado, Gladys, está buscando su propio camino.
MADRE: Y qué tiene de malo que sus padres lo ayuden,  lo alienten a seguir sus pasos, ¿acaso un abogado, un contador, no contrata a su hijo en sus propio estudio?
PADRE: Pero hay que preguntarse si es lo que él siente. Está buscando, ¿no te acordás cuando el año pasado se le había metido que quería ser médico epidemiólogo?
MADRE: En enero a mí me dijo que iba a ser personal trainer.
PADRE: Es lo que digo. Es un adolescente tardío.
MADRE: ¿Y eso?
El PADRE saca de un bolsillo una página impresa  y la desdobla.
PADRE: Lo leí de una revista en la peluquería. Mirá (lee) “el adolescente tardío está buscando un estado de equilibrio emocional, comienza a tomar decisiones y emergen sus preferencias vocacionales y recreacionales.
MADRE: ¡Fijate vos!
PADRE: En el medio de un bombardeo de sentimientos encontrados debe desarrollar la capacidad de evaluar riesgos y tomar decisiones conscientes, lo que le produce angustia y al mismo tiempo aumenta su capacidad para el pensamiento analítico y reflexivo.
La MADRE se queda abstraída.
PADRE: ¿Qué pasa?
MADRE: Nada, pensaba: todo esto de la búsqueda, de las dudas y la desorientación, ¿no te suena a algo?
PADRE: Por favor, no vamos a volver con eso.
MADRE: ¡Obvio que vamos a volver!
PADRE: ¡Pasó hace 25 años años, Gladys!
MADRE: ¡Pero pasó, Julio, pasó! No habíamos cumplido el año de casados y pasó. Vos me abandonaste.
PADRE: Éramos muy jóvenes, yo no sabía lo que quería.
MADRE: Me abandonaste. Y para hacerte… domador.
PADRE: Mejor sigamos hablando sobre nuestro hijo.
MADRE: No, porque gran parte de lo que está sufriendo es culpa tuya, le viene de tus genes. ¡Domador, Julio! ¿No es para enloquecerse? ¡Y en ese circo de morondanga!  El Circo de los Hermanos... (no puede seguir, se quiebra)
PADRE: Fue un error. Nosotros recién hacíamos los primeros secuestros, todavía no estábamos instalados en el rubro y yo dudé.
La MADRE se incorpora, el PADRE se pone en guardia.
MADRE: Me dejaste sola. 
PADRE: ¡Por el amor de Dios, Gladys, sabés que recordar esto no te hace bien!
 La MADRE saca lentamente su arma y le apunta. El PADRE se parapeta detrás de la mesa y a su vez le apunta a ella.
MADRE: ¡Sos una mierda de persona! ¡Sos un cobarde!
PADRE: ¡Gladys, bajá el arma, por favor! Ya lo hablamos mil veces…
Los rehenes, aterrorizados, comienzan nuevamente a sollozar y a gritar en un in crescendo.
MADRE: Y también estaba esa mujer, la contorsionista.
PADRE: ¡No es necesario, por favor!
MADRE: Contame de ella. ¿Qué te hacía en la cama?
PADRE: ¡Algún día vamos a terminar haciéndonos daño, Gladys, bajá el arma! ¡No quiero dispararte!
MADRE: ¡Y hacelo! ¡Dispará! ¡Maricón! ¡La insensibilidad con que juntaste tus cosas y te fuiste, sin una palabra. ¡Dispará! ¡Si no lo hacés, los mato a estos, te mato a vos y me suicido!
Los rehenes gritan. Entra  el HIJO con su rehén, al ver que PADRE y MADRE apuntándose, el HIJO también saca su pistola y se apuntan los tres.
HIJO: ¡Papá! ¡Mamá? ¿Qué hacen? ¿Se volvieron locos?
Los rehenes aumentan los gritos.
MADRE, PADRE e HIJO: ¡SILENCIO!
Transcurren unos segundos de muda tensión.
HIJO: Ahora a la cuenta de tres vamos a tranquilizarnos y a bajar las armas. ¿De acuerdo?... Uno, dos, tres.
El PADRE, la MADRE y el HIJO bajan simultáneamente las armas.
HIJO: ¿Me pueden decir qué está pasando?
MADRE: Nada, hablábamos sobre tu futuro, una cosa trajo a otra...
HIJO: Y volvieron a la historia del circo, ¿no es cierto?
MADRE: Fue culpa mía. Está todo bien, mi amor.
HIJO: ¿Seguro?
MADRE: Seguro.
HIJO: Bueno, yo ya tengo que salir. Voy a entregar a este y después voy a una reunión informativa en la Escuela Argentina de Buceo.
MADRE: ¿Buceo? ¡Ah, mirá que lindo!
HIJO: Así que no creo que llegue para el almuerzo.
MADRE: No importa. Si te demorás queda la lasagna en el horno, solo tenés que calentarla.
HIJO: Gracias.
El HIJO besa a la MADRE  y arrastra a su rehén de las muñecas. Antes de salir mira por última vez a sus padres.
PADRE: Andá, andá tranquilo.
MADRE: Chau, mi amor.
El HIJO sale, la MADRE aproxima al PADRE.
MADRE: Perdoname.
PADRE: No te preocupes.
MADRE: Sí me preocupo, Julio. Vos no me das motivos para semejante reacción.
PADRE: En ese momento sí los tuviste. Me comporté como un idiota.
MADRE: ¿Ya salís?
PADRE: Si querés me quedo un rato más y te hago compañía.
MADRE: ¿Creés que Carlos va a encontrar su camino?
PADRE: Estoy seguro que va a lograrlo.
MADRE: Sí, ¿no?

APAGÓN