Yo sé que la movilización se nos fue de las manos, como alguno de ustedes señala la cosa se desmadró, se salió de cauce. Aprovechadores, oportunistas que esperan el momento para sacar su tajada hay siempre. La cuestión está en haber confiado, en no haber visto la jugada a tiempo, ¿se entiende? Nos utilizaron, nos jodieron bien jodidos, y ahora con la cúpula desarticulada, la mitad de los compañeros enjaulados, toda esa gente herida gratuitamente, se va a hacer difícil cualquier movimiento futuro. Máxime con la opinión pública, con los medios en contra. Ustedes son periodistas, no es cierto, les hago una pregunta: ¿piensan realmente que no somos más que "perros troskos buscando desestabilizar a un gobierno democráticamente constituido"? ¡Con una mano en el corazón! ¡Es una ingenuidad, es absurdo! De sólo pensarlo se me erizan los pelos. ¡Usted, toque, pase la mano! Si quieren que hablemos seriamente de esto, primero hay que ir por partes: para empezar les digo que antes de lo de la plaza, lo que nosotros sentimos cada vez que golpeamos las puertas del poder fue la peor de las indiferencias, siempre, fue darnos de frente contra una pared. No somos unos improvisados, me entiende, no somos arribistas, no nos compran con un hueso. Nuestra lucha, nuestro reclamo no es de ahora, venimos sufriendo desde hace muchísimo y, tal vez, "el ladrido de plaza Francia" fue la gota que rebalsó el vaso, el punto de saturación. Y que nuestras bases, hambrientas de justicia, inmediatamente abrazaron como símbolo. Miren, yo no voy a justificar nada, pero hasta el peor de los cuzcos pulguientos necesita de un símbolo, de una bandera. Eso a uno lo ayuda a vivir, ¿se comprende? El "ladrido de plaza Francia" fue una reacción totalmente lógica. Ojo, no quiero decir que fue algo planeado, pero era un estallido que ya estaba en el aire, que se olfateaba, ¿me entienden? Sólo era cuestión de tiempo. Lo de aquel paseador, como ustedes bien dicen, fue la chispa que encendió la mecha. Está bien, el pobre chico tal vez tuvo más de lo que se merecía, fue un instrumento, pagó el pato por los abusos que venía cometiendo la Asociación de Paseadores y Afines que, entre paréntesis, nunca se hizo eco de nuestros reclamos. De cualquier forma fue una pérdida gratuita: morir estrangulado por las correas de sus propios clientes, en pleno centro de la ciudad, quizás fue excesivo, lo admito, pero digamos que toda revolución necesita sus mártires, a veces un hecho de esta naturaleza sirve para encauzar el malestar que se viene produciendo por años de expoliación. Inmediatamente, el suceso de plaza Francia se contagió a las plazas vecinas, inquilinatos, edificios de departamentos, hasta sumir a toda la ciudad en un largo y expansivo ladrido de libertad. ¿Libertad contra quién? ¿Cómo libertad contra quién? ¡Cómo quiere que no muestre los dientes, viejo, mire la pregunta que hace! ¡Las ordenanzas municipales sobre deposición en la vía pública, el control del sexo en las plazas, los malos tratos y el hacinamiento a los que nos someten los paseadores, la actitud discriminatoria de las administraciones de consorcio, la torturante vida de preso en balcones de reducidas dimensiones, los intentos de frivolizar nuestros reclamos sacando a relucir la instalación de todas esas peluquerías y boutiques caninas, la importación provocadora de compañeros de otras latitudes, razas trasplantadas de la Siberia o de las campiñas inglesas que sufren el desarraigo y no comprenden nuestra idiosincrasia, que provocan el menosprecio del verdadero habitante de estas tierras, el perro criollo argentino! ¡Libertad contra quién! ¿No le alcanza? ¿Le parece poco, eh? Pero, bueno, centrémonos en los sucesos posteriores: la movilización a Plaza de Mayo. El acto estaba planeado para las cinco de la tarde, a las tres empezaron a llegar las primeras columnas. Por Avenida de Mayo ingresaron las seccionales del interior y del Gran Buenos Aires, que se ubicaron sobre la derecha, cada una con sus pancartas: la Asociación de Lucha contra la Perrera, el Grupo Anti-bozal y el Frente Cachorros de Izquierda ocuparon el lado izquierdo. A las cuatro llegó la columna de Perras Contra la Castración y a las cuatro