miércoles, 13 de abril de 2016

Un tema delicado

No es mal chico.
No sé si es mal o buen chico, lo que sé es que la reventada esa le llena la cabeza.
¡No seas mala, Marucha!
¡Es un calzonudo! ¿No puede tomar una decisión por sí mismo? ¿Vos qué vas a tomar?
Café
A mí pedime un té solo. Decime, ¿qué tiene que venir a opinar esta mina si no es de la familia? La casa se vende y punto.
Vos porque no estás pasando por necesidades, en cambio ellos…
¿Ellos qué? ¿A ver? ¿Quién lo manda al pavote ese a tener cinco críos?
¡Son mis sobrinos, che!
También son mis sobrinos, pero después del tercero se hubiera hecho un nudo en el pito.
¡Las cosas que decís!
Si siempre fue un cabeza hueca. Las veces que me pidió plata.
Pero te la devolvió.
Sí, a los premios me la devolvió. Anahí, mirá, no es tan complicado: tasamos la casa, le ponemos el cartel de “vende”, cuando se concreta la operación se divide todo por tres, los muebles se regalan y listo. Pero no, claro, para el pobre Marquitos “sería deprimente” si la casa no queda en la familia y “si no tenemos inconvenientes” él se puede meter a vivir hasta que…
Disculpe, pero si en lugar de “meter a vivir” dice “ir a vivir”, o “instalarse a vivir”, ¿no le suena mejor?
¿Y este?
¡Ay, no sé, tengo miedo, Marucha!
Dejá, no le hables, no lo mires que se va solo. Volviendo, entonces, si vos lo apañás, si te ponés de parte de él, una vez que estén adentro, ¿sabés cuándo los sacamos?
Marquitos quiere cambiar el auto, necesita la plata, me lo dijo ayer…
Te dejás empaquetar, tenés la misma ingenuidad que la pobre mamá. En un momento necesita imperiosamente la plata, en el otro tiene que cambiar el auto. ¿No te das cuenta como te maneja?
¡Ay, Marucha, hablá tranquila, que no te agarren los nervios porque me ponés nerviosa a mí!
No me agarran los nervios. Mirá, lo tengo a Néstor con el tratamiento para la psoriasis, Jorgelina que no da pié con bola con ningún trabajo, el lavadero de casa que se me inunda, son muchos problemas como para seguir ocupándome de esto. ¡Quiero que-se-ter-mi-ne! Y no voy a soportar que éste mocoso nos quiera tomar de pelotudas.
De nuevo disculpe, ¿no?, pero “pelotudas”, ¿le parece que da con el tono? Si en cambio usted dijera…
¡¿A VER SEÑOR, SE PUEDE SABER QUIÉN ES USTED Y QUÉ QUIERE?!  Por si no lo notó estamos en medio de una conversación privada.
Tiene toda la razón, perdone, me aparezco así y opino sobre lo que están diciendo, qué van a pensar, ¿no? Mi nombre es Felix, yo soy el encargado de la librería.
¿Librería? 
Librería, sí. Esta librería.
¿Vos entendés qué dice este coso, Anahí?
Ni jota.
¿Y nosotras qué venimos a tener que ver con su librería?
Bastante. Ustedes son dos personajes de “la novedad de la semana”.
¿“Novedad de la semana”?
¡Mire, señor, como verá somos dos señoras mayores, estamos con un tema familiar delicado, “novedad de la semana” será su abuela, así que haga el favor de retirarse!
¡Ay Marucha, por qué sos siempre tan cortante! Mirá como se va el pobre.
¡Y vos sos una marmota! ¿No te das cuenta que es un acosador? Esta ciudad está cada día más llena de pervertidos, hay que estar en guardia.
¿Te parece?
Anahí, no te distraigas y volvamos a lo que estábamos hablando. ¿Estás de acuerdo o no estás de acuerdo?
¿Con qué?
¿Cómo con qué? ¿Para qué nos citamos? ¿Para qué estoy tragándome este té?
Disculpen, estoy buscando “Los rododendros y las azaleas”, es un libro de jardinería…
¡PERO ESTO ES UN COTOLENGO!
No se altere, señora, creo que está editado por Random House, la autora se llama Daniela Beretta, ¿me podrían informar?
¿Y por qué le tendríamos que informar?
Como el dependiente está en el fondo, justo pasé por acá, las vi adentro del libro hablando y…
¡Ay, Marucha, esto es muy raro!
¡Tranquilizate!
