Personajes:
Areco
Merino
1
Campo, gran sequía, un claro, dos troncos, fogón, pava, mate y una guitarra. Al
fondo una hilera de álamos pelados, sobre la izquierda la puerta abierta de un
galpón del que sale un haz de luz potente que se prende y se apaga y va
cambiando de tonalidades. De la puerta abierta también sale una soga gruesa y
larga. De fondo se escucha la zamba “Angélica”, interpretada por Los Chalchaleros.
APAGÓN
2
Cuando vuelve la luz MERINO y
ARECO están sentados en los troncos, inmóviles, cada uno con la vista perdida
en un punto lejano. MERINO apoya sobre una pierna la guitarra. El galpón se
mantiene apagado. Toda la situación es de extrema morosidad, como si a ambos
les costase ponerse en funcionamiento. Esto mismo se va a repetir en casi todas
las escenas al comienzo y al final. Tiempo.
MERINO (tose): ¡Seca de
porquería! (hace un punteo distraído con
la guitarra pero se interrumpe, levantando la voz como si ARECO estuviese lejos)
¿Qué sí me gustaría? ¡Qué joder! Y claro que me gustaría.
A ARECO le entra un mensajito en su
celular, se incorpora de un salto, se lo saca de un bolsillo y lo consulta.
Tiempo.
ARECO: ¿Dijo algo?
MERINO: Dije “¿Qué sí me gustaría? ¡Qué joder! Y claro que me gustaría”
ARECO: ¿Y a mí?
MERINO: ¿Me lo pregunta?
ARECO: No, digo ¿y a mí? Como diciendo “a mí también”.
MERINO: Ah, perfecto.
Miran hacia la puerta del galpón, se
miran y vuelven a clavar la vista en la nada. Tiempo. Areco alza la pava, se
ceba un mate y lo chupa.
ARECO: Ese tipo de experiencias siempre suma.
MERINO: Y más cuando se está al pedo, ¿no?
ARECO: Usted lo ha dicho.
MERINO: Ojo, Areco, por estar al pedo quiero significar con la cosecha perdida
con esta seca de porquería, etcétera, etcétera.
ARECO: Se entiende.
MERINO: La garganta como una lija tengo.
ARECO: Tome, le va a mejorar.
ARECO le da el mate. Tiempo.
MERINO: Es que si no uno para qué vive, ¿no?
ARECO: Ajá.
MERINO: Yo tengo como diez años de vacaciones acumuladas. ¿Usted?
ARECO: Menos.
Miran hacia la puerta del galpón, se miran y vuelven a clavar la vista en la
nada. Tiempo.
MERINO: ¿Averiguó?
ARECO: Averigüé.
MERINO: ¿Y?
ARECO: Lo que tengo que terminar de descular es lo del “pre-viaje”.
MERINO: Otro misterio, ve. Recién yo pensaba, “pre” quiere decir antes, ¿nocierto?
¿No será entonces un viaje que uno tiene que hacer antes del viaje?
ARECO: No sea bestia. Quiere decir que uno contrata el tur y lo paga antes, por eso el prefijo “pre”. Y después el
gobierno le devuelve la mitad.
MERINO: Ah, mire.
Miran hacia la puerta del galpón, se
miran y vuelven a clavar la vista en la nada. Tiempo.
MERINO: ¿Y se puede viajar a donde uno quiera?
ARECO: A donde uno quiera.
MERINO: ¿A Salta la linda se puede?
ARECO: Se puede.
MERINO: ¿Y a las Cataratas del Iguazú?
ARECO: También se puede.
MERINO: ¿Y a los Valles Calchaquíes?
ARECO: También.
MERINO: ¿Y a la Termas de...?
ARECO: ¡Bueno, bueno, bueno!
MERINO: Disculpe.
Miran hacia la puerta del galpón, se
miran y vuelven a clavar la vista en la nada. Tiempo.
MERINO: Durmiendo.
ARECO: Ajá.
MERINO: ¿No cree que duerme mucho?
ARECO: Así parece.
MERINO: Dígame, con total honestidad, Areco: ¿le parece lo de la soga?
ARECO: La verdad que no.
MERINO: Es que al principio parecía algo arisca.
ARECO: ¿Arisca? ¿Cómo arisca? ¿Cree que es una yegua, una vaca? ¿Cree que es el
ñandú, que vivía rajándose?
MERINO: No, qué va a ser. Jua, jua. Con semejantes… (hace gestos de tetas) y semejantes… (hace gestos de caderas)
ARECO: Merino, no se ofenda pero usted atrasa unos cincuenta años.
MERINO: ¿Y eso?
ARECO: Sepa que por cosas como estas ahora a uno lo escrachan. Lo cancelan.
MERINO: Ah, mire. ¿Y eso qué viene a ser?
ARECO: Déjelo.
MERINO: No, explique. ¿Qué se cree, que soy mamerto?
ARECO: Es algo que tiene que ver con las redes.
MERINO: ¿Cuáles redes? ¿Las sardineras?
ARECO: ¡Le hablo del Instagram, del TikTok, Merino!
MERINO: Ve, eso tampoco lo entiendo. Usted me pidió que me bañara, que me
peinara y me sacó una foto ¿nocierto? Y dijo que iba a meterla en esa
pantallita para que otros la vieran. ¿Y después qué?
ARECO: Después socializa.
MERINO: ¿Y cómo socializo? ¿Desde acá? ¿Sin encontrarme con nadie?
