Personajes:
Doctor
Evangelina
Doctor
Evangelina
Entra
el DOCTOR, guardapolvo blanco, muy formal, se dirige al público.
DOCTOR: Señoras, señores, el
cerebro humano, los misterios de la personalidad, ¿cuándo nuestra capacidad de
razonamiento funciona dentro de parámetros normales y cuándo estamos totalmente
locos? Un enigma que desvela a científicos de las más diversas especialidades.
Soy el Dr. Sergio Dapiaggi, experto en psiquiatría, vamos a ir inmediatamente a
nuestro caso de hoy. ¡Señor director, por favor!
Se
escucha ‘I love you baby’, entra una anciana de 79 años bailando, sensual, lleva malla y plumas de vedette, corretea de
un extremo al otro del escenario, ensaya pasos de baile mientras canta la letra
de la canción.
DOCTOR: Vamos a presentar el
caso Evangelina. Evangelina, ama de casa jubilada, 79 años, viuda, tres hijos
felizmente casados. La de esta anciana es una historia desgarradora, tiene su
génesis en la calle Esmeralda, en las puertas del teatro Maipo. Tarde de
lluvia, de pasada a casa de una de sus nueras, Evangelina resbala con una
deposición de perro e impacta la cabeza contra el filo de un escalón del
conocido teatro de revistas: a partir de ese momento está convencida de que es
Nélida Lobato.
EVANGELINA sigue bailando,
gira en torno del DOCTOR y de golpe queda congelada. El DOCTOR escucha su
respiración, le mira las pupilas.
DOCTOR: Acaba de entrar en
uno de sus estados catalépticos. Uno puede registrarlo por el ritmo cardíaco y
sobre todo, por la expresión cuasi idiota de su rostro. A veces es posible que
abra la boca y babee.
EVANGELINA de golpe vuelve a
moverse, agita los brazos bailando “El lago de los Cisnes.
DOCTOR: El teatro está
lleno, Evangelina
EVANGELINA: ¡Qué emoción!...
Lo felicito, Fernández, en toda mi larga carrera usted ha sido mi mejor
representante.
DOCTOR (al público): En este momento para su cerebro perturbado soy su
representante Olegario Fernández, destacado empresario de la farándula (a EVANGELINA) ¡Escuche como la
aplauden! (hace señas para que el público
aplauda) La gente está conmovida, observe, algunos lloran (hace señas para que lloren)
EVANGELINA (reaccionando): ¿Quién llora?
DOCTOR (señala a un espectador): Por allí.
EVANGELINA (agresiva, al espectador señalado): ¿Y
dígame, por qué llora? ¿No le gusta el espectáculo? ¿Para qué pagó la entrada,
entonces? ¿Por qué no se va?
DOCTOR: No, Evangelina,
llora de emoción.
EVANGELINA, despreocupada,
vuelve a danzar.
EVANGELINA: No es para
menos. Soy una bailarina soñada, una vedette explosiva, la estrella rutilante
del firmamento artístico ¡Gracias, gracias, queridos míos! ¡Gracias mi
público! (recuerda algo, busca entre sus ropas un monedero, le da varios
billetes al DOCTOR): Tome, Fernández, la recaudación de anoche. ¡Me
quedaron los pies a la miseria!
DOCTOR (nervioso, oculta rápidamente el dinero): Está bien, está bien,
Evangelina, je-je, dejémoslo para más tarde (al
público) ¡Esta Evangelina! No vayan a creer que exploto a esta pobre mujer (exaltado) El dinero que produce
Evangelina en la Panamericana ejerciendo el antiguo oficio que ustedes imaginan
forma parte de su terapia de reinserción psico-social. Ha registrado avances
notables y las ganancias son donadas íntegramente a la Fundación Internacional
Felices los Locos, Chapitas y Afines.
EVANGELINA (cambiando): ¡Doctor, Doctor, la capa de
hielo de Groenlandia!
DOCTOR: ¿Qué pasa con la
capa de hielo de Groenlandia, Evangelina?
EVANGELINA: Se derrite. ¡Nos
vamos a ahogar! Hay que nadar hacia la costa, venga, nade, nade, nade.
EVANGELINA empieza a nadar y el DOCTOR la imita.
DOCTOR (al público): El síndrome de strees postraumático producido por el
infausto golpe frente al conocido teatro genera una suerte de confusión espacio
temporal.
EVANGELINA (cambiando,
enamorada): ¡Ricardo, amado mío, volviste!
DOCTOR (cambiando, seductor): ¡Aquí estoy, baby!