Es que no puedo, me viene de golpe la angustia y me pongo a sudar. ¿Vos entendés lo que dice este señor?
No tengo la menor idea.
Ahora que me fijo el café está lleno de estanterías, de mesas con libros.
Yo sin los lentes no veo una vaca en un pasillo. 
Te juro que no estoy loca: recién era sólo un café, ahora parece que también es una librería. ¿Qué está pasando?
Te dije que no lo sé. Vos que ves ubicame al cretino ese, haceme el favor.
¿A quién busca?
Usted concéntrese en su libro de jardinería y no se meta. ¡Librero! ¡LIBREROOOOO!
¡Esto me asusta!
Bueno, aflojá con el drama, Anahí. ¡LIBREROOOOO!
¡SE PUEDEN CALLAR, COTORRAS!
¿QUIÉN HABLÓ? ¿QUIÉN DIJO ESO? ¿QUIÉN TUVO EL TUPÉ DE LLAMARME COTORRA?
¡Shht, bajá la voz!
¡QUÉ BAJÁ LA VOZ NI BAJÁ LA VOZ! ¡MÁS COTORRA SERÁ SU MADRE! ¿QUIÉN HABLÓ?
Marucha, por favor, si ahora estamos en una librería hay que hablar bajito. Creo que la voz salió de ese volumen.
American psycho, de Bret Easton Ellis, un clásico de la literatura sangrienta. Seguramente el que protestó es el protagonista, Patrick Bateman, un loquito de cuidado, les aconsejo no contradecirlo. ¡Je, je!
¡Qué gracioso! ¡Por fin apareció! Mire, señor, acá está sucediendo algo un poco turbio: mi hermana Marucha y yo nos citamos en un café para tratar un tema familiar, yo me olvidé los lentes, pero ella manifiesta -y confío plenamente en lo que dice- que si bien seguimos estando en el café, ahora resulta que también estamos en una librería, que supongo debe ser de la que habla usted. Le quiero aclarar que yo no acostumbro a tomar alcohol, ni mi hermana tampoco.
Es normal.
¿Qué cosa es normal?
Que estén en ese café que dice y al mismo tiempo que estén en esta librería, y que no comprendan qué está sucediendo.
A ver si se explica.
¿El nombre Pablo Albarello les dice algo?
No.
¿Y “Un tema delicado”?
Menos.
Son el autor y el título del libro del que ambas son personajes, el volumen llegó hace una hora, integra una colección de narradores actuales y yo lo coloqué en esta mesa en la sección “novedades de la semana”.
¿Personajes? ¿Qué somos personajes?
¡No diga sandeces, hágame el favor!
¡Pará, pará Marucha! ¿Quiere decir que lo que estábamos hablando recién está publicado en un libro?
Efectivamente.
¿Escuchaste hermana? ¡Pero eso es tremendo! ¡¿Qué va a decir Marquitos, qué va decir la mujer cuando se enteren de todo lo que dijimos de ellos?¡Ay, Dios mío!... 
¡Pará, Anahí, por favor!
¡Es terrible, Dios mío! Claro que pensándolo bien nuestro hermano no es de leer mucho. Pero ¿y la mujer? la mujer es docente, está haciendo un curso de literatura, pedagogía del cuento o algo por el estilo en la Alianza Francesa. ¡Dios mío! En una de esas se lo dan para leer, o una compañera compra el libro y después se lo comenta. ¡Qué desgracia, estoy temblando!
¡PARÁ, ANAHÍ, PARÁ, POR FAVOR! Señor, aclare qué es todo este disparate.
En principio procuren tranquilizarse, yo hace cinco años que trabajo en la librería y ya ha sucedido otras veces. Pueden llegar a sufrir un leve mareo, sentirse algo confundidas por un par de horas, pero después se acostumbran.
¡Ya siento el mareo, Marucha, tiene razón!
¡ANAHÍ, PODÉS PARAR UN CACHITO! ¿Y a qué tenemos que acostumbrarnos?
A aceptar que son personajes. Si su hermana que ve bien se molesta, observará que en esa mesa está Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, Cosmópolis, de Don De Lillo, el Tomo II de los cuentos completos de Ernest Hemingway. ¿Usted escuchó a alguien haciendo escándalo? Claro que no. Cada personaje se mantiene tranquilamente en su volumen viviendo su  historia; y eso que estamos hablando de autores de renombre. En otro orden, quiero disculparme por las interrupciones de hace un rato. Defecto de librero, de aburrido me la paso corrigiendo y juzgando la escritura ajena. Pero para serle sincero hay algunos autores nuevos que escriben tan mal que uno no se explica cómo llegan a publicar.