ARECO: Deje, no lo va a entender.
Tiempo. Vuelven a mirar hacia la puerta
abierta del galpón.
MERINO: Yo sigo preocupado.
ARECO: Ajá.
MERINO: No sabemos de dónde salió. ¿Mire si anda sola y se pierde? Peor, ¿mire
si agarra para el lado del arroyito? Ahora que no hay agua si se cae de la
barranca se desnuca. De por acá no es.
ARECO: Obvio.
MERINO: ¿Obvio? ¿Y por qué obvio? ¿Usted qué sabe? Para colmo no habla nada. ¿Vio
que no habla nada?
ARECO: Ajá.
MERINO: Por eso lo de la soga. Yo soy rústico pero no soy mal bicho, Areco. Fíjese
que se la puse floja y no la até al palenque. Si ella quiere se puede ir, pero
por lo menos nosotros nos vamos a dar cuenta.
ARECO: ¿Ve? En eso estuvo bien.
MERINO: Gracias.
Vuelven a clavar la vista en la nada. Se
escucha la zamba “Angélica” interpretada por los Chalchaleros.
APAGÓN
3
Cuando vuelve la luz, ARECO y MERINO están de pie y tiran de la soga intentando
sacar a la visitante, resoplan.
MERINO: ¡Dos, tres, dele ahora!…
ARECO: Uff.
MERINO: Agarre de más adelante, Areco. Usemos el mismo envión. Dele. ¡Dos, tres,
ahora!… ARECO: No hay caso, si no quiere no va a salir.
MERINO: ¡Dos, tres, la última!...
ARECO: Uff. No, olvídelo, no se mueve.
Vuelven a sentarse en los troncos. Tiempo.
MERINO: ¿Cómo alguien no se cansa de estar todo el santo día quieto? Un
misterio.
ARECO: Ajá.
MERINO: Esta mañana cuando usted fue hasta el almacén del gringo Robetta, estaba
despierta.
Yo pensé, si no se expresa en forma verbal por lo menos algún tipo de seña debe
saber hacer. No sé, con la cabeza, con una ceja. Alguna forma de comunicación,
¿cómo se dice...?
ARECO: ¿Alternativa?
MERINO: No, alternativa no es.
ARECO: ¿Supletoria?
MERINO: No, menos.
ARECO (harto): Sustituta.
MERINO: Eso, sustituta.
ARECO: ¿Y?
MERINO: Y… mejor no le cuento.
ARECO: Dele.
MERINO: Déjelo. Me da calor.
ARECO: ¡Dele, che, acabe el relato!
MERINO: Bueno, me digo ella es hembra, yo soy varoncito, para entrar en
confianza existe una forma. Y entonces se me ocurrió hacerme el lindo.
ARECO: Muy bien.
MERINO se incorpora y camina canchero.
ARECO sorbe del mate y lo observa.
MERINO: Entonces voy y me acerco y le digo, “Angélica…”
ARECO: ¿Perdón?
MERINO: ¿Qué hay?
ARECO: ¿Dijo Angélica?
MERINO: Ah, sí, me tomé la libertad de ponerle Angélica.
ARECO: ¿Como la zamba?
MERINO: Como la zamba. ¿No le gusta?
ARECO: Sí, qué se yo. Siga.
MERINO: Bueno, le digo “Angélica… tanta hermosura en un solo ser sólo deber
tratarse de una obra de los dioses”.
ARECO: Muy bien. ¿Y?
MERINO: Como si pasara un carro.
ARECO: ¿En serio?
MERINO (se besa los dedos en cruz): Pensé,
hace mucho que no voy al quilombo y estoy fuera de trainin, así que se lo repito: “Angélica, tanta hermosura en un
solo ser sólo debe tratarse de una obra de los dioses”… Y entonces lo hizo.
ARECO: ¿Qué hizo?
MERINO: El juego de luces.
ARECO: ¿El juego de luces?
MERINO: ¿Vio como cuando usted agarra el camino al pueblo con la chata, se tira
a pasar a algún carro y en la hondonada hay un poco de niebla porque está
amaneciendo y a unos doscientos metros viene el camión de la cerealera a los
pedos? ¿Usted qué hace?
ARECO: Un juego de luces.
MERINO: Bueno, así. Me hizo un juego de luces con los dos ojos. ¡Casi me cago
del susto!
ARECO no responde, ambos miran hacia la
puerta del galpón, se miran y vuelven a clavar la vista en la nada. Tiempo. ARECO
reacciona.
ARECO: ¡Déjese de joder! ¿Usted me está tomando de idiota a mí? ¡Está bolaceando!
MERINO (se besa los dedos en cruz): ¿Areco,
por qué voy a hacer un chiste en una situación como esta? ¿Para usted yo siempre
o miento o digo disparates?
ARECO: Está bien. Déjelo ahí.
Tiempo. Ahora se ponen a mirar el cielo,
alternativamente señalan algo van a hacer un comentario pero se arrepienten.
MERINO: Ni a palos algo de lluvia, ¿no?
ARECO: Difícil.
A MERINO le agarra otro ataque de tos. Se
escucha la zamba “Angélica” interpretada por los Chalchaleros.
APAGÓN
4
Cuando vuelve la luz MERINO está parado
frente a la puerta del galpón con la vista fija en su interior. ARECO entra con
un bidón de agua, lo apoya en el piso, se sienta en uno de los troncos y se
abstrae mirando hacia el frente. Tiempo.