EVANGELINA: Me trajiste
flores, galante como siempre.
DOCTOR (entregándole flores imaginarias): ¡Aquí están, chiquita mía, te
extrañé tanto, tanto, mi bomboncito de licor! (al público) Quiero aclarar, señora, que tampoco soy este tal
Ricardo, un “latin lover” de cuarta que se las da de poeta y del que
Evangelina, en su delirio, se ha enamorado perdidamente.
EVANGELINA: Me he aprendido
el poema que me dedicaste. ¿Te lo recito?
DOCTOR (nervioso):
¡Ejem, no, no, amada mía, en otra oportunidad!
EVANGELINA: ¡Por favor, mi
Romeo, te lo recito!
DOCTOR: ¡Dije que no,
Evangelina, después!
EVANGELINA (solemne,
conmovida): “Por la vía pasa el tren / por la ruta pasa el coche, / por mi
mente pasas tú / todas las noches” (el
DOCTOR enrojece, EVANGELINA, invirtiendo los roles, hace señas para que el
público aplauda) Escucha como aplauden, amado mío, tu también eres un gran
artista.
EVANGELINA vuelve a bailar y
a cantar.
EVANGELINA:
‘I love you baby’/ ‘la-la-la-lá’
Se detiene de golpe en otro
estado cataléptico.
DOCTOR: ¿Cómo
reinsertar a este ser sensible? Esperen que la corro (el DOCTOR agarra a
EVANGELINA y la alza y la corre a un costado como si fuera una lámpara) Decía
¿cómo reinsertar a este ser sensible en la sociedad de la que formaba parte? (el
DOCTOR saca un papel de un bolsillo) Me escriben muchas señoras haciéndome
múltiples consultas: por ejemplo aquí Amparo de Hurlingham pregunta: ¿tejer al
crochet puede ser motivo de acoso sexual? Es un caso interesante, veámoslo:
¡Evangelina! ¡Despierte, Evangelina, vamos! (DOCTOR cachetea a EVANGELINA
para que vuelva en sí) Evangelina, le pido un favor, retome el tejido de
esa tricota que estaba haciendo.
EVANGELINA saca de una bolsa
un tejido y se pone a tejer moviendo exageradamente los hombros, en algo que
pretende ser sensual.
DOCTOR: Crochet, Santa Clara
o Punto Inglés, es indistinto. Obsérvese la sensualidad de los movimientos de
Evangelina al tejer, esta bien que en su delirio está convencida de que es una
vedette, pero si esta mujer realizara esa labor en un espacio público, como ser
una plaza, el puente Alsina o un transporte urbano de pasajeros, podría
provocar una justificada reacción del sexo opuesto. Por eso, Amparo de
Hurlingham, contestando a su inquietud: si necesita tejer, es aconsejable
hacerlo en la intimidad del hogar, a salvo de la poderosa pulsión erótica que la
práctica del tejido de punto provoca en el hombre.
EVANGELINA (cambiando):
¿Qué hace usted aquí señor?
DOCTOR: ¿Cómo qué hago?
EVANGELINA: ¿Para qué es ese
calefón?
DOCTOR (desconcertado):
¿Calefón?
EVANGELINA: Sí, ese calefón.
¿Qué, es ciego?
DOCTOR (mira bajo su
brazo) ¡Ah sí, el calefón, perdóneme! Soy el plomero, se le había tapado la
sentina, recuerda, y vengo a instalarlo.
EVANGELINA: Pero apúrese, mi
amado Ricardo va a volver en cualquier momento. ¿No lo vio?
DOCTOR: Creo que está en el
baño.
EVANGELINA retoma la danza.
EVANGELINA:
Tengo que ensayar una coreografía muy difícil para él. ¿Usted vio Flash Dance? Deje ese
calefón y ayúdeme.
EVANGELINA hace unas figuras
de baile, el DOCTOR la eleva sosteniéndola de la cintura. De golpe EVANGELINA
lo rechaza con violencia.
EVANGELINA: ¡Vete, Ricardo,
te odio, me escuchaste!
DOCTOR: ¿Qué pasa?
EVANGELINA: ¡Estás mirándola
de nuevo! (señala a una mujer del
público)
DOCTOR: ¿A quién?
EVANGELINA: A esa
DOCTOR: ¡Mi chocolate
glaseado, te juro que solo tengo ojos para ti!
EVANGELINA: ¡No te hagas el
idiota!
DOCTOR: Esa mujer es la
primera vez que viene, estamos en un teatro, el público cambia con cada función.