Señor, ¿y mi libro de jardinería?
Ah, sí, discúlpeme. Venga por acá, por favor. Ya estoy con ustedes, señoras.
Vaya, atienda, atienda.
Marucha, ¿cómo estás tan serena? ¿Te das cuenta que lo que está pasando es terrible? Vos no sos mi hermana Marucha, yo no soy Anahí, no somos gente, apenas si somos dos ficciones imaginadas y escritas por alguien en un papel.
¡Callate, pasmada, a vos cualquiera te vende un buzón! Este no es un abusador ni un chiflado: es un delincuente. Escuchame atentamente: hay que seguirle la corriente, decirle a todo que sí y en cuanto podamos hay que escapar.
¿Escapar? ¿Y por qué escapar? Vos querés decir que…
Sí, Anahí, estamos secuestradas.
¡Ay, Dios mío! Pero esto va de mal en peor. ¿Estás segura?  
Por algún medio se enteró de que estamos vendiendo la casa de papá, evidentemente se quiere alzar con la plata.
¡Estoy temblando como una hoja de nuevo! ¿Qué vamos a hacer? ¡Dios mío! ¿Y si gritamos?
Por una vez en la vida dijiste algo sensato. ¡POLICIIIAAAA! ¡POLICIIIAAAAA!
¡POLICIIIAAAA! ¡SOCORRROOOO!
¡Por favor! ¡Por favor! ¿Qué hacen? ¡Me van a espantar la clientela!
¡POLICIIIAAAA!
¿Qué está pasando acá? ¿Qué son esos gritos?
Ah, hola, cómo le va, agente. No, no es nada, no se preocupe, las señoras son dos personajes en período de adaptación.
¡Miente descaradamente, no le crea! Este señor es un delincuente que nos ha secuestrado. Evidentemente integra una banda con una importante logística, ya que se enteraron de que mi hermana y yo vamos a cobrar una fuerte suma de dinero resultado de la venta de una propiedad familiar.
¡Eso es absurdo!
¡Vamos, querido, que a los de su calaña los tengo bien vistos, salen todos los días en El Noticiero de Santo!
¡Eso es un disparate! Este libro acaba de entrar, sólo escuché accidentalmente un par de parlamentos de las señoras, ignoro de qué trata. Además, son dos personajes, agente, ¿cómo se puede secuestrar a dos personajes?
Depende.
¿QUIÉN HABLÓ? ¿QUIÉN DIJO ESO? ¿QUIÉN HABLÓ? ¿Vos escuchaste, Anahí?
No lo sé, Marucha, que no te agarren los nervios de nuevo. Creo que vino de aquella estantería.
La sección jurídica. Por la voz es el Dr. Antonio Maldonado Ruiz, compilador de la Nueva teoría del Derecho Penal Comparado, de editorial Lumen.
¡Y qué espera, acérquelo, si el hombre tiene algo para decir que lo haga!
¿Me permite, agente?
Tráigalo.
Les presento al Doctor Antonio Maldonado Ruiz, profesor de Derecho Penal. Las señoras Marucha y Anahí, dos personajes de un libro nuevo y el agente… ¿Cuál es su gracia?
Molina, suboficial Molina.
Señoras, agente. Ante todo disculpas, pero los escuché involuntariamente y, si me permiten, antes de determinar si hay o no privación ilegítima de la libertad, es importante discriminar entre dos sujetos de derecho bien definidos: la “persona física o natural” y la “persona ficticia o ilusoria”. De acuerdo al orden jurídico romano la primera es todo miembro de la especie humana susceptible de adquirir derechos y contraer obligaciones, mientras que la segunda es un sujeto que existe pero no como individuo humano, sino como convención creada por una o más “personas físicas o naturales” para cumplir con un rol supra-abstracto o inexistente.
¿Vos entendés algo, Marucha?
Ni jota. Señor, ¿por qué no traduce para la gente común lo que está diciendo?
Lo que intento decir, es que en el presente litigio se hace prioritario discriminar si las señoras se encuadran en una u otra de dichas figuras de derecho,  para luego sí definir fehacientemente el acto delictivo del que son objeto.
Es lo que yo digo, un personaje no puede ser secuestrado.
¡Usted cállese! Prosiga, profesor.