ARECO: Queda un bidón y la olla grande. Por lo menos para el mate y para el
guiso hay. Después hay que ir a buscar de nuevo (descubre al otro) ¿Merino, qué está haciendo?
MERINO: ¡Shht! Deje eso y venga.
ARECO se incorpora, se acerca y se pone
al lado de MERINO. Este se da una sonora cachetada en una mejilla.
ARECO: ¡Epa! ¿Qué bicho le pico?
MERINO: Van ocho. Haga igual, dese un buen sopapo.
ARECO: Ni lo sueñe.
MERINO: Deme el gusto y no pregunte. ¿Quiere que le ayude?
ARECO: ¡Ni se le ocurra!
MERINO: ¡Entonces dele, hombre!
No muy convencido, ARECO se da una
cachetada.
MERINO: ¿Y?
ARECO: ¿Y qué?
MERINO: ¿Cómo “y qué”? ¿La sigue viendo?
ARECO: Y obvio que la sigo viendo.
MERINO: ¿Se da cuenta? Yo también. No es espejismo.
ARECO: ¿Y por qué va a ser un espejismo?
MERINO: ¿Por la seca?
ARECO: Merino, a usted se lo deja un rato solo y con poca agua y se transforma
en un pelotudo.
MERINO: No ofenda que esto es serio.
ARECO: Y ya sé que es serio.
MERINO: ¿Hizo lo que tenía que hacer? ¿Habló con el Comisario?
ARECO: Hablé.
MERINO: ¿Y va a venir?
ARECO: Eso dijo.
MERINO: ¿Estaba muy mamado?
ARECO: ¿Y cuándo no está mamado?
MERINO (agitándose): ¿Se da cuenta de
la gravedad? Alguien tiene que actuar, alguien tiene que hacerse cargo. ¿Mire
si le pasa algo? Esas luces que saca por los ojos, ¿mire si son una enfermedad?
¿Mire si se muere? O peor, ¿mire si nos contagia y después se muere y después nos
morimos nosotros?
ARECO: ¡Bueno, bueno, bueno!
MERINO: Disculpe.
MERINO se calma. Se sientan en los
troncos, vuelven a la inmovilidad y a fijar la vista en la nada. Tiempo.
MERINO: No probó bocado. Cuando me fui a arreglar el alambrado le dejé unas
rodajas de salamín con pan en un plato y ni los tocó.
ARECO: ¿Picado fino o picado grueso?
MERINO se desconcierta.
ARECO: ¡Un chiste, hombre! Déjese de joder y piense un rato en otra cosa.
Está obsesionado. Tome, remójese un poco que le va a hacer bien.
MERINO desenrosca la tapa del bidón, se
enjuaga la cara.
MERINO: Tuve un sueño rarísimo. Angélica y yo nos casábamos.
ARECO: ¡Otra vez la burra al trigo!
MERINO: No, no, escuche que es bien estrafalario: estábamos en la puerta del
registro civil, enfrente de la plaza. Estaba el Gringo Robetta, estaba usted, la
Sandra Falasconi, un montón de gente. Había un sol tremendo y de golpe se
nublaba y se largaba a llover. Eso nos ponía a todos contentos, nos parecía de
buen augurio. Entonces usted me decía que para entrar en la oficina era mejor que
le sacáramos la soga a Angélica. Entonces yo iba a sacársela y al mirarla
descubría que de golpe ella ya no tenía la cara de ella, sino que tenía la cara
de mi finada mami.
ARECO: ¡Epa!
MERINO: ¿Qué?
ARECO: Nada
MERINO: No diga, diga.
ARECO: Que eso es un Edipo mal tratado.
MERINO: ¿Una enfermedad?
ARECO: Algo así. Una enfermedad pero de la psiquis.
MERINO: ¿Y cómo es?
ARECO: Es una fijación que a uno se le contagia de chico, comienza a sentir un
deseo y un amor desesperado hacia su madre, frente a un rechazo y a un odio tremendo
hacia su padre. ¿Usted cómo se llevaba con su tata?
MERINO: Mal.
ARECO: Ve. Eso hizo que se enamorara de su madre.
MERINO: ¿Pero qué asquerosidades dice? Ahora es usted el que bolacea.
ARECO: Para nada. Es ciencia pura. Y esa pasión malsana se le pega adentro como
una garrapata.
MERINO: A ver, ¿y con qué se saca?
ARECO: Con conversación. Va a un terapeuta y este lo va conversando, lo va
conversando, hasta que el Edipo empieza a aflojar. Y al final se le desprende y
lo expulsa como si fuera la lombriz solitaria.
MERINO: ¿Por el culo?
ARECO: ¡No, bestia, utilizo una imagen para que lo entienda! Las obsesiones son
como los pensamientos. Son cosas ficticias, no tienen cuerpo.
MERINO: Ah, mire.
Ambos vuelven a abstraerse y a clavar la
vista en la nada. Tiempo. Suena el celular de ARECO. Se incorpora de un salto, lo saca de un
bolsillo.
ARECO: Hola, ¿Nati?… Qué hacés, querida, cómo estás… Ah, no, tranquila…. No, nada
que ver, no te preocupes… Sí, ya la reportamos… Hicimos la denuncia, claro. ¿Me
ves? (ARECO levanta la vista al cielo y
saluda, MERINO lo observa sin entender) No, no, pobre, si está más preocupado
que yo… Nada que ver, es un buen hombre, yo respondo por él… Totalmente, te
repito, yo respondo…. Claro. Dale, cualquier cosa me llamás. Chau, un saludo a
tu mami… chau querida, chau.