EVANGELINA: ¡Sí, claro,
estamos en un teatro, y yo soy la princesa Máxima Zorreguieta! No vas a
engañarme de nuevo, Ricardo, te dije que no volvieras a hacerlo. Debo
asesinarte (EVANGELINA saca de entre sus
ropas un cuchillo y lo acuchilla varias veces, es un cuchillo de utilería de
esos en los que la hoja de oculta en el mango. Acto seguido entra en otro estado de catalepsia)
DOCTOR (le mira las pupilas, le ausculta la respiración, le saca el cuchillo
de las manos y lo muestra al público): ¡Esta Evangelina! Cuando seres con
esta patología intentan clavarles un cuchillo, no hay que contradecirlos.
Oponer resistencia puede provocarles una regresión. Hay que conservar la calma
y dejarse asesinar. Por eso es conveniente, señora, señor, cambiar los utensilios
punzantes del hogar, tijeras, pelapapas, cuchillos, sacacorchos, por elementos
como estos.
EVANGELINA sale de su estado
de parálisis y, con gran agitación comienza a correr y agitar los brazos
enloquecidamente.
EVANGELINA: ¡Doctor,
ayúdeme!
DOCTOR: ¿Qué le pasa?
EVANGELINA: Las ballenas,
otra vez, volvieron a meterse al living.
DOCTOR: Déjelas retozar, no
pueden estar mucho tiempo encerradas.
EVANGELINA: De ninguna
manera, me ponen los pisos a la miseria. ¡Ayúdeme! (EVANGELINA va hasta el borde del escenario
y agita los brazos) ¡Fuira! ¡Fuira! Hay que sacarlas por la ventana, que
vuelvan al patio.
Durante el parlamento del
DOCTOR, EVANGELINA sigue arriando ballenas, las lleva hasta la platea donde se
encuentran las hipotéticas ventanas, alguna siempre se le escapa, se le
escabulle hacia los camarines, por entre bambalinas, EVANGELINA ira a
buscarlas.
DOCTOR (al público):
Las alucinaciones, un tema recurrente en este tipo de casos. Para Evangelina
hoy son las ballenas, pero debo relatarles una historia asombrosa que la tiene
como protagonista: comienza cuando la paciente cambia el pegamento de su
dentadura postiza, la nueva marca al parecer tiene un compuesto químico
prohibido que la endroga, Evangelina primero se convence de que es Fidel
Castro, luego que levita, hasta que finalmente comienza a experimentar visiones
premonitorias, la noticia corre como reguero de pólvora en su barrio, las
comadres hacen cola para hacerle consultas sobre el futuro. En una oportunidad
Evangelina visualiza que tropas irakies van a invadir Kuwait, uno de sus hijos
se contacta con las fuerzas de la OTAN en el Golfo Pérsico, lo denuncia, y así
es como nuestra querida Evangelina recibe en 1990 el Premio Saddam de Bronce al
Mantenimiento de la Paz. Muestre la medalla. ¡Aplausos por favor! (EVANGELINA,
orgullosa, recorre el escenario mostrando una medalla que lleva prendida al
pecho) ¡Escuche, escuche como la adoran!
EVANGELINA vuelve a danzar.
EVANGELINA: ¡Gracias,
gracias, público mío, gracias!
DOCTOR (mira la hora):
Bueno, Evangelina, yo la noto cada vez mejor, que quiere que le diga. Páseme el
monedero (le saca varios billetes) Son 500 pesitos. La veo la semana entrante. Acuérdese que debe
seguir con su rehabilitación en la Panamericana y tómese estos comprimidos (redacta
una receta) Ahora me retiro, tengo
muchísimo trabajo (saluda al público con una inclinación) ¡Buenas
noches!
El DOCTOR sale.
EVANGELINA (ocupa el
centro del escenario, fija la vista hacia un punto elevado de la platea): Ricardo,
amado mío, ¿me escuchas? No soy una chica fácil, Ricardo. Sin ti, últimamente
he tenido pesadillas tan horrendas. ¿Qué sabemos del amor, amado mío? (pausa, mira el entorno para ver si el
DOCTOR se fue, cambiando, se dirige al público) Ustedes vieron: qué triste,
¿no? En su delirio cree que es un médico psiquiatra y yo una de sus pacientes
más graves. ¡Una verdadera pena! ¡A mí me parte el alma! Hay que seguirle la
corriente, es parte del tratamiento. Es un sobrino segundo y una por la familia
hace cualquier cosa. ¡Que misterio el cerebro humano! ¿No?
APAGÓN