Personajes:
Padre
Hijo
Madre
Desayunador de departamento, el PADRE, impecable
pantalón, camisa blanca, corbata y sobaquera con pistola, está haciendo
lagartijas en el piso, termina, se sirve café, lo toma de parado. Un rehén,
encapuchado y amordazado, con precintos en las muñecas, yace a un costado.
Entra el HIJO proveniente de su habitación, arma, sobaquera y vestimenta
similares a las del PADRE, trae a otro
rehén y lo deposita junto al rehén del PADRE.
PADRE: Buen día.
El HIJO no contesta, se frota los ojos, se sirve una taza
de café.
PADRE: Parece que dormimos mal.
El HIJO ídem.
PADRE: ¿A qué hora llegaste?
HIJO: Tarde.
PADRE: Tarde… ¿Tarde a qué hora?
HIJO: Tarde tarde, se me complicó. ¡No rompas!
PADRE: No rompo, okey, no rompo (el PADRE termina su
café, observa al HIJO) ¿No vas a hacer las lagartijas?
El HIJO comienza a hacer el ejercicio a desgano.
PADRE: ¿Cuándo llegaste te fijaste en la entrada?
HIJO: Mmm.
PADRE: Otra vez la basura desperdigada.
HIJO: Mmm.
PADRE: ¡Para qué carajo ponen contenedores! Este barrio
es un asco, habría que irse.
Entra la MADRE proveniente de la calle, arrastra a su
rehén de los precintos de las muñecas, trae una bolsa con verduras. Cuando se
saca el abrigo, sobre la blusa lleva sobaquera y arma similares a las del PADRE
y el HIJO.
MADRE: Pasaba por el mercado y aproveché. Traje
zanahorias, tomates y cebollas (deja al rehén con los otros y revisa la bolsa
de verduras)
PADRE: ¿Qué te olvidaste?
MADRE: Un morrón.
PADRE: ¿Vas a hacer lasagna?
MADRE: Si llego, sí. ¿Desayunaste, Carlos?
HIJO: Mmm.
MADRE: Pregunto de nuevo: ¿desayunaste, Carlos?
PADRE: Gladys, ¿por qué insistís con el tema ese del
desayuno? A la mañana se toma café negro.
MADRE: Vos tomaras café negro. Él desayuna (de una
alacena saca una caja de cereales) Tomá.
HIJO: Hoy no.
MADRE: Tenés que alimentarte, incorporar la energía que
vas a consumir durante el día.
HIJO: ¡Por favor, mamá! (señala a su rehén) Anoche se me
complicó y llegué a cualquier hora, ahora me duele la cabeza. ¿Es mucho pedir?
Tiempo. El PADRE se ríe.
MADRE: ¿Qué hay?
PADRE: ¿Por qué lo tratás así?
MADRE: ¿Así, cómo?
PADRE: Como a un nene.
MADRE: Porque es un nene.
PADRE: ¡Tiene diecinueve!
MADRE: Sí, tiene diecinueve y qué. Mientras este bajo este techo, es mi
responsabilidad alimentarlo y educarlo (va sobre el HIJO, le pellizca un
cachete) ¡Cosita de mamá!
El HIJO se escabulle.
PADRE: Hablando de techo, recién le decía a Carlos que el
barrio este no da para más, es una mugre. Tendríamos que mudarnos.
MADRE: ¿Mudarnos? ¿Adónde?
PADRE: No sé, o más para el Bajo, o a Zona Norte. Además,
sabés muy bien que necesitamos otro ambiente (señalando a los rehenes) Cuando
se nos juntan cuatro de estos no podemos apilarlos en la baulera de la cochera,
o adentro del placard como la última vez.
Los rehenes sufren un ataque de pánico, a través de las
mordazas gritan y sollozan.
MADRE, PADRE e HIJO: ¡SILENCIO!
Tiempo.
MADRE: No sé, Julio, mamá ya está grande, no quiero irme
lejos de su casa.
PADRE (apura el café, mira la hora, se incorpora, va en
busca de su rehén y lo agarra de los precintos de las muñecas): Bueno, lo
hablamos está noche, ¿dale?