MERINO: ¿Con quién hablaba?
ARECO: Nati, la hija de mi prima hermana.
MERINO: ¿Y cómo es que sabe lo de Angélica? Además ¿escuché mal o estaba
hablando de mí?
ARECO: Sí, pero no se preocupe, está todo controlado. Nati es buena chica,
trabaja de becaria en la oficina que vigila las cosechas a través del satélite.
MERINO: ¿Me está jodiendo?
ARECO: Para nada.
MERINO: ¿Y ahora nos está viendo?
ARECO: Claro. Salúdela.
No muy convencido MERINO saluda.
MERINO: ¿Así que vieron todo lo de Angélica?
ARECO: Ajá.
MERINO: ¿Y por qué hablaban de mí?
ARECO: Ah, no, por nada. Me dijo que el hecho de que usted la haya atado y los
gestos que hizo al referirse a ella son actos contra la integridad de la mujer,
que por mucho menos puede ser denunciado y condenado por violencia simbólica.
MERINO (reaccionando): ¡Pero mire a la mocosa de mierda! ¿Y a ella qué le
importa? ¿Qué tiene que andar espiando a un hombre grande al que ni siquiera
conoce?
ARECO se tapa la boca.
ARECO: ¡Por favor cuide el vocabulario y cúbrase al hablar!
MERINO (cubriéndose): ¿Por?
ARECO: Por los lectores de labios. Los usan para vigilar las reuniones del
campo en contra del gobierno. Entienden todo lo que decimos.
MERINO: ¡Tata Dios, en qué mundo de mierda terminamos!
Se sientan en los troncos.
MERINO: Ya no se puede estar tranquilo ni en el medio del campo.
ARECO: Ajá.
Vuelven a clavar la vista en la nada. Se
escucha la zamba “Angélica” interpretada por los Chalchaleros.
APAGÓN
5
Cuando vuelve la luz ARECO está sentado
un tronco, alumbrándose con una linterna sostiene un libro abierto y lee. De
golpe se escucha una rara vibración, se encienden los haces de luz del galpón y
se hacen extrañas combinaciones de colores. ARECO da un salto en momentos que
aparece MERINO, descalzo y en calzoncillos largos. Como hipnotizado, MERINO
pasa a su lado sin verlo, es abducido por la luz y entra al galpón. ARECO lo
sigue con la vista. Inmediatamente comienzan a escucharse gemidos y jadeos de
coito. ARECO se acerca a la puerta, al principio se alarma.
ARECO: Merino… Merino, perdone que me meta… pero no sé si es lo mejor…. N-no
la conocemos bien y por ahí...
Lo invade el pudor y se aparta. Pero con
los sonidos in crescendo puede más la curiosidad y vuelve a espiar. Su expresión
pasa de la alarma al entusiasmo y casi inconscientemente comienza a alentarlo.
ARECO: ¡Bien ahí, Merino! ¡Muy bien eso! ¡Dele! ¡Vamos, Merino! ¡Ese es mi
pingo! ¡Merino viejo, nomás! ¡Merino viejo, nomás!
Pero en unos segundos algo cambia, los
gemidos de ella desaparecen y los de MERINO van transformándose en gritos de
dolor. ARECO se alarma.
ARECO: ¡Cui… cuidado, Merino! ¡Ojo con eso!
Las luces se vuelven de un rojo potente.
ARECO: ¡Eso no! ¡Salga! ¿Me escucha? ¡Salga de ahí! ¡Raje!
La luz cambia a un color blanco
enceguecedor, se produce una explosión y las luces del galpón se apagan de
golpe. Tiempo. En medio de una nube de polvo sale un MERINO chamuscado, los
pelos revueltos, la camiseta desgarrada. Ambos se sientan en los troncos,
vuelven a clavar la vista en la nada. Tiempo.
MERINO: Lo vio.
ARECO: Ajá.
MERINO: ¿Y qué me dice?
ARECO: Impresionante.
MERINO (se mira la ropa chamuscada,
lloriqueando): ¡Y esa explosión al final, Areco! ¿Me explica qué fue esa
explosión?
ARECO: No lo sé.
Tiempo. MERINO oculta el rostro entre las
manos.
MERINO: Me da tanta vergüenza.
ARECO: ¡Tranquilo, hombre! No tiene por qué. Aunque hay que reconocer que esta
muchacha tiene un estilo…
Tiempo.
ARECO: Un orgasmo.
MERINO: ¿Qué dice?
ARECO: La explosión. Que creo que fue un orgasmo.
MERINO: Ah, mire (con angustia)
Escuche, Areco, usted vivió en la ciudad y en esto seguro que tiene más
experiencia. Lo que ella hizo... mejor dicho, lo que ella me hizo, ¿es así? ¿Ahora se hacen esas cosas?
ARECO (dubitativo): Bueno, todo lo
sexual ha venido evolucionando. Ahora hay prácticas, digamos... Digamos que en
la cama ahora vale casi todo.