y media ya estaba todo listo. En primer término tenía que hablar el Secretario General del Gran Buenos Aires, después un representante de Perros de la Calle y como cierre venía yo. Como les decía al principio: nos utilizaron vilmente. El nuestro es un nucleamiento de masas y como tal no hace distingos de ideas ni de banderías, nuestra intención, nuestro mandato fundamental es hacer escuchar la voz de los de abajo, de los maltratados, de los oprimidos, de los sometidos al oprobio y la injusticia. Pero nos utilizaron. Al inicio mismo del discurso del compañero del Gran Buenos Aires ingresaron infiltrados, un grupo de choque, perros dogos con las caras cubiertas, no más de diez, pero que irrumpieron como verdadera jauría (señala a un periodista) Si no me equivoco fue su diario el que publicó que pertenecían a nuestra agrupación. Los medios como siempre tergiversan la verdad. ¡Yo le digo que no, que no pertenecían a ninguna agrupación, me entiende, eran violentos, mano de obra desocupada, mercenarios que se venden al mejor postor! Entraron por el centro, con una pancarta que decía "Brigada Rintintín", fíjense, si hasta parece una tomadura de pelo. Un plan absolutamente orquestado. Atropellaron sin siquiera ladrar, dando dentelladas a diestra y siniestra. Las compañeras de Perras Contra la Castración fueron las primeras en reaccionar. Se produjeron algunas refriegas. Fue la excusa perfecta para el paso siguiente: cuando del lado del puerto avanzó la Brigada de Perros Policías, pastores alemanes dispuestos a reprimir. Ni la peor mente maquiavélica hubiese planeado algo semejante: esos pobres esbirros del poder debiendo hincar el colmillo en su propia especie, traicionar a su propia sangre. Desde el palco, comprendí que debía hacer algo, llegar hasta el micrófono, pedir calma, pero el desconcierto, las corridas habían llegado también al lugar que ocupábamos. Fue ahí, en ese preciso momento, fíjense, que nos dieron el golpe final, el tiro de gracia, como quien dice: primero se escuchó un ruido apagado de motores, alzamos la vista y vimos recortarse en el cielo al Escuadrón de Helicópteros de la Prefectura, que hizo unos vuelos en círculo y se aproximó hasta el centro de la plaza y, fíjense ustedes, cuando estaban a unos veinte metros de altura, los muy traicioneros, abrieron los depósitos y nos bombardearon con un centenar de gatos espantados, que un poco por el susto y otro por la desorientación, empezaron a arañar, a morder y a correr sobre los lomos de los treinta mil compañeros que ocupaban la plaza. Y entonces si vino el descontrol, se imaginarán que la jauría enloquecida ya no estaba en condiciones de razonar, inútil fue alertarlos sobre el manejo tramposo. La masa desquiciada salió a morder, destruir, saquear, incendiar, violar, en una venganza reivindicativa, una locura destructora que no acaba. Finalmente, escúchenme bien: el perro históricamente maltratado, vejado, expoliado, mostró su costado más oscuro y animal. Presten atención, y anoten, porque ahora sí que estamos enfurecidos, ahora sí que van a sufrir nuestra rabia, las fauces babeantes, los ojos inyectados en sangre, porque ya no va a haber compasión. ¡Podrán enjaularnos, medicarnos, matarnos de hambre, pero se acabó! ¡Es la peor de las batallas, es la guerra total! ¿Qué hace, viejo? ¿Para qué llama al guardia? ¡Grrrrrrrr! ¡Arffff! ¡Dirigentes políticos e intelectuales, amas de casa y paseadores, niños y periodistas, ha llegado la hora, me escuchan! ¡Grrrrrr! Hago un llamado a todos y cada uno de los perros del mundo. ¡Estamos rabiosos, finalmente estamos rabiosos: el perro de ciudad y el perro de campo, el perro de montaña y el perro de mar, estamos enardecidos, iracundos y no va a haber escape, no va a haber hueco, agujero o madriguera en el mundo donde ocultarse! ¡La guerra, la conflagración total! ¡Grrrrrrrr! ¡Arffff! Le repito: ¿para qué quiere al guardia? ¡Pero si estoy tras las rejas! ¡Grrrrrrrr! ¡Arffff! ¿Adónde van? ¡Vuelvan a sentarse! ¡Grrrrrrrr! ¡No se vayan, la entrevista no terminó, no se vayan! ¡Grrrrrr! ¡Arffff! ¡Guau, gauuuuu!....
muy bueno. santi
ResponderEliminarGracias Santi, un abrazo.
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