MADRE: Julio, ¿no podés sentarte un momento? ¡Siempre a
las corridas! Desayunemos como una familia normal.
PADRE: Okey, tengo cinco minutos.
El PADRE deja al rehén. Los tres se sientan a la mesa.
Tiempo.
MADRE: Compré yogur de frutos del bosque, Carlos, ¿te los
traigo para acompañar los cereales?
HIJO: ¡Bueno, mamá, dame el yogur de frutos del bosque!
MADRE: ¡Qué hostil que estás! Quería hacerte una
pregunta: qué es esa carpeta que estaba anoche arriba de tu cama.
HIJO: Te dije que no me revisaras el cuarto.
MADRE: No te reviso el cuarto, te estaba haciendo la cama
y la vi. ¿Qué es?
HIJO: Son folletos.
MADRE: ¿Folletos de qué?
HIJO: De una escuela de actuación.
MADRE: ¡¿Actuación?! ¡ ¿Ahora es actuación?!
HIJO: Estoy viendo mamá, no me hostigues.
MADRE (al PADRE): ¡Te dije que está cada vez más raro!
¡Te dije que empeora! Todo esto empezó cuando le encontraste ese cigarrillo de
marihuana.
HIJO: ¡Uy, cortala, mamá!
PADRE: ¡Tiene razón, pará un poco mujer!
MADRE: ¡Deberías estar orgulloso, Carlos! Esto es lo que tu papá y tu mamá te
enseñaron, lo que mamaste de chico. Que a tu edad, cuando la mayoría de los
jóvenes no saben qué hacer con sus vidas, vos ya tengas una profesión…
HIJO: ¿Y si no me gusta? ¿Y si no es lo que quiero para
mí?
MADRE: ¿Pero qué te pasa? ¡Qué pasa con esta familia!
PADRE: Gladys, no exageres.
MADRE: ¡Vos dejame hablar con mi hijo! ¿De dónde te
vienen esas ideas? ¿Actuación? ¿Querés ser actor? ¿Sabés lo promiscuos que son?
¿Sabés que la actuación es un camino directo hacia la disolución de la familia,
hacia la droga?
HIJO: ¡No digas disparates, mamá! (tiempo, cambiando) Es
difícil de explicar, no sé lo que me pasa.
PADRE: Yo sí lo sé.
MADRE: ¿Ah, sí?
PADRE: Tu hijo se aburre.
MADRE: Carlos, ¿vos te aburrís?
HIJO: No me aburro.
PADRE: ¡Vamos, te aburrís como una ostra, Carlos! Nunca
puede hacer las cosas según el protocolo, siempre tiene que agregarle alguna
variante, algún toque personal, sin importar los riesgos. Como cuando lo de los
empresarios del acero
MADRE: Los hermanos, me acuerdo. ¿Qué pasó?
PADRE: No te dije nada para no amargarte. Había que
hacerlos entregar las claves bancarias. ¿Y qué hizo el señor? Usó nuestro
contacto en la Morgue Judicial, el inconsciente ese de Cárdenas le consiguió un
par de dedos de un NN y este se los envió en una caja a la familia.
MADRE: ¿Y?
PADRE: La caja la recibió el padre, el padre tenía
marcapasos y dos bypass, la abrió y quedó seco.
Los rehenes sufren otro ataque de pánico, a través de las
mordazas gritan y sollozan.
MADRE, PADRE e HIJO: ¡SILENCIO!
Tiempo.
MADRE: ¡Eso no está nada bien, Carlos…! Pero volviendo a
lo de recién, nosotros queremos ayudarte, decinos, ¿cuáles son tus dudas?
¿Cuáles son tus incertidumbres?
HIJO: No lo sé, siento como que el tiempo se me agota.
Que necesito conocer todo, investigar todo, cada oficio, cada profesión. Ver
absolutamente todo lo que hay disponible... Ya lo sé, es una pavada.
PADRE: No creo que sea una pavada.
MADRE: Definitivamente, no es una pavada (tiempo) ¿Pero actor?
HIJO: No vuelvas con eso.