MERINO: Qué relajo (se besa los dedos en
cruz) ¡Por esta que nunca me imaginé vivir algo así! Usted lo sabe, yo a
las nueve estaba durmiendo como un angelito y de golpe me despierto montado
arriba de este pedazo de mujer, no sé, como un perro alzado, como un padrillo
en celo meta y ponga, meta y ponga. Cosa de brujería, sabe, tenía los ojos de
ella como incrustados en el medio del cerebro. Y me iban ordenando: “Merino, hágame
esto”. “Merino, ahora esto otro” “Muy bien, Merino, ahora dese vuelta y hagamos
esto otro”. No tengo que contarle, usted lo vio.
ARECO: Lo vi, lo vi.
MERINO se incorpora, aún más angustiado.
MERINO: Areco, ¿cuánto hace que nos conocemos? Desde que consiguió el
conchabo acá en el campo, ¿seis, siete años?
ARECO: Seis años.
MERINO: Como amigo se lo pregunto: por lo que vio, ¿para usted yo fui abusado?
ARECO: Es difícil decirlo. Depende en qué términos lo plantee.
MERINO: ¿Cómo en qué términos?
ARECO: Claro, si yo le pregunto ¿usted quiso?
MERINO (piensa): Creo que quise.
ARECO: ¿Y después, quiero decir, cuando se dio vuelta la taba?
MERINO (avergonzado): Creo que
también.
ARECO: ¿Y ahora qué siente?
MERINO: En qué sentido.
ARECO: De lo que pasó, digamos, ¿guarda un buen recuerdo? ¿Siente que le gustó?
MERINO: ¿La verdad, la verdad?
ARECO: La verdad, la verdad.
MERINO (piensa): ¡Me recontra gustó, me
volvió loco de todo lo que me gustó!
ARECO: Entonces no creo que haya sido abusado.
MERINO se tranquiliza.
MERINO: Gracias.
ARECO: Y ahora olvídelo. Y haga el favor de ponerse alguna crema y alcohol en
ese chupón antes de que se le infecte.
MERINO (se toca el cuello): Jua, jua,
herida de guerra, Areco.
ARECO: Herida de guerra.
Ambos festejan la ocurrencia. Se sientan
en los troncos y vuelven a clavar la vista en la nada. Tiempo.
MERINO (suspirando): De llover ni a
palos, ¿no?
ARECO: Difícil.
MERINO: Están pasando cosas raras.
ARECO: Ajá.
MERINO: ¿Escucho la radio? Parece que en Alemania la gente se está armando porque
dicen que se viene una invasión zombi.
¿Será el fin del mundo?
ARECO: No creo.
Tiempo. Se escucha la zamba “Angélica”
interpretada por los Chalchaleros.
APAGÓN
6
Cuando vuelve la luz, MERINO está
parado junto a la puerta del galpón. Peinado y con un saco, enarbola un ramo de
flores. ARECO, sentado en un tronco mira hacia el frente con actitud abstraída.
MERINO congela un gesto de angustia. Tiempo. ARECO finalmente repara en su
compañero.
ARECO: Merino, por favor, no tiene sentido.
MERINO: ¿Y qué quiere que haga? ¿Qué disimule, qué mienta?
ARECO: Ya se lo dije, usted no está enamorado.
MERINO: ¿Ah, no? ¿A ver, y entonces qué estoy?
ARECO: Está obnubilado, está…sobrecogido, no sé, está afiebrado.
MERINO: Sea más claro.
ARECO: ¡Que está caliente!
Tiempo. MERINO duda, pero se rehace.
MERINO: Se equivoca.
ARECO: No me equivoco, usted está caliente. Y la calentura es apenas la galería
exterior, la zona menos comprometida y más volátil del amor.
MERINO: No soy tan bruto, yo ya sé que el amor es un estado del alma complejo y
misterioso. Y por eso le aseguro que yo en este momento estoy enamorado hasta
el caracú. No lo puedo explicar con las palabras que usted usa, pero sí le
puedo describir detalles, cosas pequeñas pero que sin embargo me provocan un
terremoto en la interioridad. Por ejemplo que con el solo hecho de imaginarla
ahí, en ese galpón, solita, a mí se me corta automáticamente el hambre. O que de
golpe, sin ninguna razón me agarran ataques de felicidad, me dan ganas de
bañarme, de peinarme y de agradecerle al tata Dios por haberla conocido. Y dos
segundos después vuelvo a sufrir porque no veo de qué forma podríamos estar
juntos.
ARECO: Eso es síndrome bipolar (MERINO,
lo mira perplejo) Otro chiste. Merino, lo que le digo es que piense un
poquito: usted y yo no la conocemos. Peor, ni siquiera sabemos si es cristiana.
Dejando de lado el tema de los ojos, no sé si vio los cablecitos que le salen
de la espalda.
MERINO: Sí que los vi.
ARECO: ¿Y?
MERINO: Si ella se auto-percibe mujer eso para mí es suficiente. Mírela. Diga
si no es hermosa la gorda (se acerca a la
puerta del galpón y le arroja el ramo de flores) ¡Ahí van, mi amor! (inmediatamente vuelven los tallos triturados)
¡Jua jua! ¡Qué loca! Por lo menos ya
no las rechaza.
ARECO: ¿NO LAS RECHAZA? ¡SE LAS COME, MERINO! ¿Usted es ciego o pelotudo?
MERINO: Afloje con las ofensas. Por lo menos ahora se alimenta.
Se sientan en los troncos y vuelven a clavar
la vista en la nada. Tiempo.
MERINO: Areco, ¿qué cosa lo volvió un ser humano tan frío, tan insensible? ¿Usted
debe haber tenido compañeras?