Lamentablemente la cuestión se complejiza si intentamos estipular la calidad de “persona ficticia o ilusoria” en las que las señoras se encuadran, siempre en el caso probado de que quede demostrado dicho status. Esto es, ¿han sido un mero producto de la pura imaginería de un autor o creador literario, sin ningún sustento arraigado en la realidad-real-objetiva? ¿O dicho autor, para la elaboración de esos personajes, se ha basado en “personas físicas o naturales” pertenecientes a su entorno social, familiar o amical? Si conseguimos dilucidar esto, y si nos encontramos frente a la segunda de dichas formas jurídicas, bien puede suceder que las señoras aquí presentes efectivamente existan en la vida real, esto es, que no sean sólo meras “personas ficticias o ilusorias”, entonces la privación ilegítima de la libertad podría encuadrarse en un delito punible por “ut-supra-interpósita-data”.
¿Usted quiere decir un secuestro virtual?
¡No digas gansadas, Anahí, eso es otra cosa! A ver, Doctor, no entiendo nada de derecho, pero según lo que puedo sacar en limpio, acá lo que hay que hacer es encontrar al autor, ¿es así?
Exacto.
¡VAMOS, ENTONCES, A ENCONTRAR A ESE DESNATURALIZADO, QUE ADEMÁS SEGURAMENTE TAMBIÉN ES EL CEREBRO DE LA BANDA! ¡Ahí va a quedar bien claro que yo no soy ninguna ficción, yo soy María Urbina Barbieri, argentina, casada y de carne y hueso!
¡Sí, claro! ¿Y si es argentina, casada y de carne y hueso me quiere decir cómo terminó adentro de ese libro?
Nos drogaron, evidentemente.
Ay Marucha, ¿también nos drogaron?
Nos pusieron anfetaminas, éxtasis, paco, o alguna de esas porquerías en el té. No es para sorprenderse, lo denuncian en El Noticiero de Santo todo el tiempo.
¡Ay, por Dios! Esto ya es más que una tragedia. ¡Estoy temblando de nuevo!
¡PARÁ UN CACHITO, ANAHÍ, POR FAVOR! ¿Y entonces, agente?
¿Qué?
¿Cómo qué? ¿No está escuchando? ¿Qué hacemos? El autor, haga que el librero ubique al autor.
¡Usted: ubique al autor!
Si con eso se aclara este disparate no tengo inconvenientes. Tendría que llamar a la editorial, allí seguramente me van a dar el teléfono.
¡Vaya!
¡Qué vergüenza, Marucha, nosotras que nos habíamos reunido tranquilamente para hablar de la casa de papá, terminar así, en boca de todos!
Perdón, pero si alguien tuviese la amabilidad de volverme a mi estante…
¡Uy, nos olvidamos del Doctor!
Agente, haga el favor.
Hasta luego, señoras.
Muchas gracias, Doctor. Qué caballero más atento, ¿te diste cuenta?
Ahí viene de vuelta ese pillo. ¿Y? ¿Lo consiguió?
En la editorial me dieron un teléfono, es del domicilio particular. Probé dos veces y no contesta. No sé, ¿qué hago, agente, le dejo un mensaje?
No, ya va a ser localizado por la Fuerza.
¡“Localizado por la Fuerza”, seguro! Ese ya debe andar por la triple frontera. ¿Anahí, qué hora es?
Las seis.
Néstor no sabe dónde estoy y ya debe haber puesto el grito en el cielo. Agente, ¿y entonces? ¿Cómo seguimos con esto?
Mire, señora, yo la verdad que estoy un poco confundido. Lo mejor va a ser que vayamos todos a la seccional.
¿Nos va a llevar detenidas?
Hasta que se aclaren las cosas. Señor, cierre la librería. Aquel caballero, el del libro de jardinería, que venga de testigo, usted lleve el volumen con las señoras y traiga los datos que tenga del autor, la policía se va encargar de averiguar si tiene antecedentes.
Vamos.
¡AAAAAYYY!
¡Con cuidado con el libro que no es coctelera!
Sí, qué no nos mueva así que me viene vértigo, Marucha. Qué rara que es la vida, ¿no? ¿Pensaste alguna vez que ibas a vivir algo así, quiero decir, secuestradas, drogadas, marchando presas metidas adentro de un libro?
¿Crees que Marquitos se va a enterar de todo lo que dijimos? ¡Y los nenes, decime: qué culpa tienen los nenes! ¡Dios mío! ¡Yo no podría volver a mirarlos a la cara!...

¡ANAHÍ, POR UNA VEZ EN LA VIDA, PODÉS PARAR UN CACHITO!