MADRE: Son ateos, Carlos, además de drogarse votan a la
izquierda. Si fuera algo más relacionado, la Policía Federal Argentina, por
ejemplo. La escuela de cadetes de la Federal.
PADRE: En el Departamento yo tengo contactos.
MADRE: ¡Con esos uniformes azules tan bonitos! ¿Eso no te
gusta?
El HIJO se incorpora:
HIJO: Ahora no puedo seguir hablando.
MADRE: “Ahora no puedo seguir hablando” ¡Así arreglan
todo ustedes!
PADRE: ¿Y a mí qué me metés?
El PADRE también se incorpora para salir.
MADRE: ¿Ah, no? ¿Y no te estás mandando a mudar vos
también?
PADRE: ¡A trabajar, me voy a trabajar! (tironeando de mal
modo a su rehén) ¡Vení para acá, vos!
MADRE: ¡Está bien, vayan, desaparezcan! Las cosas importantes siempre quedan para
otro momento. Pero antes yo iba a decirles algo… (piensa) ¡Ah, sí! ¿Anoche
quién estuvo en el lavadero?
HIJO: Yo no.
PADRE: Yo tampoco.
MADRE: Nadie, obvio. Entonces el enchastre que había en
el piso me lo imaginé.
PADRE: A ver, Gladys, tengamos la fiesta en paz. ¿Había
un poco de sangre? Y bueno, sangran, ¿qué querés hacerle? Los traemos, se
resisten, los golpeamos y sangran.
Los rehenes sufren otro ataque de pánico, a través de las
mordazas gritan y sollozan.
MADRE, PADRE e HIJO: ¡SILENCIO!
Tiempo.
MADRE: Ya sé que sangran, no me quejo por eso. Lo que
digo es que cada uno se haga cargo del suyo y limpie sus porquerías. ¿Es tan
difícil?
PADRE: No es tan difícil. Tenés razón. Y cuando tenés
razón tenés razón (al HIJO) ¿Escuchás lo que dice tu madre?
HIJO: Mmm.
El HIJO toma a su rehén de los precintos de las
muñecas y lo arrastra hacia el interior
del departamento.
MADRE: ¿Qué hacés?
HIJO: Voy al baño, ¿no puedo?
MADRE: Sí, mi vida, claro que podés.
El HIJO con el rehén salen.
MADRE: No lo veo bien.
PADRE: Yo te dije.
MADRE: Carlos es un sol, un chico alegre, optimista, pero
ya hace demasiado que está así.
PADRE: Está preocupado, Gladys, está buscando su propio
camino.
MADRE: Y qué tiene de malo que sus padres lo ayuden, lo alienten a seguir sus pasos, ¿acaso un
abogado, un contador, no contrata a su hijo en sus propio estudio?
PADRE: Pero hay que preguntarse si es lo que él siente.
Está buscando, ¿no te acordás cuando el año pasado se le había metido que
quería ser médico epidemiólogo?
MADRE: En enero a mí me dijo que iba a ser personal
trainer.
PADRE: Es lo que digo. Es un adolescente tardío.
MADRE: ¿Y eso?
El PADRE saca de un bolsillo una página impresa y la desdobla.
PADRE: Lo leí de una revista en la peluquería. Mirá (lee)
“el adolescente tardío está buscando un estado de equilibrio emocional,
comienza a tomar decisiones y emergen sus preferencias vocacionales y
recreacionales.
MADRE: ¡Fijate vos!
PADRE: En el medio de un bombardeo de sentimientos
encontrados debe desarrollar la capacidad de evaluar riesgos y tomar decisiones
conscientes, lo que le produce angustia y al mismo tiempo aumenta su capacidad
para el pensamiento analítico y reflexivo.
La MADRE se queda abstraída.
PADRE: ¿Qué pasa?
MADRE: Nada, pensaba: todo esto de la búsqueda, de las
dudas y la desorientación, ¿no te suena a algo?
PADRE: Por favor, no vamos a volver con eso.
MADRE: ¡Obvio que vamos a volver!
PADRE: ¡Pasó hace 25 años años, Gladys!
MADRE: ¡Pero pasó, Julio, pasó! No habíamos cumplido el
año de casados y pasó. Vos me abandonaste.