ARECO: Tuve.
MERINO: ¿Y no cree en el amor?
ARECO: Poco y nada.
MERINO: Ahora que lo pienso yo no sé casi nada de su vida. Usted es alguien de
estudios. ¿Cómo fue que terminó acá?
ARECO: No hay mucho para saber.
MERINO: ¿Y ahora qué tiene que hacer? Cuente, che.
ARECO: Nací en Teodelina, no tuve hermanos, infancia difícil, en casa cada vez
que perdía Boca Juniors mi padre le pegaba a mi madre, si perdía de mitad de
campeonato para adelante nos pegaba a los dos. Me escapé a temprana edad, viví
en Rosario, después en Santa Fe, me casé dos veces, hice un curso de artes
marciales, puse un gimnasio y a los dos años caí en un pozo depresivo, lo cerré,
leí el Martín Fierro y entendí que lo urbano había terminado para mí.
MERINO: ¿Y entonces se vino para acá?
ARECO: Ajá.
MERINO: Vida rara.
ARECO: Como la de todos.
Ambos se abstraen con la mirada perdida
en la nada. Tiempo.
MERINO: Areco, óigame, me quiero dar un gusto pero necesito de su ayuda.
ARECO: Si no hay más remedio.
MERINO: ¿Me hace la segunda voz?
ARECO: ¡Pare con eso, hombre! Cuando se le pase la mamúa va a venir el Comisario
y él ya va a decir qué hacer.
MERINO: Le quiero cantar. Quiero expresarle mi sentimiento. Dele, tómelo como
un favor de amigo.
De malagana ARECO se para y ambos se
ubican frente al galpón, MERINO afina la guitarra.
ARECO: ¿Qué quiere hacer?
MERINO: Cantémosle “Angélica”. ¿Se anima?
ARECO: Dele.
MERINO hace la introducción con la
guitarra, comienzan a cantar “Angélica”, la zamba se funde paulatinamente con el
audio original de Los Chalchaleros. Las luces del galpón se encienden,
comienzan a titilar y a cambiar de colores, se percibe nuevamente la vibración.
ARECO y MERINO de golpe abandonan el canto, entran en un estado de ausencia y
como autómatas ingresan al galpón. En unos segundos, por sobre la zamba, se
escuchan los gemidos y jadeos de ambos.
APAGÓN
7
Cuando vuelve la luz ARECO y MERINO están
sentados en los troncos, demudados, con los cabellos revueltos, la ropa rota y
chamuscada. Tiempo.
MERINO: ¿Está bien?
ARECO: Ajá.
MERINO: ¿Qué pasó?
ARECO: ¿Y a usted qué le parece?
MERINO da un salto y saca el puñal.
MERINO: Póngase de pie.
ARECO: Guarde eso, por favor.
MERINO: ¡Defiéndase o lo desgracio acá nomás! Lo que acaba de hacer es una
canallada, Areco. Eso no se le hace a un amigo.
ARECO: Déjese de joder.
MERINO: Usted sabía lo que yo siento y no le importó.
MERINO se abalanza sobre ARECO, este lo
esquiva, le dobra la mano y con una toma consigue hacerle caer el cuchillo con
facilidad.
MERINO: ¿Cómo hizo eso?
ARECO: Le dije que estudié artes marciales.
MERINO se tranquiliza, ARECO le alcanza
el cuchillo, MERINO lo guarda, agita la mano que le quedó doliendo. Se sientan.
ARECO: ¿No lo entiende? Acá ni usted ni yo elegimos. Fue ella.
MERINO no responde, deja pasar unos
segundos y vuelve a dar un salto y saca nuevamente el cuchillo.
ARECO: ¡Otra vez la burra al trigo!
MERINO: ¿Y qué hay de usted y de mí? ¿Eh? ¿Nos tocamos? ¡Dígamelo! ¿Usted me
manoseó a mí?
ARECO: ¡Pero yo qué se, Merino!
MERINO: Para mí es importante. Piense, haga el esfuerzo. Yo no recuerdo nada.
ARECO: ¿Y si pasó algo qué cambia? No recuerda nada, punto. Ya se lo dije, usted
atrasa cincuenta años.
MERINO: ¿Ah, sí? Prefiero atrasar antes que volverme un degenerado sexual.
ARECO: Se tiene que deconstruir.
MERINO: ¡Yo no me deconstruyo nada!
ARECO: ¡Entonces relájese y déjese de joder!
MERINO guarda el cuchillo. Vuelven a
sentarse, se abstraen mirando en la lejanía. Tiempo
MERINO (tose): Seca de porquería.
Lo único que trajo fueron desgracias.
ARECO: En eso le doy la razón. Por la seca se murió el ñandú, con el ñandú
muerto quedó libre el galpón y con el galpón libre se apareció su Angélica.
MERINO: Nuestra, Angélica.
ARECO lo mira pero no le contesta. Tiempo.
MERINO (cambiando, acerca el rostro al
del otro): A ver. Déjeme ver, Areco.
ARECO: ¿Qué le pasa? ¿No tuvo bastante con lo de allá adentro?
MERINO: ¡Cállese! Le quiero mirar las pupilas a ver si ya se está empezando a
enamorar.
ARECO: ¡Salga de ahí! ¿Se comió algún hongo alucinógeno?
MERINO: Son unos treinta minutos, se lo digo por experiencia.
ARECO: Ya le dije que yo ya no me enamoro.
Tiempo. ARECO levanta la pava, se ceba un mate y da una chupada.
MERINO: Pensaba en algo, y perdóneme que sea monotemático.
ARECO: A ver.
MERINO: ¿Y si queda preñada?
ARECO (se incorpora de un salto, hace los
cuernos con las manos): ¡Por el amor de Dios, Merino!
MERINO: ¿Qué dije? Es una posibilidad. ¿Criaríamos al chico? ¿Quién sería
el padre? ¿Qué imagen paterna tendría el pobre gurí?
ARECO: ¡Pare con la ansiedad!
MERINO (sin escuchar): Si uno lo
piensa bien este no es ambiente para el desarrollo de una criatura, no hay
escuelas cercanas, no va a tener contacto con sus semejantes. Dígame, ¿si usted,
Angélica y yo conformamos una familia, vendría a ser una familia…?
ARECO: ¿Triparental?
MERINO: No, triparental no es.
ARECO: ¿Compuesta?
MERINO: Menos.
ARECO (harto): Diversa.
MERINO: Eso, una familia diversa.
Vuelven a fijar la vista en la nada. Tiempo.
MERINO: ¿Y el rechazo social? ¿Cómo vamos a manejar el rechazo social,
Areco?
ARECO: ¿El rechazo social?
MERINO: Claro, imagínese a usted y a mí con la gorda encinta. Si nos invitan no
podríamos ir a la quermese, no podríamos ir al desfile del 25 de Mayo, no
podríamos ir a la Fiesta Regional de la Bondiola. La gente es mala, el Gringo
Robetta, los mellizos Asconzábal tienen una lengua que madona santa (imitándolos) ¡Che, Mario, mirá, ahí
viene el fenómeno con sus dos maridos! ¡Jo, jo, hay que tener estómago para preñar
a esa anómala!
ARECO comienza a plegarse a lo que dice
MERINO.
ARECO: ¡Guarda que ahí vienen los raritos! ¡Los amantes del bicho!
MERINO: ¡Los padrillos de una sola chancha!
ARECO: ¡Llévenlan al circo, llevenlán!
MERINO y ARECO se incorporan de un salto, sacan los cuchillos y
se ponen espalda con espalda a girar en círculo.
MERINO: ¿Escuchó?
ARECO: Sí, ¿quién fue?
MERINO: ¿Fuiste vos, mellizo? ¿Quién habló, mierda?
ARECO: ¡A ver jetón, repetí lo que dijiste!
MERINO: ¡Repetilo si sos macho!
ARECO: ¡Discúlpate con la señora! ¿Escuchaste?
MERINO: ¡Dale, cagón de mierda!... Son unos cobardes, deje, Areco. No vale la
pena
Hacen algunos amagues más, escupen al
piso y vuelven a sentarse.
MERINO: Quién lo diría, maneja bien la daga, eh.
ARECO: Gracias. Usted también. ¿Está cortado?
MERINO: No. ¿Y usted?
ARECO: Tampoco.
MERINO le ceba un mate a ARECO, este lo
toma y ambos se abstraen. Tiempo.
MERINO (se incorpora de un salto y
aproxima su rostro al de ARECO): A ver ahora.
ARECO: No vuelva con eso.
MERINO: Dele, hombre, míreme.
ARECO: Todo esto que vivimos además de raro para mí es una experiencia
traumática, Merino. Estoy emocionalmente inestable y por el momento no puedo pensar
en mis sentimientos.
MERINO: Porque no se lo permite. Ahora usted está como trabado, Areco, pero
tiene que permitirse sentir, el hombre está hecho para eso. Entiendo esto que
contó de cuando jugaba Boca Juniors y lo que sufrió de chico, pero ahora debe
mirar para adelante (pegándosele
nuevamente a la cara) Ahí va. Deje fijos los ojos… ¡Sí, tiene el brillito, jua,
jua, ya está completamente enamorando!
ARECO: ¡Salga!
MERINO: ¡Pajarito, qué poco le duró la imagen de hombre duro! Va a ver lo
felices que vamos a ser los tres. Se lo aseguro. ¡Venga ese abrazo!
MERINO se abalanza y lo abraza. ARECO no
logra impedirlo.
APAGÓN
8
Cuando vuelve la luz ARECO y MERINO están
sentados en los troncos, MERINO puntea la guitarra, ambos están abstraídos.
ARECO es el primero en reaccionar, mira hacia el galpón, lo mira a MERINO,
reitera la acción hasta que no puede aguantarse.
ARECO: ¿No está durmiendo demasiado?
MERINO: Ajá.
ARECO: ¿Y entonces?
MERINO: Tranquilo, Areco, la gorda es así, de naturaleza dormilona y más si
llega a estar de encargue. ¡Muy bien, ve, me gusta que se preocupe! Se da
cuenta cómo le cambió el ánimo.
ARECO lo mira y no responde. Tiempo.
ARECO: ¿Le gustaría fumar un poco de mandanga?
MERINO: No, gracias.
ARECO: Sabe, cuando estaba en Santa Fe yo me levantaba, fumaba cuatro cigarros
de marihuana, esperaba que se hiciera el mediodía y prendía la tele para ver a “El
zorro”. Era lo único que hacía.
MERINO: Una bola sin manija.
ARECO: Ajá.
MERINO: Hasta que tocó fondo, leyó el Martín Fierro y se vino para acá.
ARECO: Así es.