PADRE: Éramos muy jóvenes, yo no sabía lo que quería.
MADRE: Me abandonaste. Y para hacerte… domador.
PADRE: Mejor sigamos hablando sobre nuestro hijo.
MADRE: No, porque gran parte de lo que está sufriendo es
culpa tuya, le viene de tus genes. ¡Domador, Julio! ¿No es para enloquecerse?
¡Y en ese circo de morondanga! El Circo
de los Hermanos... (no puede seguir, se quiebra)
PADRE: Fue un error. Nosotros recién hacíamos los
primeros secuestros, todavía no estábamos instalados en el rubro y yo dudé.
La MADRE se incorpora, el PADRE se pone en guardia.
MADRE: Me dejaste sola.
PADRE: ¡Por el amor de Dios, Gladys, sabés que recordar
esto no te hace bien!
La MADRE saca
lentamente su arma y le apunta. El PADRE se parapeta detrás de la mesa y a su
vez le apunta a ella.
MADRE: ¡Sos una mierda de persona! ¡Sos un cobarde!
PADRE: ¡Gladys, bajá el arma, por favor! Ya lo hablamos
mil veces…
Los rehenes, aterrorizados, comienzan nuevamente a
sollozar y a gritar en un in crescendo.
MADRE: Y también estaba esa mujer, la contorsionista.
PADRE: ¡No es necesario, por favor!
MADRE: Contame de ella. ¿Qué te hacía en la cama?
PADRE: ¡Algún día vamos a terminar haciéndonos daño, Gladys,
bajá el arma! ¡No quiero dispararte!
MADRE: ¡Y hacelo! ¡Dispará! ¡Maricón! ¡La insensibilidad
con que juntaste tus cosas y te fuiste, sin una palabra. ¡Dispará! ¡Si no lo
hacés, los mato a estos, te mato a vos y me suicido!
Los rehenes gritan. Entra
el HIJO con su rehén, al ver que PADRE y MADRE apuntándose, el HIJO
también saca su pistola y se apuntan los tres.
HIJO: ¡Papá! ¡Mamá? ¿Qué hacen? ¿Se volvieron locos?
Los rehenes aumentan los gritos.
MADRE, PADRE e HIJO: ¡SILENCIO!
Transcurren unos segundos de muda tensión.
HIJO: Ahora a la cuenta de tres vamos a tranquilizarnos y
a bajar las armas. ¿De acuerdo?... Uno, dos, tres.
El PADRE, la MADRE y el HIJO bajan simultáneamente las
armas.
HIJO: ¿Me pueden decir qué está pasando?
MADRE: Nada, hablábamos sobre tu futuro, una cosa trajo a
otra...
HIJO: Y volvieron a la historia del circo, ¿no es cierto?
MADRE: Fue culpa mía. Está todo bien, mi amor.
HIJO: ¿Seguro?
MADRE: Seguro.
HIJO: Bueno, yo ya tengo que salir. Voy a entregar a este
y después voy a una reunión informativa en la Escuela Argentina de Buceo.
MADRE: ¿Buceo? ¡Ah, mirá que lindo!
HIJO: Así que no creo que llegue para el almuerzo.
MADRE: No importa. Si te demorás queda la lasagna en el
horno, solo tenés que calentarla.
HIJO: Gracias.
El HIJO besa a la MADRE
y arrastra a su rehén de las muñecas. Antes de salir mira por última vez
a sus padres.
PADRE: Andá, andá tranquilo.
MADRE: Chau, mi amor.
El HIJO sale, la MADRE aproxima al PADRE.
MADRE: Perdoname.
PADRE: No te preocupes.
MADRE: Sí me preocupo, Julio. Vos no me das motivos para
semejante reacción.
PADRE: En ese momento sí los tuviste. Me comporté como un
idiota.
MADRE: ¿Ya salís?
PADRE: Si querés me quedo un rato más y te hago compañía.
MADRE: ¿Creés que Carlos va a encontrar su camino?
PADRE: Estoy seguro que va a lograrlo.
MADRE: Sí, ¿no?
APAGÓN