MERINO: ¿Y ahora? ¿A qué ahora siente que tiene metas, un objetivo en la vida, un
proyecto?
ARECO no responde.
MERINO: Hoy temprano pensaba, yo tengo varios aguinaldos ahorrados. Si usted se
anima y habla con el patrón podemos hacer una reforma y agrandar el rancho, ¿qué
le parece?
ARECO: No creo…
MERINO (sin escucharlo): Hacemos un
desayunador, un baño con yacusi y dos habitaciones amplias. Por ahí, para que
naden Angélica y el gurí hasta mandamos a construir una piscina…
ARECO: ¡Pare, Merino, pare!
MERINO: Disculpe.
Tiempo. De golpe, la soga que sale del
galpón se mueve.
ARECO: ¿Vio eso?
MERINO: ¿Qué cosa?
ARECO: La soga, pareció moverse.
MERINO se incorpora y da unos pasos hacia
la puerta del galpón.
MERINO: Le habrá parecido. Sigue durmiendo como un ángel.
Vuelve a sentarse, se abstraen con la
vista perdida en la nada. De golpe la soga da un chicotazo, se escucha una gran
vibración y se enciende una luz blanca segadora proveniente del galpón. MERINO
y ARECO se incorporan espantados. La vibración aumenta, se escucha un estruendo
y ambos siguen con la vista el itinerario de algo que se eleva desde el techo
del galpón hasta perderse en el cielo.
MERINO: ¿Vio eso?
ARECO: Lo vi.
MERINO: Creo que me cagué encima. ¿Era Angélica?
ARECO: Ajá.
MERINO: ¿Nuestra Angélica un ser de otra galaxia?
ARECO: Así parece.
MERINO: Estoy mareado.
MERINO vacila sobre sus pies y vuelve a sentarse en un tronco.
ARECO: Tómelo con calma.
MERINO: Sabe que yo le veía cierto aire…
ARECO: Era evidente.
MERINO: Areco, ¿y ahora qué vamos a hacer?
ARECO: ¿Pedir el divorcio?
MERINO: Acábela con los chistes.
MERINO de golpe se incorpora, angustiado va
hasta la puerta del galpón y levanta la vista al cielo.
MERINO (lloriqueando): ¡Angélica!
ARECO: ¿Qué hace?
MERINO: ¡No te vayas! ¡Llevanos!
ARECO: Por mí no hable.
Suena el celular de ARECO, atiende.
ARECO: Hola…. Sí, sí, impresionante…. Le hizo un agujero al techo del
galpón y se perdió en el cielo…. Claro, claro…. Claro… Sí, estamos bien….
Claro… Claro… Me fijo si lo recibí. Ya sé, ya sé…. Gracias, Nati… Gracias, cualquier
cosa me llamás. Chau, un saludo a tu mami, chau querida, chau.
MERINO: ¿Y?
ARECO: Dice que cuando el otro día llamó no nos quiso preocupar, que era un
hecho que ya estaba investigando el ministerio de Defensa. Lo de Angélica no
fue un caso aislado.
MERINO: ¿Y eso qué quiere decir?
ARECO: Que al mismo tiempo que acá, hubieron aterrizajes parecidas en otros puntos
de la Provincia. Y en todos, las visitantes tuvieron contacto sexual con los
lugareños.
MERINO: ¡A la mierda!
ARECO: Espere que Nati también me mandó un archivo. Escuche (lee en el display del celular) “Una de
las hipótesis es que las alienígenas habrían arribado con intenciones de
apareamiento para perpetuar una civilización quizás en proceso de extinción”.
MERINO: ¡A la mierda! ¿Entonces nos usó?
ARECO: Ajá.
MERINO: ¿De reproductores?
ARECO: Eso parece.
Tiempo. MERINO reacciona y se tapa la
boca para hablar.
MERINO: ¡No, no le creo! ¡Dígale a la mocosa de mierda que no le creo! ¿A
usted le parece que Angélica, nuestra Angélica puede haber sido tan guacha?
Ella sentía cosas por usted y por mí.
ARECO: No sea ingenuo, Merino.
Tiempo. MERINO lloriquea.
MERINO: ¿Entonces fue una mentira? ¿Fuimos meros ejemplares para la cruza? ¿Tristes
máquinas expendedoras como la de la estación del gasoil?
ARECO: ¡Bueno, hombre!... Como decía mi terapeuta “no llore porque se acabó,
sonría porque sucedió”
MERINO alza la guitarra, improvisa un
punteo, vuelven a abstraerse con la mirada en la nada. Tiempo.
MERINO: ¿Vio cómo se elevaba?
ARECO: Ajá.
MERINO: ¡Parecía un aerolito, la gorda! Seguramente allá arriba estaría esperándola
una de estas naves, ¿cómo se dice…?
ARECO: ¿Exploradoras?
MERINO: No, exploradoras, no es.
ARECO: ¿Interestelares?
MERINO: Menos.
ARECO: Nodrizas.
MERINO: Eso, una nave nodriza.
Tiempo. Vuelven a abstraerse.
MERINO: Volviendo a lo del pre-viaje yo diría que averigüe por las
Cataratas, ¿qué le parece? Digo para desquitarnos de la seca.
ARECO: Averiguo.
MERINO: ¿Seguirá sin llover?
ARECO: Lo más probable.
MERINO: Qué porquería de tiempo.
Vuelve a escucharse “Angélica”,
interpretada por Los Chalchaleros.
APAGÓN FINAL.
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